Rajoy prepara un agosto tenso y en fase de emergencia
Se convocan tres Consejos de Ministros y todo el Gobierno debe estar cerca de Madrid
Esta misma semana, en la única aparición pública que ha tenido, el
lunes, un Mariano Rajoy en tono bajísimo apuntaba indirectamente el tipo
de mes de agosto que le espera. Estaba en La Moncloa rodeado de deportistas, los atletas
que compiten en Londres 2012, y les dijo: “Mucha gente os sigue, sobre
todo ahora en verano, cuando muchos, por suerte para ellos, pueden
descansar y ver deporte”. Él, un gran aficionado, claramente hablaba con
una especie de envidia. La situación se ha complicado tanto, muchísimo
más de lo esperado por el propio Gobierno, que el presidente ya no está
en condiciones ni siquiera de hacer planes para el verano.
El ambiente en el Ejecutivo es de emergencia total y prácticamente constante. Al final de la semana llegó un poco de aire tras las declaraciones del gobernador del Banco Central Europeo, Mario Draghi, pero nadie se hace muchas ilusiones en el Gobierno. La prima sigue en niveles absolutamente insostenibles, muy por encima de 500, y Luis de Guindos ya ha señalado en varias ocasiones que España no puede aguantar así mucho tiempo, y lleva ya más de dos meses de presión ininterrumpida. La sensación que transmiten los miembros del Ejecutivo es la de que puede haber un giro definitivo en cualquier momento, incluso en pleno mes de agosto, aunque oficialmente se sigue negando que España vaya a pedir ninguna fórmula de rescate, ni siquiera la de la compra de deuda por parte del fondo de rescate.
En ese ambiente, este agosto no se va a parecer en nada a otros. Como mucho, al del año pasado, en el que José Luis Rodríguez Zapatero suspendió dos veces sus vacaciones porque se disparó la prima de riesgo por encima de 400 —260 puntos menos de los que alcanzó esta semana— y acabó convocando un pleno extraordinario para cambiar en 15 días nada menos que la Constitución. Rajoy no tiene ni siquiera claro cuántos días podrá irse a Galicia. El presidente, un hombre de costumbres fijas, lleva toda la vida veraneando en Sanxenxo. Y allí debería ir. Pero no hay nada cerrado.
Tampoco la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, sabe si podrá irse de vacaciones. No solo los ministros, todos los miembros del Gobierno y su entorno están preparados para un agosto muy complicado. Se han descartado las vacaciones fuera de España, todos tienen que estar localizables y a una distancia razonable de Madrid. De hecho, de forma inusual, ya están previstos tres Consejos de Ministros en agosto: el 3, el 24 y el 31. Y no se descarta que pueda haber alguno más si los acontecimientos se precipitan. El tiempo en el que el Gobierno, como buena parte del país, se paralizaba un mes quedó atrás.
Sus miembros se turnarán para que varios de ellos estén en Madrid y las vacaciones se han reducido a 15 días en todo el entorno del Ejecutivo. Lo que más preocupa es que suceda como el año pasado, y los especuladores especializados aprovechen una situación en la que hay muy poco movimiento en el mercado para lograr ganancias con fluctuaciones enormes de la prima de riesgo.
La prueba de la anormalidad de la situación está en la semana que arranca mañana. En circunstancias normales, estas fechas el Congreso está cerrado y la actividad política es mínima. Pero en esta semana que ahora acaba el Parlamento ha vivido dos sesiones clave, con votación del techo de gasto en el Congreso y el Senado, dos comparecencias de ministros en comisión y nada menos que una comisión especial en la que han comparecido tres exvicepresidentes del Gobierno y tres exbanqueros para analizar la crisis del sistema financiero.
