La UMP avanza hacia el divorcio
Juppé abandona la mediación y Fillon decide impugnar el proceso electoral a la Justicia ordinaria
La Unión por un Movimiento Popular (UMP) sigue avanzando hacia el desastre. Enredado en una profunda fractura ideológica y en una brutal batalla de egos entre Jean-François Copé y François Fillon, los dos candidatos que hace una semana empataron en unas primarias caóticas y llenas de fraudes, el principal partido de oposición en Francia parece no cejar en su empeño de inmolarse. Alain Juppé, que ofreció mediar entre los dos bandos en liza,
tiró la toalla el domingo tras comprobar cómo los dos candidatos, tras
una breve tregua, volvían a lanzarse a la yugular del oponente.
Mientras, los atónitos militantes de la UMP y los electores franceses
piden cordura a través de los sondeos, que abogan de forma muy amplia
por la repetición de las elecciones celebradas el pasado día 18.
Fundador del partido en 2002, alcalde de Burdeos y ex primer ministro, Juppé fue ninguneado el domingo por los partidarios de Copé. El mediador había pedido el viernes a la comisión que debe revisar los recursos electorales que no empezara a analizar las irregularidades sin que sus representantes estuvieran presentes, y pidió que los partidarios de los contendientes dimitieran de sus puestos. Copé desoyó la sugerencia, reunió a la comisión y ordenó seguir a los suyos, dejando claro que no reconoce el arbitraje y actúa como si fuera un presidente electo de forma irreprochable.
Los fillonistas obedecieron a Juppé, abandonaron la comisión y denunciaron que los copeístas siguen dispuestos a hacerse trampas al solitario. Copé y los suyos invocaron los estatutos y acusaron a los fillonistas de desertar. Las nuevas escaramuzas acabaron dando al traste la crucial reunión entre los dos candidatos y el mediador, prevista para la noche del domingo, y Juppé renunciaba a tratar de sellar la paz.
El propio exministro de Exteriores quien, hablando para la emisora Europe 1, asumió por la mañana que su mediación tenía “muy pocas posibilidades” de prosperar. Juppé agregó que si François Fillon y Jean-François Copé no aceptaban sus condiciones, se retiraría. “No es un drama, ya se las arreglarán”, afirmó tirando de sarcasmo.
Para añadir sainete al esperpento, el escenario de la reunión clave que al fin no se celebró fue mantenido en secreto durante todo el día. “Podría ser en la Asamblea Nacional o en un campo neutral, quizá un gran hotel”, dijo un alto cargo del partido. Juppé propuso a los candidatos una agenda cerrada, pactar las bases para constituir una comisión de arbitraje que, en dos semanas, y con la ayuda de personalidades independientes, sugeriría una salida al conflicto.
El papel de Nicolas Sarkozy en el culebrón bananero del partido posgaullista, que refundó en 2007 y presidió con mano de hierro hasta hace seis meses, sigue siendo un misterio. Tras declarar ante los jueces del caso Bettencourt durante 12 horas y librarse de la imputación por falta de pruebas sólidas, algunos pensaban que el exjefe del Estado daría un paso al frente y trataría de mediar en la crisis de una formación que se escindió ideológicamente en mayo, cuando el expresidente decidió dar un feroz giro ultraderechista a la campaña entre las dos vueltas de las presidenciales.
Sin embargo, el responsable de la fractura permanece en la sombra, aunque una fuente cercana a su entorno declaró el domingo que “sigue muy de cerca el asunto” y añadió que Sarkozy ve con malos ojos las intenciones de Juppé: “No aceptará jamás que Juppé se haga con las riendas de la UMP”, afirmó el amigo anónimo.
En realidad, muchos franceses piensan que el problema fundamental de la UMP es que Copé, Fillon, Juppé y Sarkozy piensan más en las primarias para las presidenciales de 2017 que en liderar un partido roto durante la larga travesía del desierto previa, ya que el Partido Socialista controla cómodamente el legislativo y el ejecutivo además de casi todas las alcaldías y regiones principales.
