Las otras olimpiadas
Javier Flores
México obtuvo ayer su
primera medalla de plata en la competencia de clavados sincronizados en
las competencias olímpicas que se realizan en la ciudad de Londres.
Inglaterra. La noticia nos llena de orgullo y ocupa ya grandes espacios
en todos los medios de comunicación. Pero dentro de la euforia que nos
invade, poco o nada se sabe que justamente el día anterior a la proeza
que hoy celebramos, otro mexicano, Aldo Facundo Ávila –un joven de 19
años, estudiante del plantel Cosoleacaque del Colegio de Bachilleres en
Veracruz–, obtuvo la medalla de bronce en la 44 edición de la Olimpiada
Internacional de Química, celebrada en la ciudad de Washington, en
Estados Unidos, en la que se enfrentó a 300 estudiantes procedentes de
70 países. A pesar de su importancia, y salvo honrosas excepciones, al
tratarse de un logro en una disciplina científica, lo que predomina es
el silencio.
La olimpiada internacional a la que me refiero fue organizada por la
Sociedad Estadunidense de Química, e incluyó distintas pruebas
realizadas en las aulas y los laboratorios de la Universidad de
Maryland. Los campos examinados incluyeron la química orgánica,
inorgánica y analítica, así como fisicoquímica, bioquímica y
espectroscopia. Si bien en esta ocasión no se obtuvo una medalla de oro,
el veracruzano se encuentra entre los mejores del mundo en estas
disciplinas, y es un motivo de orgullo para su familia, su escuela y, en
mi opinión, debe serlo para todo México.En este mismo mes, durante la 23 Olimpiada Internacional de Biología, realizada en Singapur, Paola Sansón, de Michoacán, y Eugenio Pérez Molphe, de Aguascalientes, obtuvieron ambos las preseas de bronce. También este año, el equipo mexicano que participó en junio en la 14 Olimpiada de Matemáticas de Centroamérica y el Caribe, celebrada en San Salvador, ganó el primer lugar. Enrique Chiu Han, del Distrito Federal, y Juan Carlos Ortiz Rothon, de Jalisco, obtuvieron sendas medallas de oro, mientras Xavier Ramos Tormo ganó la de plata.
Pero más allá de las medallas obtenidas en las olimpiadas internacionales de ciencias a las que han acudido delegaciones de nuestro país, estas competencias tienen un efecto positivo en los jóvenes que participan en ellas –incluyendo las de carácter nacional, hasta ahora suman más de 600 mil participantes–. Muchos de estos estudiantes que se encuentran en el nivel del bachillerato ingresan luego a carreras científicas en las universidades de nuestro país, realizan estudios de posgrado tanto en México como el extranjero, y no son pocos los que actualmente son investigadores activos en diferentes instituciones de educación superior e investigación.
No pretendo crear una falsa disyuntiva entre las competencias deportivas y las que se realizan en las áreas científicas. Por el contrario, es necesario apoyar de manera más decidida el deporte. Pero es justo señalar que debe haber mayor apoyo y reconocimiento a los logros de los jóvenes mexicanos en la ciencia. La obtención de una medalla es el resultado de un gran esfuerzo, no sólo del estudiante que la obtiene, sino de las familias, las escuelas, los maestros y las organizaciones científicas que los respaldan.
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