¿Cómo poder dstinguirse del montón? Todos los individuos desean ser considerados como únicos y separse del rebaño social. Pero por otro lado, el pensamiento se ha normalizado: hay que pensar como los demás, pertenecer a una red, no salirse del grupo.
Es porque tenemos miedo de la alteridad que establecemos comunidades de similaridades. Nos reagrupamos con los semejantes que piensan igual que nosotros: es la garantía de una ausencia de conflictos. Se habla mucho de "comunidades" pero no son más que subgrupos (minorías sexuales, étnicas, deportivas, políticas, etcétera) que están ahí para darnos la ilusión de la diferencia.
Por eso, ya no existen grupos abiertos, sino una multitud de pequeños grupos que se reconocen entre sí y que excluyen a los demás. Por ejemplo, los adolescentes que andan en pequeños grupos, oyen la misma música y se visten igual.
Cuando el sujeto está presionado a participar de múltiples redes cibernéticas, termina por no comprometerse con ninguna, salta de una red a otra con gran superficialidad, sin compromisos reales.
Para ser reconocido en la sociedad posmoderna, no basta con existir o respirar, hay que consumir: un individuo se define en primer lugar por su apariencia externa y por la calidad y cantidad de objetos que posee. Sin embargo, todo ese mundo de hiperconsumismo no satisface plenamente a nadie, a pesar del mejor nivel de vida y los modernos instrumentos de comunicación, subsiste el malestar ánimico y aumenta más el aislamiento individual.
Los filósofos actuales opinan que las frustraciones de los individuos posmodernos, son las que empujan con fuerza a consumir compulsivamente. Cuando más contrariedades ofrece la existencia cotidiana y las frustraciones personales, más se desencadena el consumismo a modo de consuelo instantáneo, satisfacción compensatoria y medio para levantar el ánimo.
En realidad es al contrario, los individuos se sienten frustrados porque el consumo no puede satisfacerlos. Cuando el deseo se limita ala posesión de bienes materiales, siempre se necesita más, lo que produce una dependencia, porque este "siempre más" nunca se alcanzará.
Por miedo al vacío y a la angustia, corremos de una actividad a otra, sin concedernos tregua alguna. Necesitamos conversar, tener siempre gente alrededor, por temor a vernos confrontados con nuestra propia imagen. Esta búsqueda incesante de comunicación, de consumo, de actividades sin fin, de nuevos placeres, está destinada a evitarnos el percibir la vacuidad de nuestras existencias. Cada quien tapa sus miserias existenciales como puede, no como quiere.
La vida social en la posmodernidad está marcada por el vértigo en que se nos mete a fuerza, hay impaciencia y no sabemos porqué, nos falta espacio libre para soñar.
Dice una paciente:
"¿Para qué tanto estudiar, tanto trabajar y esforzarse en hacer deporte para mantenerse en forma? No soy mejor que mi propia madre. Cuando me miro al espejo me refleja el enorme desinterés por la vida. Sé que no son todas esas actividades frenéticas las que me harán sentirme viva.
Tengo que detenerme para escuchar a mi cuerpo y escuchar la tierra, contemplar las estrellas o un atardecer, sin temer la no-vida, sin temer la muerte".
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