domingo, 24 de abril de 2011

El Cisne negro: agria y dulce a la vez.

Tras bordar su papel de bailarina obsesiva en 'cisne negro' y llevarse el oscar, la actriz, con fama de dura y dulce al mismo tiempo, no deja de sorprender. Multiplica sus caras con tres nuevas películas en la cartelera y su asalto a la producción. Hablamos con ella en el rodaje de 'Thor'. Lo confiesa: "No me gusta repetirme".

Sabra. Así se dice en hebreo higo chumbo. También es una expresión que utilizan los nacidos en Israel para describir a aquellos en apariencia duros, pero de lo más dulces en su interior. Y así es como se describe a sí misma Natalie Portman: "Sabra". Nada de estrella ganadora del Oscar por su excelente trabajo en Cisne negro. Ni de niña prodigio que debutó con El profesional cuando solo tenía 12 años.

Ni reina de los frikis tras su paso por La guerra de las galaxias ni la "aburrida niña buena" de la que hablaban sin cariño sus compañeros de colegio. Ni siquiera la más sexi, según las listas de Internet. Nada de eso. Cuando se acerca a los 30 años, a la espera de su primer hijo concebido con el bailarín Benjamin Millepied y con el Oscar y todos los premios de Hollywood en su poder, la Portman -nacida en Israel, aunque criada en EE UU- se ve como un higo chumbo, un fruto maduro y tenaz que pincha por fuera, mecanismo de defensa después de casi dos décadas en esta industria, pero dulce por dentro, jugosa y llena del sabor que el público ha disfrutado en Cisne negro.


"Necesito una estimulación constante. variedad. odio repetirme a mí misma"
No hubo más que verla cuando recogió el Globo de Oro. Con la emoción dejó escapar desde su bien calculada imagen una risa nada posada, nada elegante, casi un ronquido, pero tan humana que daban ganas de abrazarla. Eso sí, ¡cuidado con los pinchos! Porque hasta que Portman sonríe y te deja probar su dulzura, lo primero que ves en esta diminuta actriz que ronda el 1,60 de altura es un discurso perfecto, compuesto y casi robótico, acompañado de una mirada fija y serena, segura pero a la vez huidiza, como la de un perro extraviado que no sabes si quiere morder o ser tu amigo para siempre.

"Te acostumbras a verte desde fuera, a ver imágenes tuyas, a ver tus películas, y es una disociación peligrosa. Necesitas protegerte, pero también, como artista, necesitas volver a ti misma, ser tú misma sin necesidad de complacer a los demás", subraya con amabilidad.

El día de la entrevista, la sonrisa está más cerca que el mordisco.

El encuentro tiene lugar lejos de todo. Lejos de su maternidad, lejos de su Oscar y lejos del mundo de los mortales. Perdidas en medio de la nada más absoluta, en las planicies de Nuevo México, a una hora en coche de Santa Fe. La nada donde Portman estaba rodando Thor, el último superhéroe de la Marvel que llega a las pantallas y que se estrena el próximo viernes en España. "Ni sabía quién era hasta que me ofrecieron el papel. Pero si quiere que me invente que es mi superhéroe preferido, lo hago...", añade con complicidad sobre los rigores de una publicidad imparable.

Nos encontramos guarecidas del frío estepario en una caravana que sirve de camerino y en la que no falta nada. Hay hasta televisión; una paradoja para una actriz que asegura no tener ese aparato en su casa de Los Ángeles, donde ahora vive. De repente, para romper el hielo, se arranca con un comentario bucólico: "Es superbonito ahí fuera, hay una naturaleza increíble para dar paseos interminables, montar a caballo, hacer snowboarding...".

Desde luego que ella ve mucho más en lo que a la mayoría de los mortales nos parece la nada acotada por unas montañas nevadas. Quizá sea una manera de demostrar su sensibilidad: ecologista, vegetariana desde que a los ocho años vio diseccionar un pollo, vegana desde que leyó a Jonathan Safran Foer y su Eating animals, aunque durante el embarazo parece haber diversificado algo su dieta.

