Solución ya al conflicto en la UACM
Gilberto López y Rivas
Fiel reflejo de la
truculenta realidad del país, la Universidad Autónoma de la Ciudad de
México (UACM) atraviesa una grave crisis ocasionada paradójicamente por
su propia rectora, quien en una de sus últimas acciones irresponsables
desconoció los resultados de las elecciones que la sitúan en minoría
dentro del tercer Consejo Universitario, para tratar de imponer a
consejeros afines a su administración. Estas maniobras se llevaron a
cabo por medio de un órgano electoral a modo que eliminó arbitrariamente
a nueve fórmulas de estudiantes y académicos oposicionistas que habían
logrado la mayoría de los votos, y se añadieron cinco perdedoras
cercanas a la rectoría, tratando con ello de controlar el consejo,
máximo órgano de gobierno de la universidad, que ahora mismo no existe
como tal, ya que la entidad que se ostenta con este nombre y firma
desplegados es un organismo ilegal e ilegítimo que usurpa funciones y
sólo cuenta con 22 de los 55 escaños con derecho a voto. La toma de
varios planteles de la UACM y el paro que se prolonga por más de un mes
constituyen la respuesta estudiantil a este verdadero golpe de Estado
llevado a cabo por las máximas autoridades y por quienes, en minoría
dentro de los sectores de profesores y estudiantes, defienden posiciones
favorables a la rectora.
El conflicto tiene antecedentes cuyo origen coincide con la llegada
de la doctora Esther Orozco a la rectoría. Esta funcionaria se ha
enfrentado al sindicato, al que percibe como un estorbo; a los
académicos nacidos en otros países –que los empleados de rectoría tildan
de legión extranjera, en una franca campaña xenófoba que, como señala el poeta David Huerta, contradice la tradición generosa, hospitalaria y humanitaria de la izquierda y el pueblo mexicanos–; a los estudiantes y profesores, de quienes se expresa en forma denigrante, favoreciendo a un círculo cercano y dividiendo a una comunidad académica que recién iniciaba con dificultades el desarrollo pleno de su institución.
En la revisión salarial de 2010, las autoridades rompieron las negociaciones con el sindicato e instaron a los trabajadores a solicitar de manera individual el incremento ofrecido por la universidad de 2.76 por ciento, muy por debajo de la inflación, acción de corte neoliberal que coincide plenamente con el espíritu y la letra de la reforma laboral propuesta por Felipe Calderón y apoyada por los partidos de Estado. Pero las acciones antisindicales de rectoría fueron más lejos, al retener ilegalmente las cuotas de sus agremiados, despedir injustificadamente a trabajadores considerados
conflictivospor sus actividades y posiciones críticas, o
peligrosospor su conocimiento de la situación presupuestal, reteniendo prestaciones colectivas e instrumentando a través de la Coordinación de Servicios Administrativos una férrea disciplina entre los trabajadores y una degradación del entorno laboral. Este ambiente inquisitorial y persecutorio se extendió a las áreas de difusión y a la academia misma, siendo cesados,
suspendidos, rescindidos de su contrato o citados a proceso: Eduardo Mosches, John Hazard, Claudio Albertani, entre otros, acusados de
falta de manejo y administración de los bienes,
amenazas,
violencia verbaly otras linduras que las patronales utilizan para castigar a disidentes no cooptables.
¿Existe una solución? Sí, y es sencilla. El gobierno capitalino tiene que respetar la autonomía de la UACM y dejar de sostener a una administración corrupta, corruptora e indefendible. La doctora Esther Orozco tiene que aceptar los resultados de las elecciones que no la favorecieron y dar pie a la instalación de un Consejo Universitario legal y legítimo, tal como salió de las urnas. Ambas acciones serían una demostración de sensatez y respeto a los procesos democráticos básicos. Cada día de retraso en solucionar el conflicto va en detrimento de sus estudiantes y su planta laboral, y significa una agresión inadmisible a esta joven universidad de la capital de la República.
No hay comentarios:
Publicar un comentario