jueves, 21 de abril de 2011

Quiere saber de sexo: pregúntele al dr. K..

Si la cita fuera en algún café de Barrio Norte, no faltaría la señora paqueta mirando con cara de ¿de dónde lo conozco?, y el gesto paquete se volvería pacato al escuchar que lo primero que va a contar es cómo llegó al sexo. Los que no fallan jamás son los taxistas. “En cuanto les digo para donde voy reconocen la voz”, dice entre risas Juan Carlos Kusnetzoff, médico, psiquiatra, sexólogo especialista y docente (para todos, el Dr. K).

No hace falta que lo aclare: el viaje siempre termina en consulta. Y él responde con la claridad con la que atiende a los oyentes de Perros de la Calle, el programa de su hijo Andy del que es columnista. Y a los casi 21.000 seguidores que cosechó tras tres semanas en la twittósfera (@DrKsexo).

La entrevista no es para hablar de taxis, así que al punto vamos (y aguanten el chiste precoz que aquí no hay ninguna G). En resumidísimas cuentas, repasará su formación en terapias tradicionales y alternativas, el trabajo con adolescentes, el exilio en Brasil y la especialización en sexología. ¿Por qué? “Por curiosidad”, responde.

El contacto inicial con la especialidad fue traumático. “La primera clase fue en un cuarto con las paredes cubiertas por unos 30 monitores de tevé en los que durante tres horas pasaron sin parar y a todo volumen películas pornográficas. Quejidos, gritos, suspiros, todo junto. Era impresionante. Pero nos curaron la curiosidad, y entendimos el sufrimiento de los pacientes”, sigue.

En 1983 regresó al país y se sumó al equipo que comenzaba a trabajar con prótesis peneanas. Volvió al Clínicas, y la sucesión se encargó del resto. “Nunca busqué nada: soy un encontrador”, repite y cita a Pablo Picasso. En 1984 encontró un espacio en Radio Rivadavia: dos micros semanales, a la 1 de la madrugada, en los que recibía consultas de todo el país.

En aquel momento no se hablaba de sexo como ahora...
Es un país analfabeto en sexualidad. Hemos avanzado, pero pocos llegan a la consulta. Y el 99,9% de los que llegan jamás escuchó una palabra de sus padres, los primeros educadores sexuales. Pero a ellos, ¿quién los educa? Todos hemos tenido que aprender en la calle, con malos entendidos y a los tropezones.
A veces parece que la Ciudad está poblada de superdotados y multiorgásmicas, ¿es todo mito?

La primera referencia suelen ser los amigos, y uno se siente un idiota porque a ellos nunca les pasa nada. La vida sexual es pura apariencia frente al exterior. Y cuando uno va a la cama está desnudo, literal y metafóricamente. Por eso, la OMS habla de una epidemiología oculta. Gente que siente que su vida sexual no la satisface pero jamás se va a animar a consultar.

¿Buenos Aires y el sexo?
En ese sentido, es una ciudad cosmopolita que está a la altura de las más importantes del mundo. La cantidad de hoteles alojamiento o albergues transitorios permiten convertirse en un anónimo, algo que no sucede en lugares más pequeños donde, como diría Serrat, están todos mirando tras los visillos...

¿Por qué consulta la gente?
La demanda viene motivada por el marketing, y no al revés. Sucedió hace 12 o 13 años, cuando apareció el viagra. Las mujeres todavía no consultan en cantidad porque no hay nada específico para ellas.

¿Los geles del orgasmo eterno?
No hay nada científico, y todos sabemos como vende el sexo.
El sitio web (www.e-sexologia.com), los libros, la radio y twitter dan lugar a otro tipo de consultas. “Confundimos seriedad con solemnidad. Pero se puede recurrir al humor para facilitar las cosas”, simplifica.

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