domingo, 25 de noviembre de 2012

Nuevo ejercicio autobiográfico.

Nuevo ejercicio autobiográfico
Bárbara Jacobs
Me gustaría empezar mi biografía con el recuerdo de una caricatura de Chéjov que alguien desprendió de alguna publicación y me la enmarcó dedicada de parte de mi abuelo. La broma, porque la pronunciación de su apellido y el mío se parecen, pero el sentido, cargado de emoción, porque implicaba el reconocimiento de mi identidad de escritora de acuerdo con quien me la regaló. Y de esto hace tanto tiempo que no me queda más que el recuerdo, y cómo echar a andar la historia de mi vida con semejante vaguedad. ¡Si tan sólo pudiera rastrear de qué publicación fue desprendido el retrato de mi ancestro o al menos el nombre de su autor! Podría dedicar unas horas a la búsqueda de estas evidencias entre mis papeles, carpetas, álbumes. Pero lo que hago es anotar que debo hacerlo y apresurarme a guardar el recordatorio en una caja ya de por sí abultada de anotaciones, cuadernos y manuscritos inacabados, designada autobiografía, que encabeza una lista de títulos posibles para la misma, de más literarios a más anodinos o pedestres. ¡Cómo he querido escribirla de una vez! Cuántas veces. Si me pregunto por qué no lo he hecho ni siquiera yo creo las respuestas que me doy.
En su momento me invitaron a participar en la colección De cuerpo entero, que hizo la Universidad Nacional, pero me inhibí. Qué error haberme inhibido. Sobre todo, si mi impulso era el contrario. Me quedé suspendida en el borde del trampolín, con la energía dispuesta para lanzarme. Pero pasó la oportunidad, permanecí con el aliento contenido, más que insatisfecha con mi pudor, frustrada, hondamente, culposamente, con mis razonamientos, endebles todos, olvidables.
Durante años pedí a sus autores un ejemplar de su Autobiografía precoz, aunque fuera en fotocopia. Ninguno de los abordados cumplió su promesa de dármela, de conseguírmela. Logré irlas leyendo, entresacadas de bibliotecas ajenas. Y me fascinaron las que leí. Todas ellas representan mi texto favorito de sus respectivos autobiógrafos. ¡Si lo supieran! ¡Si lo hubieran sabido! El coordinador de esa colección merece, particularmente debido a ella, un lugar destacado en la historia de la literatura mexicana del siglo XX.
Como lo merecerá quienquiera que coordinó Trazos en el espejo. Esta antología de autobiografías breves de escritores mexicanos hoy menores de 40 años hizo revivir mi mucho más añoso impulso de escribir la mía. Incluso, de persuadir –¡si pudiera! ¡Si tuviera ese don!– a un patrocinador que coordinara una serie de éstas, ahora, para escritores sesentones como yo. Creo que en esta ocasión no me inhibiría. Cuando la leyera publicada probablemente me saltaría a la vista lo que le hubiera faltado, y aunque esas inclusiones posibles crecieran en exceso las acumularía hasta que apareciera un nuevo mecenas visionario que me solicitara otra historia de mi vida, considerable dentro de la clasificación de los capítulos olvidados o algo por el estilo.
Trazos en el espejo me animó a seguir siendo lo que soy, renovó el espíritu de aventura con el cual he comprobado que empezamos todos, algunos antes, otros después. Estos veintitantos jóvenes y sus veintitantas maneras de abordar la tarea son una lección continua de ilusiones que no hay que dejar de perseguir pase lo que pase. El contenido íntegro, vidas interesantes, expuestas de formas diferentes y novedosas. Casualmente, recorrió el conjunto alguna enfermedad, alguna pérdida importante como punto de partida. A mí me dieron a conocer su mundo, y para mi curiosidad ese asomo siempre representa una riqueza. Si me topara con los dos o tres que ya he conocido me pregunto si haría bien o mal en felicitarlos y revelarles a qué grado me había entusiasmado leerlos. Otro tanto si conociera al resto. Quizás haría bien, quizás haría mal en mostrarles el tamaño de mi entusiasmo. Mejor decidirme por desearles intensamente pero en silencio que persistan. Desearles que sigan observando la vida y tejiéndola en sus telares con la pasión puesta en sus autobiografías inmediatas.
Me hizo falta una presentación del coordinador del volumen. Su nombre, sus motivos para formular su proyecto y el relato del proceso que siguió hasta verlo hecho realidad. Situar la idea, que celebro que Ediciones Era haya acogido. No sólo hay editoriales independientes; también existimos los autores y lectores independientes, con idénticos ideales y principios.

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