Hey Jude
Cuando mis amigos y ex socios ingleses de Ogilvy me preguntaron qué
haría yo para la ceremonia de inauguración de los Juegos de Londres les
contesté que, sin ninguna duda, utilizaría la enorme fuerza de los Beatles y los Rolling Stones,
con la experiencia del teatro musical inglés y el indiscutible Andrew
Lloyd Weber. Al ver la ceremonia, algunas cosas han superado mis
expectativas y otras, en cambio, me han decepcionado.
El famoso director de películas tan maravillosas como la oscarizada Slumdog millionaire o Trainspotting,
Danny Boyle, ha querido dejar su impronta empezando por mostrar una
Gran Bretaña donde la vida rural de Inglaterra, Irlanda del Norte, Gales
y Escocia da paso a la revolución industrial con los grandes valores
sociales que reivindica Gran Bretaña, como los derechos de los
trabajadores o la igualdad de la mujer. Hasta aquí el director logra su
objetivo. Tras un inicio lento, el interés se va haciendo con el
espectador y la belleza de las imágenes nos mantiene pegados a la
pantalla del televisor, disfrutando de una épica realzada por una base
sonora extraordinaria.
Cuando pasamos de la revolución industrial a la actualidad y el último James Bond, Daniel Craig, recoge a la Reina de Inglaterra en Buckingam Palace para llevarla al estadio en un helicóptero, se abren grandes expectativas que, en mi opinión, decepcionan cuando supuestamente la Reina se lanza en paracaídas y aparece en el estadio. Por cierto, magníficamente iluminado durante toda la ceremonia, con la novedad de unos leds en cada asiento. El Servicio Nacional de Salud será muy importante para los ingleses, pero de eso a llevarlo a una ceremonia olímpica hay un gran paso. En cambio, la importantísima literatura infantil inglesa, con la que comparte escenario, queda diluida, y no se le saca todo el partido que podía dar de sí. Creo que el momento más creativo y memorable de la primera parte de la ceremonia ha sido la aparición de Mr. Bean como uno de los músicos de la orquesta dirigida por Simon Ratle, interpretando la archifamosa música de la película Carros de fuego, en donde gracias a la técnica vemos a Mr. Bean corriendo con todos aquellos atletas. Me parece un magnífico homenaje a la primera vez que hubo humor en una ceremonia olímpica, en la clausura de Barcelona 92, con El Tricicle.
Creo que el pop británico se merecía mucho más. El medley de músicas
famosas tal vez comunicó la cantidad de canciones e intérpretes, pero no
dejó clara la supremacía de Gran Bretaña en la música pop. Una sola
pieza, cantada a capela por Emily Sandey, ha llegado mucho más al
corazón de los espectadores que la suma de todo el pop anterior y tres
minutos de Paul McCartney al final cantando Hey Jude han sido mucho más
brillantes que el medley entero.
En resumen, por un lado, una belleza apabullante, y por otro la sensación que media hora más de ceremonia hubiera sido inaguantable. Un último comentario a la retransmisión: un locutor jamás canta el gol antes de que se produzca.
Lluís Bassat fue presidente de las ceremonias de Barcelona 92.
La ceremonia fue de una belleza apabullante, con la sensación que media hora más hubiera sido inaguantable
Cuando pasamos de la revolución industrial a la actualidad y el último James Bond, Daniel Craig, recoge a la Reina de Inglaterra en Buckingam Palace para llevarla al estadio en un helicóptero, se abren grandes expectativas que, en mi opinión, decepcionan cuando supuestamente la Reina se lanza en paracaídas y aparece en el estadio. Por cierto, magníficamente iluminado durante toda la ceremonia, con la novedad de unos leds en cada asiento. El Servicio Nacional de Salud será muy importante para los ingleses, pero de eso a llevarlo a una ceremonia olímpica hay un gran paso. En cambio, la importantísima literatura infantil inglesa, con la que comparte escenario, queda diluida, y no se le saca todo el partido que podía dar de sí. Creo que el momento más creativo y memorable de la primera parte de la ceremonia ha sido la aparición de Mr. Bean como uno de los músicos de la orquesta dirigida por Simon Ratle, interpretando la archifamosa música de la película Carros de fuego, en donde gracias a la técnica vemos a Mr. Bean corriendo con todos aquellos atletas. Me parece un magnífico homenaje a la primera vez que hubo humor en una ceremonia olímpica, en la clausura de Barcelona 92, con El Tricicle.
El Servicio Nacional de Salud será muy importante para ellos, pero de eso a llevarlo a una ceremonia olímpica hay un gran paso
En resumen, por un lado, una belleza apabullante, y por otro la sensación que media hora más de ceremonia hubiera sido inaguantable. Un último comentario a la retransmisión: un locutor jamás canta el gol antes de que se produzca.
Lluís Bassat fue presidente de las ceremonias de Barcelona 92.
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