Pero no ha sido el paisaje ni los poderes de Thor los que la han convencido para venir hasta aquí, sino la posibilidad de trabajar con Kenneth Branagh, el director de la cinta. Portman se entrega a los directores que admira. Dice que mientras que el trabajo del actor es egoísta y egocéntrico, el director es quien comparte su visión con el público a través de la lente. Ese es el credo de su carrera. "Ken es increíble. El verdadero motor de esta historia. ¿No le parece fascinante que un director como él esté detrás de una película basada en un cómic? Eso me hizo pensar que el filme sería diferente, interesante. Y ha cumplido todas mis expectativas. Trabajar a su lado a diario es mi recompensa".

Son muchos los que se llevaron las manos a la cabeza al ver el nombre de Portman en este filme de palomitas, donde en principio se le ha perdido poco a una actriz de su talla. O en esas otras dos comedias, Sin compromiso y Caballeros, princesas y otras bestias, una romántica y otra de humor burdo. Todos ellos títulos menores que llegan a la pantalla después de la solidez demostrada por esta actriz en su trabajo como primera bailarina en Cisne negro. Pero esta actriz siempre se ha caracterizado por tener su propio criterio y sus elecciones, acertadas o no. "Quizá de pequeña me dejaba influir más, sentía que tenía que responder a lo que otros esperaban de mí. Pero, desde luego, no ahora".

Tampoco de pequeña. Luc Besson, uno de los primeros en darle una oportunidad en la gran pantalla, siempre recuerda su madurez a pesar de que solo tenía 12 años cuando hizo El profesional. Y el actor Timothy Hutton dice sin reparos que en Beautiful girls les robó, con 15 años, la película a todos.

Esta admiración tan temprana vino unida a elecciones asombrosas en un Hollywood dado al estereotipo. Si la industria quería ver en Portman a su nueva Lolita, la actriz no quiso saber nada del proyecto de Adrian Lyne por "baboso". También le propusieron hacer Tormenta de hielo, película que rechazó por ser "demasiado tétrica", y cuando le ofrecieron ser la Julieta del Romeo que reinventó Baz Luhrmann para Leonardo Di Caprio, Portman se negó porque el actor le llevaba siete años.

Portman pertenece a una amplia generación de intérpretes que comenzaron a la vez y han llegado muy alto. "Todas comenzamos de niñas. Si mira a Lindsay Lohan, Scarlett Johansson, Keira Knightley, Kirsten Dunst, Christina Ricci, Claire Danes o Reese Witherspoon, todas empezamos muy jóvenes. Luego las hubo que crecieron más y otras nos quedamos enanas", añade con humor, consciente de su estatura. Pero, como comentó en una ocasión el actor Eric Bana, "no te dejes engañar por su tamaño, porque es pura dinamita".

Además, lo que realmente la diferencia del resto de su generación es que Portman siempre ha ido por libre, nadando fuera de los estereotipos. Solo ella se libró de ese sambenito que es la etiqueta de "la nueva Julia Roberts". "Siempre he buscado aquello que me ha llevado más allá de lo que yo pensaba de mí. Y de lo que otros pensaban de mí", admite rebelde quien en apariencia era la más dócil de su generación.

Quizá por ello, y cuando nadie dudaba de su calidad y Portman rechazaba proyectos que parecían perfectos para alguien de su edad y valía, la actriz sorprendió a la industria diciendo que sí al trabajo más criticado de su carrera. También el que más seguidores (y más dinero) le ha reportado. El de reina Amidala en la saga de La guerra de las galaxias. Eso sí, tardó dos semanas en decir que sí al papel más buscado del momento. "Iban a ser 10 años de mi vida desde que firmaba hasta el estreno de la última. Fue una decisión que me dio miedo", recuerda con honestidad. Al volver a aquel momento, notas por primera vez en esta conversación las púas del cactus.

Sus amigos hablan de la friki que hay en Portman, y debe de ser cierto a juzgar por la soltura con la que se maneja en foros como la ComicCon de San Diego, la mayor concentración de frikis por metro cuadrado, donde la actriz es reverenciada por su trabajo no solo en la saga de George Lucas, sino con los hermanos Wachowski en V de vendetta y ahora en Thor. Además, La guerra de las galaxias le valió el Premio Razzie (pedorreta) a la peor pareja del año en cine. "Hay momentos en la vida de todos que son más locos que otros", ataja sin resentimiento. "La única razón por la que nunca he tirado la toalla es mi familia y mis amigos. Son mis cimientos, que me permiten superar todos mis miedos", explica con frases que suenan a mil veces oídas.

