Me encanta verme liberada de mi belleza”
La actriz italiana Monica Bellucci encarna a una mujer iraní en 'Fasle kargadan', del director Bahman Ghobadi
Gregorio Belinchón
San Sebastián
26 SEP 2012 - 21:30 CET15
Monica Bellucci cumple el próximo domingo 48 años. Apoyada en
milagros médicos (astutamente realizados y camuflados) y de la
naturaleza (que con ella se prodigó superlativamente), la actriz
italiana se ha convertido en una firma comercial y su dueña cuida muy mucho que nada la estropee. Así que cuando le llegó el proyecto para encarnar a una mujer iraní en Fasle kargadan,
no dudó: “Bahman Ghobadi me llamó, quedamos, y le dije que sí. Me
emocioné mucho, porque la oferta incluía encarnar a alguien de una
cultura muy diferente, muy alejada de mi mundo, ahondar en una mujer a
la que le han quitado todo. Y a la vez, a pesar de esta distancia, era
alguien a quien yo entendía porque soy muy mediterránea”.
Pregunta. Participar en Fasle kargadan, ¿le ha acercado más a toda la problemática de los directores iraníes, a quienes se prohíbe hacer películas o se encarcela?
Respuesta. Creo que ahora mismo conforman una poderosa generación de creadores. Cuando rodaba tenía una fuerte impresión, la de estar trabajando con unos cineastas similares a los italianos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, como Rossellini, De Sica… Curiosos y emocionados con todo, que viven en una situación económica y social muy compleja, que sin embargo hace que explote su asombrosa creatividad. El filme habla de los problemas políticos iraníes que trascienden a su nacionalidad para valer para todo el mundo, para ilustrar lo que ocurre allá donde haya un hombre abusando del poder. Y eso es lo que hace que la película sea tan poderosa.
P. Que Juliette Binoche colabore con Abbas Kiarostami y usted con Ghobadi, ¿quiere decir que los proyectos europeos que les llegan son tan interesantes?
R. No, aquí también hay gente muy buena, pero esta película es muy distinta del cine europeo… aunque aún no la he visto entera. Cuando me senté a ver alguna secuencia, me asombró que ante mí se desplegaba una cultura absolutamente distinta. No se parece a nada de lo que haya hecho en mi vida. Es poética en lo visual, y esa lírica le sirve a Ghobadi para hablar de la violencia. Llámala si quieres violencia poética. Pero no me engaño: la realidad es mucho más violenta.
P. Ha rodado una película con muy pocos diálogos, que habla más con las metáforas, y encima en farsi. ¿Cómo resolvió la dificultad del reto?
R. Lo difícil es trabajar en películas malas. Me encantó la elección de Bahman de huir de lo obvio, de que se contara tanto por detrás de las secuencias. Todo es íntimo, se huye de lo obvio, acercándose a la pintura, realizando un cine elegante, parecía que estábamos allí sin filmar una película, cuando en realidad es justo lo que estábamos haciendo. Rehusé ser doblada porque si encarnaba a una mujer iraní y no usaba mi voz, me salía del personaje. Lo que se me oye en la película es farsi de verdad. Improvisamos mucho en el rodaje. Bahman me daba las frases justo antes porque así se lo pedí. Si me las daba antes, cinco minutos por ejemplo, me metía en mis propios pensamientos —soy italiana— y se me iba el farsi. Él estaba muy concentrado en lo artístico del rodaje. Además, reconozco que nunca vi un guion, nunca lo hubo. Solo en otra ocasión me he lanzado así, fue en Irreversible, de Gaspar Noé.
P. ¿Contactó con mujeres iraníes víctimas de la represión?
R. No hace falta irse tan lejos. En Sicilia hoy en día siguen muriendo mujeres por dudosas cuestiones de honor. Y en España pasa lo mismo. ¿Cuántas mujeres son golpeadas por sus maridos en España al año? ¿Y muertas? En Italia pasa igual. Por eso digo que la película toca temas universales.