Pero la semana que empieza mañana, cuando llega ya agosto, no será menos intensa. Rajoy arranca con una reunión clave. Cita en la calle de Génova a todos sus barones autonómicos para trasladarles un mensaje clave: no hay dinero y tienen que recortar mucho más. El presidente ha trasladado ya ese mensaje, pero los presidentes autonómicos están muy agobiados y la tensión es evidente. Hasta el punto de que, algo inédito en un partido tan controlado como el PP, varios de ellos se rebelaron en la última reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera. Castilla y León y Extremadura se abstuvieron y Galicia dio un “sí crítico”. El enfrentamiento abierto de muchos de ellos con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, es evidente. Y el descontrol llega a tal nivel que Juan Vicente Herrera, tradicionalmente un tipo muy obediente de las instrucciones del partido, llegó a mandar una carta en tono duro a Rajoy pidiéndole que se replantee el recorte de la ayuda a la minería que tiene incendiada políticamente a su comunidad.
Los recortes están generando así grietas importantes en el PP, algo que hasta ahora no había sucedido. Y Rajoy quiere recuperar el control. Pero la reunión sin duda no será fácil, los barones autonómicos tienen mucha presión interna y uno de ellos, el muy influyente Alberto Núñez Feijóo, tiene unas elecciones a la vista que se antojan complicadas, tanto que se ha atrevido nada menos que a promover en solitario una polémica reforma electoral que beneficia sus intereses. El partido mandó un mensaje claro de “prietas las filas” al expulsar fulminantemente a Juan Morano, un senador que se atrevió a romper la disciplina y votar en contra de los recortes a la minería.
Pero está claro que los mensajes de Montoro y de Dolores de Cospedal, la secretaria general, no logran controlar al PP y Rajoy en persona hace un alto en sus negociaciones internacionales para ocuparse del partido. Para el presidente es clave trasladar el mensaje a Europa de que controla a sus comunidades y les va a forzar a recortar mucho más. Y ese el objetivo de la reunión.
La semana será así decisiva pero sobre todo al final, cuando el presidente recibirá en La Moncloa, ya empezado agosto, el jueves, a Mario Monti, un primer ministro del que Rajoy se distanció mucho al principio, con claros enfrentamientos, pero que se ha convertido en un claro aliado para intentar resolver la crisis de la deuda. Monti llega a Madrid en pleno vendaval de deuda y con su país también en una situación crítica —aunque la prima de riesgo italiana, al contrario de lo que sucedía el año pasado, está muy por debajo de la española—. Ambos ofrecerán una rueda de prensa conjunta el mismo día en que se reúne el BCE y se produce una subasta clave de deuda española. Ya será agosto. Pero agosto este año parece un mes como otro cualquiera, o incluso más intenso.
El ambiente en el Ejecutivo es de emergencia total y prácticamente constante. Al final de la semana llegó un poco de aire tras las declaraciones del gobernador del Banco Central Europeo, Mario Draghi, pero nadie se hace muchas ilusiones en el Gobierno. La prima sigue en niveles absolutamente insostenibles, muy por encima de 500, y Luis de Guindos ya ha señalado en varias ocasiones que España no puede aguantar así mucho tiempo, y lleva ya más de dos meses de presión ininterrumpida. La sensación que transmiten los miembros del Ejecutivo es la de que puede haber un giro definitivo en cualquier momento, incluso en pleno mes de agosto, aunque oficialmente se sigue negando que España vaya a pedir ninguna fórmula de rescate, ni siquiera la de la compra de deuda por parte del fondo de rescate.
En ese ambiente, este agosto no se va a parecer en nada a otros. Como mucho, al del año pasado, en el que José Luis Rodríguez Zapatero suspendió dos veces sus vacaciones porque se disparó la prima de riesgo por encima de 400 —260 puntos menos de los que alcanzó esta semana— y acabó convocando un pleno extraordinario para cambiar en 15 días nada menos que la Constitución. Rajoy no tiene ni siquiera claro cuántos días podrá irse a Galicia. El presidente, un hombre de costumbres fijas, lleva toda la vida veraneando en Sanxenxo. Y allí debería ir. Pero no hay nada cerrado.
