La sentencia
Juan José Lara
“Lo haría de
nuevo, todo mal contigo y lo disfrutaría otra vez”, no era el ultraderechista
noruego autor de la terrible matanza, se trataba del coronel López cuando
escuchó la sentencia del tribunal que lo condenaba a cumplir cien años de
cárcel por crímenes durante la guerra.
Se lo dijo a su esposa al oído; ella de
cincuenta y tantos años, con varias cirugías plásticas, lo había escuchado con
displicencia.
En la sala se
encontraba al fondo una mujer de traje regional, quién escuchó el veredicto con
un resplandor reivindicatorio en la mirada. Ella había narrado su historia en
el curso del juicio. Su marido había sido capturado y conducido a un cuartel
por los soldados a cargo del coronel. Apenas se enteró, desencajada caminó
hasta la cabecera provincial para inquirir sobre su paradero; solo lo vio una
vez, estaba gravemente golpeado tendido en el rincón de un calabozo maloliente.
Regresó
infructuosamente a buscar al detenido muchas veces, durante las cuales fue reiteradamente
violada por el oficial. La ayudaba a
sobrellevar la repugnancia que le producía el acto, la esperanza de conseguir
la prolongación de la vida de su pareja.
Las expectativas
de verlo se aplazaban siempre para otro día, enfriándose paulatinamente con el
cansancio de sus idas y venidas agravado con los asaltos de aquél desalmado de
uniforme. Hasta que se resignó a la ausencia del marido.
Al dictarse la
sentencia se sintió rehabilitada, pensó que por fin su esposo podría cerrar los
ojos y descansar en paz.
La esposa del
oficial por su parte solo tuvo un pensamiento: su amante, de quién el mismo coronel López sabía,
tolerado con el tácito entendido que fuera discreta, por fin podría irse a
vivir con ella.
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