Tras verla en 'Cisne negro' se hace difícil pensar o incluso creer que Portman tenga miedo a algo, que ponga en duda su talento. Quienes han trabajado con ella tampoco lo creen. Mike Nichols, el director que la hizo mujer con Closer y le dio su primera candidatura al Oscar, la comparó con Meryl Streep porque, como ella, sabe desaparecer en cualquier personaje que interpreta. Cuando se rapó el pelo para V de vendetta se asemejó a Jean Seberg en Al final de la escapada, y su comparación a Audrey Hepburn es ya un lugar común.

"Yo la veo más con la clase de una Grace Kelly", aclaró Scarlett Johansson tras trabajar a su lado en Las hermanas Bolena. "Es la mujer que quieres que pilote tu avión", asegura el realizador Jim Sheridan alabando un trabajo "que parece técnico, pero es pura emoción". De nuevo las dos caras de Portman. Claro que cuando le hablas de sus dualidades, la actriz dice con un ligero encogerse de hombros y una sonrisa aquello de "¡qué puedes esperar de una géminis!".

Portman parece conocerse bien. Se graduó en psicología y se tiene bien estudiada. "El mejor sujeto que uno puede estudiar es uno mismo, ¿no? Y está claro que mis estudios en psicología influyen y mucho en la forma en la que observo el mundo que me rodea. Empezando por una misma. Algo muy útil para una actriz, porque parte de nuestro trabajo es escuchar y observar".

Portman sabe que es tímida. También que es curiosa. "Tengo miedo de todo, pero eso suele ser señal de que tengo que hacerlo. Porque si hago algo que no me da miedo, me acabo aburriendo y hago un mal trabajo. Mientras que si el trabajo me preocupa, lo único que hago es pensar en él y eso me consume hasta que consigo dar lo mejor de mí". Tras semejante confesión, es fácil deducir por qué ha bordado su papel en Cisne negro.


En las siguientes semanas después de nuestro encuentro en Santa Fe fue difícil no coincidir con Natalie Portman. Las citas de prensa en Los Ángeles con motivo de lo que se llama la carrera al Oscar fueron múltiples y obligadas. Había que dar a conocer su último trabajo, la mejor inversión de su carrera, y además en algo que siempre le gustó. Porque de no haber sido actriz, Portman hubiera deseado ser bailarina. De niña aprendió algo de ballet, y si se le pregunta por sus películas preferidas, no lo duda: Dirty dancing. "La puedo haber visto 400 veces. Lo mismo que Mary Poppins y Chitty Chitty Bang Bang". Por eso cuando, hace unos diez años, Aronofsky le sugirió embarcarse en una película centrada en el mundo de la danza, su respuesta fue un sí inmediato.

Aunque Cisne negro no tiene nada que ver con los musicales que le gustaban de pequeña y, desde luego, no fue nada sencillo sacarla adelante. La financiación no se completó hasta la segunda semana de rodaje, y a Portman le gusta compararse con una monja de clausura durante los casi doce meses que dedicó a preparar el personaje, "para darle a Nina el cuerpo que se merecía". "Darren [el director] muestra a través del ballet un mundo que bien puede ser el que vivimos las mujeres, donde son los hombres quienes dirigen, los que llevan las riendas de la estructura social y cultural y donde a nosotras nos queda la obligación de mantenernos delgadas, con cuerpos casi de niña", resume de su visión de un filme independiente que ha gozado de un éxito inusitado gracias a sus múltiples lecturas.

Porque, como decía con humor la revista Entertainment Weekly, Cisne negro ha conseguido llevar a los chicos a ver una película de ballet y a las chicas a ver una de suspense. Por supuesto, también ha ayudado al taquillazo la ya famosa escena lésbica que Portman y Mila Kunis -Lily- protagonizan.