Tampoco la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, sabe si podrá irse de vacaciones. No solo los ministros, todos los miembros del Gobierno y su entorno están preparados para un agosto muy complicado. Se han descartado las vacaciones fuera de España, todos tienen que estar localizables y a una distancia razonable de Madrid. De hecho, de forma inusual, ya están previstos tres Consejos de Ministros en agosto: el 3, el 24 y el 31. Y no se descarta que pueda haber alguno más si los acontecimientos se precipitan. El tiempo en el que el Gobierno, como buena parte del país, se paralizaba un mes quedó atrás.
Sus miembros se turnarán para que varios de ellos estén en Madrid y las vacaciones se han reducido a 15 días en todo el entorno del Ejecutivo. Lo que más preocupa es que suceda como el año pasado, y los especuladores especializados aprovechen una situación en la que hay muy poco movimiento en el mercado para lograr ganancias con fluctuaciones enormes de la prima de riesgo.
La prueba de la anormalidad de la situación está en la semana que arranca mañana. En circunstancias normales, estas fechas el Congreso está cerrado y la actividad política es mínima. Pero en esta semana que ahora acaba el Parlamento ha vivido dos sesiones clave, con votación del techo de gasto en el Congreso y el Senado, dos comparecencias de ministros en comisión y nada menos que una comisión especial en la que han comparecido tres exvicepresidentes del Gobierno y tres exbanqueros para analizar la crisis del sistema financiero.
Pero la semana que empieza mañana, cuando llega ya agosto, no será menos intensa. Rajoy arranca con una reunión clave. Cita en la calle de Génova a todos sus barones autonómicos para trasladarles un mensaje clave: no hay dinero y tienen que recortar mucho más. El presidente ha trasladado ya ese mensaje, pero los presidentes autonómicos están muy agobiados y la tensión es evidente. Hasta el punto de que, algo inédito en un partido tan controlado como el PP, varios de ellos se rebelaron en la última reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera. Castilla y León y Extremadura se abstuvieron y Galicia dio un “sí crítico”. El enfrentamiento abierto de muchos de ellos con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, es evidente. Y el descontrol llega a tal nivel que Juan Vicente Herrera, tradicionalmente un tipo muy obediente de las instrucciones del partido, llegó a mandar una carta en tono duro a Rajoy pidiéndole que se replantee el recorte de la ayuda a la minería que tiene incendiada políticamente a su comunidad.
Los recortes están generando así grietas importantes en el PP, algo que hasta ahora no había sucedido. Y Rajoy quiere recuperar el control. Pero la reunión sin duda no será fácil, los barones autonómicos tienen mucha presión interna y uno de ellos, el muy influyente Alberto Núñez Feijóo, tiene unas elecciones a la vista que se antojan complicadas, tanto que se ha atrevido nada menos que a promover en solitario una polémica reforma electoral que beneficia sus intereses. El partido mandó un mensaje claro de “prietas las filas” al expulsar fulminantemente a Juan Morano, un senador que se atrevió a romper la disciplina y votar en contra de los recortes a la minería.
Pero está claro que los mensajes de Montoro y de Dolores de Cospedal, la secretaria general, no logran controlar al PP y Rajoy en persona hace un alto en sus negociaciones internacionales para ocuparse del partido. Para el presidente es clave trasladar el mensaje a Europa de que controla a sus comunidades y les va a forzar a recortar mucho más. Y ese el objetivo de la reunión.
La semana será así decisiva pero sobre todo al final, cuando el presidente recibirá en La Moncloa, ya empezado agosto, el jueves, a Mario Monti, un primer ministro del que Rajoy se distanció mucho al principio, con claros enfrentamientos, pero que se ha convertido en un claro aliado para intentar resolver la crisis de la deuda. Monti llega a Madrid en pleno vendaval de deuda y con su país también en una situación crítica —aunque la prima de riesgo italiana, al contrario de lo que sucedía el año pasado, está muy por debajo de la española—. Ambos ofrecerán una rueda de prensa conjunta el mismo día en que se reúne el BCE y se produce una subasta clave de deuda española. Ya será agosto. Pero agosto este año parece un mes como otro cualquiera, o incluso más intenso.
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