miércoles, 26 de septiembre de 2012

Ahmadineyad amenza al cine

Ahmadineyad en Nueva York... y la casa sin barrer

Por: | 26 de septiembre de 2012
Hamadi victory
Ahmadineyad hace el signo de la victoria al llegar a Nueva York. / FARS
Irán ha anunciado que boicoteará los Óscar de este año (como respuesta al vídeo antiislámico), pero su presidente ya ha pisado la alfombra roja en Nueva York. Nadie como Mahmud Ahmadineyad ha sabido explotar la asamblea anual de la ONU para atraer la atención de los medios de comunicación, irritar a sus anfitriones y difundir una visión edulcolorada de su país. Los activistas intentan, sin embargo, que su octava y última visita como jefe de Estado sirva para recordar las violaciones de derechos humanos que bajo su presidencia sufren los iraníes.
“Cada vez que Mahmud Ahmadineyad viene a Nueva York, los defensores de los derechos humanos esperan que la comunidad internacional le pida cuentas por las violaciones de derechos orquestadas por su Gobierno y otras entidades estatales sobre las que tiene responsabilidad en tanto que presidente del país”, ha declarado Hadi Ghaemi, portavoz de la Campaña Internacional por los Derechos Humanos en Irán.
Si las siete visitas anteriores de Ahmadineyad a la sede de la ONU sirven como referencia, lo máximo que ocurrirá hoy es que algunos representantes de esa “comunidad internacional” abandonen la sala cuando su discurso se torne ofensivo. A pesar de las advertencias del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para que evitara las declaraciones provocativas, el peculiar presidente iraní ya ha ofrecido un adelanto de sus perlas durante varios encuentros públicos previos.
Ahmadi
Ahmadineyad en un desayuno con periodistas en NY. / FARS
En realidad, no hay nada nuevo. Ahmadineyad repite sus conocidas obsesiones y los medios las explotan en titulares llamativos. En un desayuno con periodistas el lunes dijo que los israelíes sólo llevaban en Oriente Próximo “60 o 70 años” frente a los iraníes, cuya civilización se remonta a miles de años. Luego, en una entrevista con la CNN, rechazó que nadie nazca homosexual y tachó la permisividad occidental al respecto de “insensible con otras culturas”. Con esos precedentes, resulta difícil creer su neutralidad en el conflicto sirio, como asegura.
Ahmadineyad, de 55 años, no puede presentarse a un tercer mandato y, por lo tanto, concluirá su presidencia con las elecciones de junio del año que viene. No obstante, su personal forma de gobernar, muy diferente a la de sus predecesores, ha marcado un antes y un después en la historia reciente de Irán, en especial en su política exterior.
Más allá de sus salidas de tono o de su agresiva diplomacia en defensa del programa nuclear, lo que preocupa a los iraníes es el deterioro de las condiciones de vida que se ha producido durante su gobierno. A las quejas de los ciudadanos sobre la carestía de los productos básicos, se suman ahora las acusaciones de mala gestión nada menos que del presidente del Parlamento, un conservador del pedigrí de Ali Lariyaní. Según este político, desde la llegada de Ahmadineyad al poder el dinero en circulación se ha multiplicado por seis y pasado de 650 billones de riales a 3.950 billones. También eleva la inflación a “por encima del 29%” frente al 22,7% que admite el Banco Central. El rial ha perdido el 60% de su valor.
Pero es la asfixia expresiva y la represión lo que más daño ha hecho a la juventud iraní (dos tercios de la población menor de 30 años) y a la imagen del país. Los activistas coinciden en que desde la violenta represión de las protestas antigubernamentales que siguieron a la reelección de Ahmadineyad en 2009, la situación en Irán ha empeorado. Denuncian una campaña para debilitar a la sociedad civil que tiene en su punto de mira a periodistas, abogados, estudiantes y defensores de los derechos humanos. También se ha restringido el acceso de reporteros extranjeros al país.
Con motivo de la visita de Ahmadineyad a la ONU, la Campaña ha colgado un vídeo en el que varios iraníes desmienten las afirmaciones que el presidente ha hecho en sus anteriores visitas asegurando que “no se encarcela a nadie por expresar su opinión”, que hay libertad de manifestación o que las mujeres gozan de igualdad de derechos. Según Human Rights Watch, “las autoridades restringen severamente el acceso a la información bloqueando páginas web, reduciendo la velocidad de internet e interfiriendo las emisiones extranjeras por satélite”.
Reporteros Sin Fronteras (RSF) ha denunciado que siguen los encarcelamientos de periodistas críticos con el Gobierno. Son al menos 57 los condenados desde 2009. La organización, que ha calificado a Irán de “la mayor cárcel de periodistas en el mundo”, muestra especial preocupación por Issa Saharkhiz, editor de varias publicaciones independientes, que se declaró en huelga de hambre el 29 de agosto para protestar por su traslado a la prisión de Evín desde un hospital. Saharkhiz, que fue detenido durante las protestas postelectorales y condenado a tres años, recibió una sentencia adicional el año pasado por actividades previas, que retrasa su libertad hasta 2014.
Además, durante los siete años de Gobierno de Ahmadineyad se han multiplicado por seis el número de penas de muerte, hasta superar las 600 el año pasado, según Amnistía Internacional (AI). En lo que va de año, las autoridades han reconocido la ejecución de 182 personas, 35 de ellas en público. Pero AI sospecha que el número es mayor, ya que ha recibido informes creíbles de otro centenar de casos, la mayoría por tráfico de drogas.
Ante el deterioro de la situación, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU nombró en marzo del año pasado a un relator especial para Irán, el antiguo ministro de Exteriores de Maldivas Ahmed Shaheed. Las autoridades se han negado hasta ahora a permitirle la entrada en el país. Ahmadineyad sabe que el resultado no sería tan glamuroso como sus visitas a Nueva York.

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