lunes, 18 de abril de 2011

Coachella, reina del desierto.

Coachella, reina del desierto
Por: Eugenia de la Torriente
Un festival musical pegado a Palm Springs (meca de la extravagante decadencia de otra época) y poblado por atléticos cuerpos californianos tiene muchos números para ocupar tanto espacio en las páginas de moda como en las de música. Es probablemente inevitable que las estampas del Coachella Valley Music&Arts Festival ocurran en el escenario... y también en el césped. No está tan claro qué pensarán los artistas. En esta edición habría que preguntar a Arcade Fire, Robyn, The Strokes o Duran Duran qué tal les sienta eso de compartir el protagonismo.


La cantante Robyn durante su actuación en el festival de Coachella, el viernes por la noche (Lucas Arraut).
En todo caso, tal vez conscientes del interés que ellos mismos suscitarán, los asistentes al evento en el Empire Polo Club de Indio acuden altamente producidos. En algunos, se nota esa ambición tan contemporánea por captar la atención de los fotógrafos de streetstyle destacados en la zona. Que nutren toda clase de publicaciones. De Dlisted a Hola (¡!), pasando por Style.com o Harper's Bazaar USA. Aunque lo tienen difícil: la competencia es seria con tanto famoso suelto por el desierto (sea por el recinto o las fiestas adyacentes) y, encima, ofreciendo su cara más campechana.

Hay que decir que aquí, en general, las horas de trabajo se han destinado más a los cuerpos que a la tela. Pero, hey, esto es California después de todo. Entre las chicas, el microshort se impone con el nervio de un sistema dictatorial. Si antaño eran vestidos hippies y las botas lo que acudía de inmediato a la llamada del look Coachella, hoy se vive un ataque de los clones en forma de pantalones reducidos al tamaño de una braga. Ir sin camiseta es de rigor para todo aquel hombre con un torso esculpido... y para todos los demás, también.


Más curioso (y sorprendente) que el desfile de famosos con gorro y gafas Ray-Ban y de anónimos en diversos grados de desnudez resulta el afán por el disfraz. Chicas con plumas de jefe indio, un tipo con una incongruente combinación de sombrero ruso y body de malla fucsia, un grupo de trogloditas, hombres-esqueleto con huesos que brillan en la oscuridad... No es fácil aguantar las maratonianas jornadas al sol del desierto, mucho menos hacerlo ataviado de esa guisa. O como el tipo que el sábado paseaba solo entre los campos de polo sembrados de vasos de plástico: un hombre invisible, con esmoquin de neopreno y la cabeza cubierta por una media blanca. Eso sí, en un intento por empatizar con el ambiente llevaba las infalibles zapatillas Converse All Star.

Dicho todo esto, anoche cerró el evento Kanye West. En ausencia de Lady Gaga, tal vez el único que podría hacer converger el interés de música y moda y subir ambos al escenario. Lo hizo con un gesto no exento de ironía. En él épico arranque de su actuación, apareció vestido con una camisa de Céline de primavera/verano 2011 (eh, sí, estrictamente hablando era de mujer). Cantaba Dark Fantasy, un tema de su último álbum en el que deja caer el nombre de la diseñadora de esa marca: "Y mi chica en ese nuevo Phoebe Philo". Dado que estaba subido en una grúa, resultaba una forma bastante literal de elevar el diálogo entre moda y música.

No hay comentarios:

Publicar un comentario