Bo Xilai en el banquillo
El liderazgo chino muestra unidad para el relevo tras su mayor escándalo político
El liderazgo chino ha tardado. Pero finalmente ha resuelto el caso de
Bo Xilai, el díscolo dirigente de Chongqing, expulsándolo del Partido
Comunista Chino y poniéndolo en manos de la justicia. No por casualidad,
junto a este anuncio ha llegado el de la esperada fecha de apertura del
congreso del PCCh. Previsto para mediados de octubre, se ha retrasado
al 8 de noviembre. Dos días después de las elecciones en EE UU se
iniciará, pues, el quinto relevo generacional en la dirección del país
más poblado de la Tierra y segunda economía del mundo.
Las negociaciones entre distintas facciones del PCCh de cara al congreso son de una extrema complejidad, agravada por los crecientes problemas económicos y sociales, cuando el crecimiento se frena de forma preocupante. El relevo tenía que producirse sin que nadie saliera movido en la foto. Y Bo Xilai, populista, corrupto —pero no necesariamente más que los demás— y con lenguaje maoísta, preocupaba, sobre todo si estaba destinado a ingresar en el Comité Permanente del Politburó, el órgano de selectos que decide de forma colegiada sobre la suerte de China.
Bo Xilai era un miembro destacado del establishment chino. Su caso ha sacado a la luz más que ningún otro el nivel de corrupción que hay en China: acabar con él ha debido resultar políticamente costoso para los que, con la proverbial cautela y paciencia china, vienen preparando el XVIII Congreso. Ahora, acusado de corrupción, de abuso de poder, de recibir sobornos y tener relaciones impropias con mujeres, Bo Xilai se enfrenta incluso a la pena de muerte, aunque se le pueda conmutar, como a su mujer, Gu Kailai, condenada por el asesinato de un ciudadano británico.
El relevo, que sigue al que en 2002 llevó a la subida de Hu Jintao, comenzará con el nombramiento de Xi Jinping, actual vicepresidente, como secretario general del PCCh antes de pasar en marzo a presidente del país. Está por ver qué resortes podrá seguir manejando Hu Jintao cuando se retire, como se espera, a la presidencia de la Comisión Militar Central.
Los dirigentes chinos no quieren riesgos como el de Bo Xilai. Solo una vez resuelto este caso han convocado el congreso. De lo que ocurra, el mundo se irá enterando despacio, como despacio debe ser también este relevo que no solo versa sobre nombres, sino sobre la aparente voluntad de no agitar el barco cuando navega en aguas procelosas.
Las negociaciones entre distintas facciones del PCCh de cara al congreso son de una extrema complejidad, agravada por los crecientes problemas económicos y sociales, cuando el crecimiento se frena de forma preocupante. El relevo tenía que producirse sin que nadie saliera movido en la foto. Y Bo Xilai, populista, corrupto —pero no necesariamente más que los demás— y con lenguaje maoísta, preocupaba, sobre todo si estaba destinado a ingresar en el Comité Permanente del Politburó, el órgano de selectos que decide de forma colegiada sobre la suerte de China.
Bo Xilai era un miembro destacado del establishment chino. Su caso ha sacado a la luz más que ningún otro el nivel de corrupción que hay en China: acabar con él ha debido resultar políticamente costoso para los que, con la proverbial cautela y paciencia china, vienen preparando el XVIII Congreso. Ahora, acusado de corrupción, de abuso de poder, de recibir sobornos y tener relaciones impropias con mujeres, Bo Xilai se enfrenta incluso a la pena de muerte, aunque se le pueda conmutar, como a su mujer, Gu Kailai, condenada por el asesinato de un ciudadano británico.
El relevo, que sigue al que en 2002 llevó a la subida de Hu Jintao, comenzará con el nombramiento de Xi Jinping, actual vicepresidente, como secretario general del PCCh antes de pasar en marzo a presidente del país. Está por ver qué resortes podrá seguir manejando Hu Jintao cuando se retire, como se espera, a la presidencia de la Comisión Militar Central.
Los dirigentes chinos no quieren riesgos como el de Bo Xilai. Solo una vez resuelto este caso han convocado el congreso. De lo que ocurra, el mundo se irá enterando despacio, como despacio debe ser también este relevo que no solo versa sobre nombres, sino sobre la aparente voluntad de no agitar el barco cuando navega en aguas procelosas.
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