A esto le llaman humanidad
Jamás pensé que el mundo se me volvería tan incomprensible. Como una niña con asignaturas suspensas, me volveré a presentar en septiembre
Los ties difíciles animan a la trascendencia, a la rotundidad. Los
tiempos difíciles provocan artículos que nos quieren resumir el mundo:
las 10 razones por las que hemos llegado hasta aquí; las 10 causas del
hundimiento de la economía; las 10 medidas urgentes que se deberían
tomar; los 10 fallos de la democracia española; las 10 mentiras que
todos nos creímos; los diez motivos por los que el euro es inviable o
los diez motivos por los que hay que salvar el euro. Por alguna razón,
la contundencia tiende a casar sus argumentos con un número redondo, ese
10 que contiene la explicación del universo. Pero no. No me lo creo. La
deriva de un país no es resumible. Menos ahora, con tan poca
perspectiva. Solo las mentes conspirativas encuentran 10 razones en las
que están incluidos el análisis y la solución. Pero suele ocurrir que
los tiempos difíciles son el hábitat natural de dichas mentes dado que
hay un público que desesperadamente desea que alguien les pase a limpio
en 10 puntos aquello que no consigue entender.
Lo comprendo. Yo también quiero encontrar ese artículo que sea como un Santo Grial, una guía, porque confieso que no entiendo este presente en el que nos ha tocado vivir. Y he debido de ser muy torpe, porque tampoco me esperaba este fatal desenlace. Hay quien atribuye la situación exclusivamente a los mercados y a la codicia financiera, otros incluyen el sistema autonómico; unos, a que vivíamos por encima de nuestras posibilidades y otros a que la clase dirigente vivía por encima de nuestras posibilidades; unos, hablan de responsabilidad colectiva, otros, señalan nombres y apellidos de los responsables. Sea como sea, los expertos suelen ordenar sus explicaciones en 10 apartados. Todo es ponerse.
Esta semana he encontrado varias razones para el desconsuelo, pero no estoy de humor como para cuadrarlas en 10 puntos: son suficientemente poderosas, no es necesario andarse con amaneramientos columnistiles. Tampoco pretendo ser original al citarlas, ni voy a fingir que he visto aquello en lo que los demás no habían reparado. Al contrario, me dispongo a recordar titulares que la actualidad nos ha arrojado y que a usted, probablemente, también le han quitado el sueño. O casi. Porque lo persistente de esta penosa situación de la que nuestros dirigentes no saben salir ha acabado robándonos horas de sueño hasta a aquellos que tenemos un espíritu animoso.
En la prensa, que hay que leer en estos días previa ingestión de un
lexatín, convivían noticias que se daban de tortas. Por un lado, los
pingües beneficios del negocio de la enseñanza privada, cuyos colegios
concertados (mayoritariamente religiosos) están generosamente
subvencionados por el Estado, o por decirlo de otra manera,
subvencionados, entre otros, por aquellos que sufren los recortes en la
escuela pública. Sin salir de la sección de “Sociedad” (la sección del
momento), nos encontrábamos también con que se acabó la gratuidad en la
vacuna del neumococo. De nada ha servido que los pediatras adviertan que
saldrá más caro afrontar las infecciones que su ausencia provocará en
bebés no vacunados. Que los padres se paguen sus “mamandurrias”, como
diría esa creadora de lenguaje que es Esperanza Aguirre.
Y, por último, de los niños y bebés retrocedíamos esta semana al
embrión, asunto que ha llevado al ministro de justicia a meterse en un
jardín más frondoso de lo que imaginaba. Dicen que, dada la falta de
popularidad que acusa estos días el Gobierno, el ministro trataba de
recuperar el apoyo de su bancada. Para ello, anunciaba una insólita
revisión de la ley del aborto, que criminalizaría incluso a las mujeres
que hubieran de abortar por una seria malformación del feto. No sé si
esperaba el exalcalde desayunarse con un artículo como el que escribió
el doctor Esparza, neurocirujano infantil, Nadie tiene derecho a obligar al sufrimiento,
pero las razones de Esparza eran tan demoledoras contra las de
Gallardón que es posible que este último, aun siendo un viejo zorro de
la política, no aguantara un debate público con un profesional que ha
convivido durante años con niños abocados a una vida desgraciada.
Lo que tengo claro es que no se debe permitir que el lenguaje se pervierta de tan cínica manera: ¿por qué dejar que se llame “humanidad” a lo que sin duda es exactamente lo contrario? Y, menos aún, en momentos como estos en los que el Gobierno está arrebatando derechos a los más débiles. Y esta vez no me refiero a funcionarios, ni a mineros, ni a los sufridores de futuros ERE. Permítanme que solo me centre en estas tres noticias, recortes en la educación pública y ganancias en la privada, retirada de atención médica a bebés, criminalización de mujeres que no quieren traer al mundo a una criatura sufriente. Me centro en estos tres titulares que afectan a los niños. Tres noticias que contienen la política de quien nos gobierna. No necesito analizarlas, solo las repito, para que no caigan en el olvido.
En tiempos difíciles el mundo se llena de mentes preclaras que
entienden la naturaleza de todo lo que ocurre. Enhorabuena. Yo jamás
pensé que el mundo se me volvería tan incomprensible. Como una niña con
asignaturas suspensas, me volveré a presentar en septiembre.
Lo comprendo. Yo también quiero encontrar ese artículo que sea como un Santo Grial, una guía, porque confieso que no entiendo este presente en el que nos ha tocado vivir. Y he debido de ser muy torpe, porque tampoco me esperaba este fatal desenlace. Hay quien atribuye la situación exclusivamente a los mercados y a la codicia financiera, otros incluyen el sistema autonómico; unos, a que vivíamos por encima de nuestras posibilidades y otros a que la clase dirigente vivía por encima de nuestras posibilidades; unos, hablan de responsabilidad colectiva, otros, señalan nombres y apellidos de los responsables. Sea como sea, los expertos suelen ordenar sus explicaciones en 10 apartados. Todo es ponerse.
Esta semana he encontrado varias razones para el desconsuelo, pero no estoy de humor como para cuadrarlas en 10 puntos: son suficientemente poderosas, no es necesario andarse con amaneramientos columnistiles. Tampoco pretendo ser original al citarlas, ni voy a fingir que he visto aquello en lo que los demás no habían reparado. Al contrario, me dispongo a recordar titulares que la actualidad nos ha arrojado y que a usted, probablemente, también le han quitado el sueño. O casi. Porque lo persistente de esta penosa situación de la que nuestros dirigentes no saben salir ha acabado robándonos horas de sueño hasta a aquellos que tenemos un espíritu animoso.
De nada sirve que los pediatras adviertan lo caro que saldrá curar las infecciones en bebes no vacunados
Lo que tengo claro es que no se debe permitir que el lenguaje se pervierta de tan cínica manera: ¿por qué dejar que se llame “humanidad” a lo que sin duda es exactamente lo contrario? Y, menos aún, en momentos como estos en los que el Gobierno está arrebatando derechos a los más débiles. Y esta vez no me refiero a funcionarios, ni a mineros, ni a los sufridores de futuros ERE. Permítanme que solo me centre en estas tres noticias, recortes en la educación pública y ganancias en la privada, retirada de atención médica a bebés, criminalización de mujeres que no quieren traer al mundo a una criatura sufriente. Me centro en estos tres titulares que afectan a los niños. Tres noticias que contienen la política de quien nos gobierna. No necesito analizarlas, solo las repito, para que no caigan en el olvido.
En tiempos difíciles el mundo se llena de mentes preclaras que entienden la naturaleza de todo lo que ocurre
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