viernes, 2 de noviembre de 2012

Brasil y Lula.

Brasil: el gran surfista Lula
Joan Martínez Alier
El alcalde electo de Sao Paulo, del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, derrotó el 28 de octubre al economista José Serra. Éste va a salir definitivamente de la escena política tras muchos años en primer plano, habiendo sido alcalde de la ciudad, gobernador del estado y candidato a la presidencia. Serra fue dirigente estudiantil represaliado en la dictadura y exiliado, un socialdemócrata que ahora representa el centro-derecha en el mismo partido político que Fernando Henrique Cardoso, cuya exitosa trayectoria no ha conseguido emular completamente.
El nuevo alcalde ha sido ministro de Educación con el PT y profesor de la Universidad de Sao Paulo. Fue el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva quien le indicó que debía ser candidato en Sao Paulo, el que lo empujó, subiéndolo del tercer lugar en las encuestas a un primer lugar inapelable.
Contrasta el éxito del PT de Lula, de Dilma Rousseff, de sus candidatos de diversas ciudades grandes y de la decisiva Sao Paulo, con el escándalo que afecta al mismo Partido de los Trabajadores por el llamado caso del “mensalao” (la mensualidad). Hace 10 años –recién llegado Lula a la presidencia por primera vez– sus hombres de confianza, el ministro de la Casa Civil, José Dirceu, el presidente del PT José Genoino y otros 15 o 20 cómplices, montaron un esquema permanente de compra de votos en la Cámara de Diputados para conseguir una mayoría de la que el PT carecía. Eso se destapó en 2005. La población brasileña ha estado siguiendo en octubre de 2012 en la televisión no sólo los episodios emocionantes de la novela Avenida Brasil, sino un reality show de jueces del Supremo Tribunal Federal (STF), en más de 40 sesiones, debatiendo públicamente culpabilidades y dosificando sentencias. ¿Le parece a usted poco 25 años de cárcel, excelencia? Así le preguntaba estos días un juez a otro. , era la respuesta, me parece poco, deben acumularse penas por formación de cuadrilla para delinquir, impago de impuestos, corrupción activa.
El candidato Serra sacó a relucir el caso del “mensalao”, la prensa se pregunta en tono bajo cómo puede Lula salir indemne, pero en la práctica el PT se ha separado de esos malhechores sin mayores daños. Se ha separado sin separarse. Ellos son consolados y festejados en público por compañeros del Partido de los Trabajadores pero el escándalo no parece afectar a Lula, por encima del bien y del mal, legitimado por las elecciones presidenciales en las que ganó Dilma y ahora de nuevo por los triunfos electorales del PT. Paradoja: los brillantes jueces del STF fueron casi todos nombrados durante las dos presidencias de Lula.
¿Sabía Lula o no sabía? Obviamente, debía saber. No se delinquía en beneficio privado directo, sino para financiar con créditos de bancos y por intermediarios la compra de votos en la Cámara de Diputados. Era una maniobra política, ciertamente ilegal, discutida en la cúpula. Pero Lula, imperturbablemente alegre, viaja por Brasil haciendo ganar a sus candidatos. Por encima de las miserias de la política, el gran surfista Lula navega las olas y ordena las mareas, protegido por Iemanyá o por algún santo terrestre, en permanente euforia tras la mejoría de su salud, las victorias del Partido de los Trabajdores y el éxito de la presidenta Dilma Roussef, a quien él colocó de candidata a la presidencia.
Dilma tiene buenos resultados en las encuestas. La economía del país crece a ritmo estable aunque modesto, la inflación está controlada, los tipos de interés bajan, hay eficaces programas de apoyo a la gente pobre, hay novedosas propuestas de cuotas para población negra en universidades y el funcionariado.
La economía empieza a resentirse (menor exportación de mineral de hierro) debido al pequeño descenso de la demanda china. Es irresponsable seguir los recientes consejos de la Cepal por boca de Alicia Bárcena, intelectualmente tan desmejorada, para convertir América Latina en una proveedora de materias primas de China. Puede fallar la economía china y además esas exportaciones causan muchos conflictos por extracción de recursos. La izquierda brasileña del PT y de Lula y Dilma no es una izquierda verde, es una izquierda marrón, como la llama Eduardo Gudynas: color de tierra degradada. Esos conflictos ambientales aumentan constantemente. Pueden seguirse en el Mapa de Injusticias Ambientales y Salud de la Fundación Oswaldo Cruz, a cargo del doctor Marcelo Firpo Porto y otros colegas. Cientos y cientos de conflictos, a veces ganados, otras veces perdidos, sin efectos políticos generales.
¿Dónde fueron los 20 millones de votos ecologistas (y bastantes evangelistas) que ganó Marina Silva en las elecciones presidenciales de 2010, quedando en tercer lugar tras Serra y Dilma? ¿Dónde quedó su liderazgo?

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