P. ¿Cómo se ha visto de mayor en la pantalla, canosa y arrugada?
R. Me encanta verme liberada de mi belleza. De verdad, eso me permitió actuar y no estar preocupada por eso. Fue refrescante.
P. ¿Qué diferencias encuentra entre rodar en EE UU, Europa y Asia?
R. Exclusivamente el tamaño de la caravana. Por suerte, las actrices europeas tenemos acceso a muy diferentes culturas y proyectos. Eso nos hace más versátiles. Pero yo nunca olvido que soy italiana, mi familia está en París y jamás he vivido en Estados Unidos.
Pregunta. Participar en Fasle kargadan, ¿le ha acercado más a toda la problemática de los directores iraníes, a quienes se prohíbe hacer películas o se encarcela?
Respuesta. Creo que ahora mismo conforman una poderosa generación de creadores. Cuando rodaba tenía una fuerte impresión, la de estar trabajando con unos cineastas similares a los italianos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, como Rossellini, De Sica… Curiosos y emocionados con todo, que viven en una situación económica y social muy compleja, que sin embargo hace que explote su asombrosa creatividad. El filme habla de los problemas políticos iraníes que trascienden a su nacionalidad para valer para todo el mundo, para ilustrar lo que ocurre allá donde haya un hombre abusando del poder. Y eso es lo que hace que la película sea tan poderosa.
P. Que Juliette Binoche colabore con Abbas Kiarostami y usted con Ghobadi, ¿quiere decir que los proyectos europeos que les llegan son tan interesantes?
R. No, aquí también hay gente muy buena, pero esta película es muy distinta del cine europeo… aunque aún no la he visto entera. Cuando me senté a ver alguna secuencia, me asombró que ante mí se desplegaba una cultura absolutamente distinta. No se parece a nada de lo que haya hecho en mi vida. Es poética en lo visual, y esa lírica le sirve a Ghobadi para hablar de la violencia. Llámala si quieres violencia poética. Pero no me engaño: la realidad es mucho más violenta.
P. Ha rodado una película con muy pocos diálogos, que habla más con las metáforas, y encima en farsi. ¿Cómo resolvió la dificultad del reto?
R. Lo difícil es trabajar en películas malas. Me encantó la elección de Bahman de huir de lo obvio, de que se contara tanto por detrás de las secuencias. Todo es íntimo, se huye de lo obvio, acercándose a la pintura, realizando un cine elegante, parecía que estábamos allí sin filmar una película, cuando en realidad es justo lo que estábamos haciendo. Rehusé ser doblada porque si encarnaba a una mujer iraní y no usaba mi voz, me salía del personaje. Lo que se me oye en la película es farsi de verdad. Improvisamos mucho en el rodaje. Bahman me daba las frases justo antes porque así se lo pedí. Si me las daba antes, cinco minutos por ejemplo, me metía en mis propios pensamientos —soy italiana— y se me iba el farsi. Él estaba muy concentrado en lo artístico del rodaje. Además, reconozco que nunca vi un guion, nunca lo hubo. Solo en otra ocasión me he lanzado así, fue en Irreversible, de Gaspar Noé.
P. ¿Contactó con mujeres iraníes víctimas de la represión?
R. No hace falta irse tan lejos. En Sicilia hoy en día siguen muriendo mujeres por dudosas cuestiones de honor. Y en España pasa lo mismo. ¿Cuántas mujeres son golpeadas por sus maridos en España al año? ¿Y muertas? En Italia pasa igual. Por eso digo que la película toca temas universales.
P. ¿Cómo se ha visto de mayor en la pantalla, canosa y arrugada?
R. Me encanta verme liberada de mi belleza. De verdad, eso me permitió actuar y no estar preocupada por eso. Fue refrescante.
P. ¿Qué diferencias encuentra entre rodar en EE UU, Europa y Asia?
R. Exclusivamente el tamaño de la caravana. Por suerte, las actrices europeas tenemos acceso a muy diferentes culturas y proyectos. Eso nos hace más versátiles. Pero yo nunca olvido que soy italiana, mi familia está en París y jamás he vivido en Estados Unidos.
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