La oposición a Chávez toma Caracas
Henrique Capriles reúne a cientos de miles de venezolanos en el cierre de su campaña en la capital
Luis Prados /
Maye Primera
Caracas
30 SEP 2012 - 21:14 CET32
Caracas ha vivido hoy una fiesta democrática como nunca antes.
Cientos de miles de personas de todas las clases sociales y de todas las
edades se han echado a las calles en apoyo del líder de la oposición,
Henrique Capriles, que cierra campaña en la capital venezolana. Una
marea humana se ha derramado por el centro de la ciudad con un fuerte
contenido simbólico: Capriles le ha robado el espacio público a Hugo
Chávez, el teniente coronel o comandante, como le gusta que le llamen
ahora, que ha gobernado este país desde hace 14 años y aspira, el
próximo domingo 7 de octubre, a ser reelegido en el poder por otros seis
años.
El candidato de la oposición, el flaco, como es conocido, ha comenzado su discurso con estas palabras: “Hoy Caracas está vestida de futuro, de progreso”. Ha prometido que el próximo domingo Venezuela “va a derrotar la violencia” y acabar con la división y la confrontación entre compatriotas. “La época del odio quedará enterrada en Venezuela a partir del 7 de octubre”, ha asegurado.
Cientos de miles de personas con banderas amarillas y naranjas popularizadas por Capriles en esta campaña, y gorras de béisbol, el deporte nacional, han marchado esta mañana por las principales avenidas con una certeza: "Hay un camino", como dice el eslogan de la oposición, pero también con un sentimiento que resumía un cartelón: “¿Te imaginas otros seis años más?". Pero la actitud de la gente no era de revancha, sino de quien tiene la convicción de que hay otra forma de gobernar el país con eficacia y, sobre todo, sin arbitrariedades, sin autoritarismo, sin payasadas.
La marcha lenta y copiosa ha partido a las nueve de la mañana (tres y media de la tarde, hora de España peninsular) desde cinco extremos de Caracas, hasta converger en la avenida Bolívar: la más larga, la más emblemática de la ciudad, la que todo político que aspire con hacerse con el Gobierno en Venezuela sueña con colmar de punta a punta. Capriles lo ha logrado. Con gran dificultad, la camioneta en la que ha llegado a la avenida –saludando, lanzado gorras tricolores y saludos al aire-- ha logrado abrirse paso entre una masa compacta que lo esperaba. Mañana seguirá dándole la vuelta por tercera a vez a Venezuela, después de haber visitado más de 250 pueblos, incluso en los rincones más apartados del país.
Hasta el 10 junio pasado y durante los últimos diez años, este fue un territorio exclusivo de las fuerzas del chavismo, el patio de sus mítines y sus verbenas, donde la oposición tenía expresamente prohibido reunirse. Ese día, cuando cientos de miles de personas acompañaron a Henrique Capriles a inscribir oficialmente su candidatura en la sede del Consejo Nacional Electoral, que está en el mismo trayecto, acabó la veda. Pero la multitud de entonces no se podía comparar con la de hoy.
José, un hombre de mediana edad, no se lo podía creer. “Nunca, nunca, había visto esta avalancha de gente. Esta vez esto va en serio”, decía mientras destacaba la cantidad de jóvenes, y sobre todo de mujeres, que con camisetas en las que se podía leer “yo soy progresista” o “vota progresista” se habían echado a las calles en la soleada mañana de Caracas.
Marisol, comerciante, de 33 años, que vive en una barriada chavista, ha dicho que estaba allí por la “inseguridad” que sufre la capital, con una de las tasas de homicidios más altas de América Latina. Kinlin, ingeniero de sistemas, de 42 años, confesaba que no había votado nunca desde que Chávez se hizo con el poder pero que ahora sí lo iba a hacer “por el desastre económico y la necesidad de un cambio”. María, de 62 años, citaba también la delincuencia y el desempleo como argumentos para votar por Capriles, como Efraín, albañil de 50 años o Gerardo, de 24, universitario en paro, cuya familia siempre ha votado por Chávez pero que esta vez ha dicho basta.
Capriles se ha convertido en el protagonista de la campaña y ha sabido conectar con los deseos de cambio de buena parte de la sociedad venezolana. Lo ha logrado con mensajes sencillos, directos, con la oferta de conservar del chavismo lo bueno, enmendar lo roto y echar a andar hacia el futuro: de devolver la eficiencia a los servicios públicos de agua y electricidad, que hace diez años funcionaban y ya no; de sostener los programas sociales en beneficio de los más pobres, que han sido bandera del actual Gobierno; y de ampliar los horizontes de la economía nacional y romper el esquema del petroEstado, que nada produce y todo lo importa.
Después de más de un década de torpezas y errores, la oposición al chavismo ha conseguido unirse y construir una alternativa de Gobierno que, aunque pierda las elecciones del próximo día 7, está aquí para quedarse. La confianza que expresaban los rostros de los manifestantes, la sensación física de que esta vez es su turno –como dice una frase del himno electoral “algo bueno está pasando”-, y su espontaneidad contrastan con la cada vez más vacía retórica oficial por muchas que sean las habilidades para manejar el espectáculo político por parte de Hugo Chávez.
La campaña había trascurrido sin tropiezos hasta el sábado, cuando dos militantes de la oposición fueron asesinados por supuestos seguidores del chavismo durante una caravana de cierre de campaña que se realizaba en Barinas, el Estado natal del Presidente. Para ellos, Henrique Capriles pidió justicia.
