Sánchez Vicario: la caída de un mito
Arantxa ha paralizado el juicio contra sus padres por un ático para buscar un acuerdo privado
La batalla legal se centra ahora en las inversiones realizadas con el patrimonio de la tenista
Lejos queda la imagen idílica que transmitía la familia. ¿Es imposible la reconciliación?
Jesús García
Barcelona
29 SEP 2012 - 01:00 CET39
Arantxa Sánchez Vicario concentra en la bola
su mirada briosa. La esfera amarilla no se ve, pero se intuye: ya está
muy cerca. Ella, atenta, se dispone a golpearla con su revés. Una cinta
blanca en la frente, convertida en fetiche del deporte español, contiene
su melena negra y desordenada, salvaje. El póster publicitario es de
1989. El anunciante, pasta La Familia, celebra la épica victoria de Arantxa en la tierra batida de Roland Garros tras vencer, para sorpresa de todos, a la mejor jugadora del mundo, Steffi Graf.
La marca comercial, La Familia, se ajustaba
como anillo al dedo a la imagen que Arantxa transmitía entonces en la
pista y fuera de ella: la de una jugadora querida y arropada por los
suyos. En el palco estaban siempre los padres, celebrando cada uno de
sus éxitos (cuatro títulos de Grand Slam, otras tantas medallas
olímpicas) con efusivos abrazos y muestras de cariño. Los Sánchez
Vicario eran, en apariencia, una familia ideal. El padre, Emilio,
gestionaba la fortuna de la campeona. La madre, Marisa, la acompañaba
por todo el planeta y sujetaba a sus perros mientras Arantxa jugaba,
corría y ganaba.
Aquellos lazos familiares, en apariencia irrompibles, se han deshecho
por completo. Hace al menos tres años que Arantxa y sus padres no se
hablan. El detonante de esa ruptura, que ha desembocado en un sinfín de
batallas judiciales, fue la decisión de Arantxa de casarse con su actual
marido, Pep Santacana. Ocurrió en 2008. Los padres, siempre vigilantes
en todo lo relacionado con la menor de sus cuatro hijos, no se fiaron
del yerno. Contrataron a un detective privado y mostraron a Arantxa las
conclusiones, que no dejaban en buen lugar a su prometido.
La extenista se sintió dolida y humillada por aquel episodio de espionaje familiar, como ha reflejado en su explosivo libro de memorias (¡Vamos!),
publicado en febrero, que subvierte el mito de los Sánchez Vicario como
familia unida y feliz. A los motivos personales de la quiebra del clan
se unieron los económicos. Arantxa, que durante su carrera se había
desentendido por completo del dinero, fue condenada por estafar a
Hacienda 3,5 millones. Para evadir impuestos, había inscrito su domicilio en Andorra cuando, en realidad, residía en Barcelona. La jugadora insiste en que no fue decisión suya, sino de su entorno.
Un banco avaló el pago, pero la extenista debe
saldar la deuda. Cuando pidió explicaciones al padre, se encontró con
que buena parte de sus ganancias se habían esfumado, según su versión.
Arantxa culpa a Emilio de haberla dejado en la “ruina”, y afirma que
carece de recursos financieros para afrontar la situación. “Nunca dudé
de la forma en que mi padre gestionaba mi dinero (…) Soy la víctima y
engañada”, recoge en el libro. Su reacción fue contundente: presentó una
querella en Andorra contra su padre por apropiación indebida y
malversación de unos ocho millones.
La tenista reclama que le sea devuelto el
usufructo de la vivienda donde viven sus padres, un ático de 200 metros
cuadrados en Barcelona
Fue el primer dardo judicial de una larga
serie que ha exacerbado los reproches: a un lado de la red, Arantxa; al
otro, sus padres y hermanos. El pasado jueves debía celebrarse en
Barcelona un juicio para dirimir si Emilio y Marisa deben abandonar,
como había pedido su hija, el piso de lujo donde han vivido los últimos
20 años. La mejor tenista española de todos los tiempos reclama que le
sea devuelto el usufructo de la vivienda, un ático de 200 metros
cuadrados en la céntrica Diagonal de Barcelona. Según fuentes cercanas a
la familia, la pretensión de Arantxa de expulsarles del hogar rompe
cualquier posibilidad de reconciliación. Más cuando, añaden, el padre
está gravemente enfermo.
El juicio no se celebró. Las dos partes se han dado 60 días para llegar a un acuerdo por las buenas.
En parte, pretenden evitar el desfile ante el juez (y ante las cámaras)
de todo un clan que antaño fue modélico y que ahora se viene abajo. El
factor que más ha influido en esa decisión, sin embargo, es la inminente
presentación de una querella de Arantxa contra el padre y el hombre que
le asesoró en sus inversiones (algunas fallidas), Buenaventura
Castellanos. La querella, elaborada por los letrados Javier Melero y
Judit Gené, ha quedado aparcada. Por ahora.
Fuentes cercanas a la familia admiten que
todos ellos han vivido, en buena medida, a expensas de Arantxa, que a lo
largo de su carrera ganó unos 45 millones de euros entre torneos y
patrocinios. Matizan, sin embargo, que le han ofrecido a cambio todo su
apoyo. Y replican que jamás se han apoderado de su dinero de forma
ilícita. Las mismas fuentes atribuyen a Arantxa un importante patrimonio
inmobiliario y aducen que, desde 2009, posee el control de sus cuentas.
Arantxa sostiene, en cambio, que se ha quedado
sin nada y que no dispone de ningún poder sobre la maraña de sociedades
tejidas por su padre y su asesor. En el tercero de los litigios
judiciales en marcha, la extenista reclama, precisamente, el control
sobre unos seguros y unos fondos de inversión. Su sueldo como capitana
de la selección española de tenis está embargado por la deuda con el
fisco, según fuentes judiciales.
El caso de los Sánchez Vicario tiene difícil
arreglo. Más allá de lo que ocurra con el dinero, que es cosa de los
tribunales, el drama familiar está larvado. Arantxa no se habla con sus
padres. Y estos apenas conocen a sus nietos, Arantxa y Leo. “Para ella,
la disciplina y la victoria pasaban por delante de cualquier otra
consideración, cuando tal vez lo que yo hubiera precisado eran unas
palabras de cariño”, escribe la jugadora sobre su madre, a quien acusa
de haberla “anulado” como persona.
La réplica de la madre, a través de un
comunicado, no se quedó corta: “Nos acusa de dejarla en la ruina, de
quitarle todo, con un rencor y un resentimiento dignos del peor enemigo
(…) Está claro que fracasamos con ella (…) Arantxa ha dado un paso más
en su voluntad de herirnos y humillarnos”.
La publicación de ¡Vamos! dilapidó, a ojos de la familia, la
esperanza del reencuentro. El libro de Arantxa es casi el reverso del
que, bajo el inspirador título de Forja de campeones,
publicaron sus padres en 1993. Al año siguiente, Arantxa conquistaría su
segundo Roland Garros y su primer US Open. Eran buenos tiempos para los
Sánchez Vicario. La Familia, la marca de pasta, editó el libro.
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