Y la polémica también ha puesto su grano de arena en la promoción. La bailarina Sarah Lane, que la dobló en las coreografías más complejas, quiso empañar la victoria de Portman asegurando que la actriz solo interpretó un 5% de las escenas de cuerpo entero; que el resto eran de ella. El director salió en defensa de la actriz con un comunicado: "Hay 139 planos de baile, de los que 111, el 80%, los protagoniza Natalie sin retoque, y 28, su doble".

Portman se sabe reír de todo, como cuando explica lo que significa ser una actriz judía en Hollywood: "Recibes al día 400 guiones sobre el Holocausto". Además, el humor no es, en su caso, la excusa cínica donde esconder la mala conciencia. Portman es una de las personas del engranaje Hollywood más comprometidas con causas sociales. Eso sí, sin aspavientos.

Está involucrada desde hace años en asociaciones como la Fundación Internacional de Asistencia Comunitaria (FINCA), dirigida por la reina Rania de Jordania y encargada de facilitar pequeños préstamos entre mujeres empresarias en países en desarrollo para que sirvan de germen para una mejora en la economía local, un programa que se está aplicando en Uganda, Guatemala y Ecuador. "Una de las mejores cosas de ser actriz", explica, "es que hacemos uno o dos filmes al año, trabajas tres meses y luego tienes todo el tiempo y todo el dinero para hacer otras cosas, para aprender más cosas sobre el mundo en que vivimos".

Durante la pasada campaña electoral, Portman no solo apoyó al actual presidente en las urnas, también participó en su campaña como uno más de los seguidores de Obama que llamaron por teléfono pidiendo el voto. "Ahora, la verdad, no me gustaría estar en la piel del presidente". También se mueve en defensa de los animales, un activismo que le lleva a vestir prendas sin piel y a boicotear en la alfombra roja a aquellas firmas que, en su opinión, "torturan a los animales".

"No quiero juzgar a nadie, pero también quiero recordar día a día el valor de la vida que nos rodea, y eso no puedo callármelo". ¿Y cómo compaginar la militancia con la alfombra roja? "Apreciando y disfrutando lo que se tiene, pero siendo consciente de lo que pasa en el mundo".

Los pinchos del cactus llamado Portman solo se afilan al máximo si tratas de acercarte a su vida personal. Nunca ha soltado prenda, da igual que fuera Lukas Hass o Gael García Bernal, Moby, Jake Gyllenhaal o Zach Braff, hombres que han sido parte de su vida en la realidad o en los rumores de la prensa rosa. Ahora las cosas han cambiado. Sigue sin hablar de su intimidad, pero no puede ocultar la sonrisa de felicidad ni la tripa de embarazada. Los antojos están ahí: "Cosas agrias o cualquier cosa con limón, vinagre o ketchup". Y sin querer hablar de Millepied, a quien conoció durante el rodaje de Cisne negro, se le escapan momentos personales como la dedicatoria que hizo durante la entrega de los Globos de Oro: "Gracias, Benjamin, coreógrafo y a quien le preguntan en la cinta: '¿Tú te acostarías con esta chica?'. Y responde que no. ¡Es el mejor actor, porque está claro que quería acostarse conmigo!", declaró la más reservada de las actrices delante de todo el mundo.

El futuro profesional parece no preocuparle mucho. "Lo más maravilloso de estar embarazada es que he aceptado algo completamente desconocido. Un misterio y un milagro", afirmó la actriz ya en Los Ángeles y con el Oscar en la mano. Portman lleva tiempo ensanchando sus horizontes. "Tuve la gran suerte de trabajar con Ben Gazzara y Lauren Bacall en el primer cortometraje que dirigí", afirma sobre Eve, su primera expresión, en 2008, como realizadora. También está la Portman productora a punto de estrenar Hesher, la primera obra bajo el sello Handsomecharlie Films, compañía de producción que ha formado con su amiga Annette Savitch y que lleva el nombre de su perro ya fallecido, Charlie.

Está claro que quiere diversificar su futuro. "Necesito una estimulación constante. Variedad. Odio repetirme a mí misma". No es la primera vez que habla de lo difícil que es cuidar a la familia y a los amigos, cuando cada tres o cuatro meses tienes que poner tu vida en pausa para meterte en la de otro. De momento, como dijo tras recoger el Oscar, el sueño es uno: "Quedarme en casa en pijama y disfrutar de la vida".

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