Hoy, entre la multitud que lo esperaba, la señora Carmen, una ama de casa robusta de 71 años, que se jacta de haberlo visto todo en su país, era la única del entorno que sostenía un cartel oficial de la campaña de Hugo Chávez con el eslogan: “Chávez, corazón de mi patria”. En la fotografía, tomada en 2006, año de su tercera reelección, se le ve al presidente-candidato sonriente. Sobre el cartel, con un marcador de tinta, Carmen había escrito: “Si este es el corazón de la patria, necesita un trasplante ya”.
El candidato de la oposición, el flaco, como es conocido, ha comenzado su discurso con estas palabras: “Hoy Caracas está vestida de futuro, de progreso”. Ha prometido que el próximo domingo Venezuela “va a derrotar la violencia” y acabar con la división y la confrontación entre compatriotas. “La época del odio quedará enterrada en Venezuela a partir del 7 de octubre”, ha asegurado.
Cientos de miles de personas con banderas amarillas y naranjas popularizadas por Capriles en esta campaña, y gorras de béisbol, el deporte nacional, han marchado esta mañana por las principales avenidas con una certeza: "Hay un camino", como dice el eslogan de la oposición, pero también con un sentimiento que resumía un cartelón: “¿Te imaginas otros seis años más?". Pero la actitud de la gente no era de revancha, sino de quien tiene la convicción de que hay otra forma de gobernar el país con eficacia y, sobre todo, sin arbitrariedades, sin autoritarismo, sin payasadas.
La marcha lenta y copiosa ha partido a las nueve de la mañana (tres y media de la tarde, hora de España peninsular) desde cinco extremos de Caracas, hasta converger en la avenida Bolívar: la más larga, la más emblemática de la ciudad, la que todo político que aspire con hacerse con el Gobierno en Venezuela sueña con colmar de punta a punta. Capriles lo ha logrado. Con gran dificultad, la camioneta en la que ha llegado a la avenida –saludando, lanzado gorras tricolores y saludos al aire-- ha logrado abrirse paso entre una masa compacta que lo esperaba. Mañana seguirá dándole la vuelta por tercera a vez a Venezuela, después de haber visitado más de 250 pueblos, incluso en los rincones más apartados del país.
Hasta el 10 junio pasado y durante los últimos diez años, este fue un territorio exclusivo de las fuerzas del chavismo, el patio de sus mítines y sus verbenas, donde la oposición tenía expresamente prohibido reunirse. Ese día, cuando cientos de miles de personas acompañaron a Henrique Capriles a inscribir oficialmente su candidatura en la sede del Consejo Nacional Electoral, que está en el mismo trayecto, acabó la veda. Pero la multitud de entonces no se podía comparar con la de hoy.
José, un hombre de mediana edad, no se lo podía creer. “Nunca, nunca, había visto esta avalancha de gente. Esta vez esto va en serio”, decía mientras destacaba la cantidad de jóvenes, y sobre todo de mujeres, que con camisetas en las que se podía leer “yo soy progresista” o “vota progresista” se habían echado a las calles en la soleada mañana de Caracas.
Marisol, comerciante, de 33 años, que vive en una barriada chavista, ha dicho que estaba allí por la “inseguridad” que sufre la capital, con una de las tasas de homicidios más altas de América Latina. Kinlin, ingeniero de sistemas, de 42 años, confesaba que no había votado nunca desde que Chávez se hizo con el poder pero que ahora sí lo iba a hacer “por el desastre económico y la necesidad de un cambio”. María, de 62 años, citaba también la delincuencia y el desempleo como argumentos para votar por Capriles, como Efraín, albañil de 50 años o Gerardo, de 24, universitario en paro, cuya familia siempre ha votado por Chávez pero que esta vez ha dicho basta.
Capriles se ha convertido en el protagonista de la campaña y ha sabido conectar con los deseos de cambio de buena parte de la sociedad venezolana. Lo ha logrado con mensajes sencillos, directos, con la oferta de conservar del chavismo lo bueno, enmendar lo roto y echar a andar hacia el futuro: de devolver la eficiencia a los servicios públicos de agua y electricidad, que hace diez años funcionaban y ya no; de sostener los programas sociales en beneficio de los más pobres, que han sido bandera del actual Gobierno; y de ampliar los horizontes de la economía nacional y romper el esquema del petroEstado, que nada produce y todo lo importa.
Después de más de un década de torpezas y errores, la oposición al chavismo ha conseguido unirse y construir una alternativa de Gobierno que, aunque pierda las elecciones del próximo día 7, está aquí para quedarse. La confianza que expresaban los rostros de los manifestantes, la sensación física de que esta vez es su turno –como dice una frase del himno electoral “algo bueno está pasando”-, y su espontaneidad contrastan con la cada vez más vacía retórica oficial por muchas que sean las habilidades para manejar el espectáculo político por parte de Hugo Chávez.
La campaña había trascurrido sin tropiezos hasta el sábado, cuando dos militantes de la oposición fueron asesinados por supuestos seguidores del chavismo durante una caravana de cierre de campaña que se realizaba en Barinas, el Estado natal del Presidente. Para ellos, Henrique Capriles pidió justicia.
Hoy, entre la multitud que lo esperaba, la señora Carmen, una ama de casa robusta de 71 años, que se jacta de haberlo visto todo en su país, era la única del entorno que sostenía un cartel oficial de la campaña de Hugo Chávez con el eslogan: “Chávez, corazón de mi patria”. En la fotografía, tomada en 2006, año de su tercera reelección, se le ve al presidente-candidato sonriente. Sobre el cartel, con un marcador de tinta, Carmen había escrito: “Si este es el corazón de la patria, necesita un trasplante ya”.
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