La Primavera Árabe está reñida con el glamur de Rania
La reina de Jordania adopta un perfil bajo por consejo de los servicios secretos
No se deja ver en reuniones de la 'jet set'
Tiene abandonado su Twitter, donde cuenta con más de dos millones de seguidores
La Primavera Árabe ha resultado fatal para el glamur y las revistas
del corazón. Primero perdieron a Asma, la esposa del presidente sirio
Bachar el Asad, cuya modernidad y elegancia alababa un inoportuno
reportaje de Vanity Fair justo en el momento en que su marido
reprimía con puño de hierro a los manifestantes que pedían democracia.
Ahora, empieza a notarse la ausencia de Rania de Jordania en el papel
cuché. Hace semanas que apenas se tienen noticias de la antes
superactiva esposa del rey Abdalá. No ha vuelto a tuitear desde que el
pasado 26 de octubre deseó felicidades con motivo de la fiesta islámica
del Cordero.
La última vez que la elegante consorte jordana abrió la boca en público fue el pasado septiembre durante la reunión anual de la Iniciativa Global Clinton. “Necesitamos otra revolución en el Mundo Árabe. Necesitamos una revolución de la educación”, dijo Rania que desde hace algún tiempo centra sus esfuerzos en ese ámbito. Pero la subida de los precios de los combustibles y la falta de resultados de las reformas anunciadas por el rey Abdalá, parecen haber convencido a los jordanos de que la única forma de conseguir cambios es echarse a la calle como ya han hecho algunos de sus vecinos.
A sus 42 años, Rania es toda una personalidad en Twitter (@QueenRania) con 2,4 millones de seguidores. También fue una pionera en YouTube, donde ya en 2008 lanzó su propio canal. Con anterioridad esta mujer moderna y atractiva había conquistado a los medios de comunicación. Licenciada en administración de empresas, había trabajado en varias multinacionales antes de casarse con Abdalá en 1993, cuando nadie esperaba que seis años más tarde el rey Husein iba a nombrarle heredero al trono en sustitución del tío Hasan. La joven reina se convirtió a partir de entonces en su mejor embajadora.
Su buen inglés, su soltura en los actos públicos y su fotogenia influyeron sin duda en que fuera votada la tercera mujer más guapa del mundo en una encuesta de la revista Harpers & Queen en 2005. Ese mismo año, la popular comunicadora estadounidense Oprah Winfrey la calificó en uno de sus programas de “icono de la moda internacional”. Además, defendía los derechos de la mujer en una región del mundo donde prevalecen los valores patriarcales.
Sin embargo, su éxito en Occidente no tuvo parangón dentro de Jordania, donde su tren de vida contrastaba con el conservadurismo y la pobreza de la mayoría de la población. Aunque la vigilada prensa local siempre ha evitado cualquier cotilleo sobre la reina, el malestar por sus gustos caros se evidenció a raíz de la fiesta que organizó en agosto de 2010 para celebrar su 40º cumpleaños y a la que invitó a 600 personas.
Estos son tiempos delicados para Jordania, un país de seis millones de habitantes, un millón y medio de refugiados palestinos e iraquíes, y escasos recursos naturales. En Amman se rumorea que los servicios secretos le han pedido que se muestre más discreta por el bien de la monarquía. Rania ya había reducido su visibilidad a partir de las críticas que causó su implicación en los asuntos de Estado que revelaron los cables del Departamento de Estado norteamericanos filtrados por Wikileaks a finales de 2010. Los más críticos, miembros de tribus que nunca aceptaron su origen palestino, llegaron a pedir al rey que la repudiara.
Desde entonces se ha consagrado a promover la educación de los jóvenes jordanos y a promover proyectos de desarrollo para las familias más desfavorecidas, a la vez que limitaba su aparición en galas y foros internacionales. También se han aparcado los planes para crear una fundación con su nombre al estilo de la que dirige la jequesa Mozah de Qatar.
A Rania no le preocupa sólo su imagen. Está en juego el futuro de sus hijos. El mayor de los cuatro, Husein, que tiene 17 años, es también el heredero del trono. Pero en las calles de Ammán, algunos de los descontentos están pidiendo que se reinstaure a Hamza, el medio hermano de Abdalá que el rey Husein tuvo con su última esposa, Noor.
La última vez que la elegante consorte jordana abrió la boca en público fue el pasado septiembre durante la reunión anual de la Iniciativa Global Clinton. “Necesitamos otra revolución en el Mundo Árabe. Necesitamos una revolución de la educación”, dijo Rania que desde hace algún tiempo centra sus esfuerzos en ese ámbito. Pero la subida de los precios de los combustibles y la falta de resultados de las reformas anunciadas por el rey Abdalá, parecen haber convencido a los jordanos de que la única forma de conseguir cambios es echarse a la calle como ya han hecho algunos de sus vecinos.
A sus 42 años, Rania es toda una personalidad en Twitter (@QueenRania) con 2,4 millones de seguidores. También fue una pionera en YouTube, donde ya en 2008 lanzó su propio canal. Con anterioridad esta mujer moderna y atractiva había conquistado a los medios de comunicación. Licenciada en administración de empresas, había trabajado en varias multinacionales antes de casarse con Abdalá en 1993, cuando nadie esperaba que seis años más tarde el rey Husein iba a nombrarle heredero al trono en sustitución del tío Hasan. La joven reina se convirtió a partir de entonces en su mejor embajadora.
Su buen inglés, su soltura en los actos públicos y su fotogenia influyeron sin duda en que fuera votada la tercera mujer más guapa del mundo en una encuesta de la revista Harpers & Queen en 2005. Ese mismo año, la popular comunicadora estadounidense Oprah Winfrey la calificó en uno de sus programas de “icono de la moda internacional”. Además, defendía los derechos de la mujer en una región del mundo donde prevalecen los valores patriarcales.
Sin embargo, su éxito en Occidente no tuvo parangón dentro de Jordania, donde su tren de vida contrastaba con el conservadurismo y la pobreza de la mayoría de la población. Aunque la vigilada prensa local siempre ha evitado cualquier cotilleo sobre la reina, el malestar por sus gustos caros se evidenció a raíz de la fiesta que organizó en agosto de 2010 para celebrar su 40º cumpleaños y a la que invitó a 600 personas.
Estos son tiempos delicados para Jordania, un país de seis millones de habitantes, un millón y medio de refugiados palestinos e iraquíes, y escasos recursos naturales. En Amman se rumorea que los servicios secretos le han pedido que se muestre más discreta por el bien de la monarquía. Rania ya había reducido su visibilidad a partir de las críticas que causó su implicación en los asuntos de Estado que revelaron los cables del Departamento de Estado norteamericanos filtrados por Wikileaks a finales de 2010. Los más críticos, miembros de tribus que nunca aceptaron su origen palestino, llegaron a pedir al rey que la repudiara.
Desde entonces se ha consagrado a promover la educación de los jóvenes jordanos y a promover proyectos de desarrollo para las familias más desfavorecidas, a la vez que limitaba su aparición en galas y foros internacionales. También se han aparcado los planes para crear una fundación con su nombre al estilo de la que dirige la jequesa Mozah de Qatar.
A Rania no le preocupa sólo su imagen. Está en juego el futuro de sus hijos. El mayor de los cuatro, Husein, que tiene 17 años, es también el heredero del trono. Pero en las calles de Ammán, algunos de los descontentos están pidiendo que se reinstaure a Hamza, el medio hermano de Abdalá que el rey Husein tuvo con su última esposa, Noor.
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