Entre tanto capitán intrépido y tanto altruismo, los sondeos indican que al menos la militancia y el cuerpo electoral demuestran más sentido de la responsabilidad que sus líderes. Un sondeo publicado por el Journal de Dimanche revela que el 71% de los franceses y el 67% de los simpatizantes de la UMP consideran que sería “una buena cosa” repetir las elecciones. El 42% piensa que la disputa debería ser resuelta por los tribunales. Y así parece que será.
Fundador del partido en 2002, alcalde de Burdeos y ex primer ministro, Juppé fue ninguneado el domingo por los partidarios de Copé. El mediador había pedido el viernes a la comisión que debe revisar los recursos electorales que no empezara a analizar las irregularidades sin que sus representantes estuvieran presentes, y pidió que los partidarios de los contendientes dimitieran de sus puestos. Copé desoyó la sugerencia, reunió a la comisión y ordenó seguir a los suyos, dejando claro que no reconoce el arbitraje y actúa como si fuera un presidente electo de forma irreprochable.
Los fillonistas obedecieron a Juppé, abandonaron la comisión y denunciaron que los copeístas siguen dispuestos a hacerse trampas al solitario. Copé y los suyos invocaron los estatutos y acusaron a los fillonistas de desertar. Las nuevas escaramuzas acabaron dando al traste la crucial reunión entre los dos candidatos y el mediador, prevista para la noche del domingo, y Juppé renunciaba a tratar de sellar la paz.
El propio exministro de Exteriores quien, hablando para la emisora Europe 1, asumió por la mañana que su mediación tenía “muy pocas posibilidades” de prosperar. Juppé agregó que si François Fillon y Jean-François Copé no aceptaban sus condiciones, se retiraría. “No es un drama, ya se las arreglarán”, afirmó tirando de sarcasmo.
Para añadir sainete al esperpento, el escenario de la reunión clave que al fin no se celebró fue mantenido en secreto durante todo el día. “Podría ser en la Asamblea Nacional o en un campo neutral, quizá un gran hotel”, dijo un alto cargo del partido. Juppé propuso a los candidatos una agenda cerrada, pactar las bases para constituir una comisión de arbitraje que, en dos semanas, y con la ayuda de personalidades independientes, sugeriría una salida al conflicto.
El papel de Nicolas Sarkozy en el culebrón bananero del partido posgaullista, que refundó en 2007 y presidió con mano de hierro hasta hace seis meses, sigue siendo un misterio. Tras declarar ante los jueces del caso Bettencourt durante 12 horas y librarse de la imputación por falta de pruebas sólidas, algunos pensaban que el exjefe del Estado daría un paso al frente y trataría de mediar en la crisis de una formación que se escindió ideológicamente en mayo, cuando el expresidente decidió dar un feroz giro ultraderechista a la campaña entre las dos vueltas de las presidenciales.
Sin embargo, el responsable de la fractura permanece en la sombra, aunque una fuente cercana a su entorno declaró el domingo que “sigue muy de cerca el asunto” y añadió que Sarkozy ve con malos ojos las intenciones de Juppé: “No aceptará jamás que Juppé se haga con las riendas de la UMP”, afirmó el amigo anónimo.
En realidad, muchos franceses piensan que el problema fundamental de la UMP es que Copé, Fillon, Juppé y Sarkozy piensan más en las primarias para las presidenciales de 2017 que en liderar un partido roto durante la larga travesía del desierto previa, ya que el Partido Socialista controla cómodamente el legislativo y el ejecutivo además de casi todas las alcaldías y regiones principales.
Entre tanto capitán intrépido y tanto altruismo, los sondeos indican que al menos la militancia y el cuerpo electoral demuestran más sentido de la responsabilidad que sus líderes. Un sondeo publicado por el Journal de Dimanche revela que el 71% de los franceses y el 67% de los simpatizantes de la UMP consideran que sería “una buena cosa” repetir las elecciones. El 42% piensa que la disputa debería ser resuelta por los tribunales. Y así parece que será.
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