Con el sexo deesaforado se pretende encubrir soledades. La sociedad posmoderna se caracteriza por una hipererotización, en todos lados el erotismo o los signos de la sexualidad se muestran públicamente: en los puestos de periódicos están a la vista de todo el mundo las revistas para "caballeros", las películas exaltan la sexualidad sin ser abiertamente pornográficas, las vallas publicitarias, esos grandes espectaculares en las principales avenidas de las ciudades, exhiben a mujeres desnudas para provocar la compra de una !computadora o de un auto de lujo¡; nunca he podido entender ese abuso de la figura femenina para anunciar cualquier producto.
En esta era de perpetua provocación erótica caracterizada por la caída de las prohibiciones, bajo el pretexto de una mejoría del placer, han aparecido nuevas normas relativas al rendimiento sexual. Aunque los psicoanalistas sabemos muy bien que el exceso de sexo conduce inevitablemente al vacío.
Se dice que para sentirse bien con uno mismo, habría que aumentar el número de amantes y la frecuencia de las relaciones y, como la llamada sexualidad "normal" ya no es lo suficientemente exctante, hay que intentar prácticas sexuales diversas y atreverse a todo: el cambio de parejas, las perversiones livianas, el uso de juguetes o utensilios sexuales.
Nuestra sociedad, en un desesperado frenesí por escapar de la soledad, encontró en el sexo una salida falsa: Es lo que algunos sexólogos denominan "la sexualidad plástica", que consiste básicamente en la práctica del sexo oral y de la masturbación frecuente; es una sociedad onanista.
Los niños conocen cada vez más pronto nlameánica del acto sexual a través de las películas porno y de la Internet. Se les enseña a gozar sin trabas, pero también sin deseo, ya que por el simple ánimo de la transgresión que genera placer en sí mismo, los chicos carecen de deseo y de un erotismo real. Hacen las cosas si ganas, realmente...
Los medios de comunicación influyen demasiado en las mentes juveniles, las chicas aprenden a seducir a través de la valorización sexual de su ser: ellas se han transformado en objetos de deseo, cuando todavía carecen de los medios para ser sujetos de deseo. Se vuelven prisioneras de la mirada del otro para existir.
Una sexualidad compulsiva toma el relevo de los trastornos de la alimentación como la anorexia y la bulimia.
La Internet constituye un inmenso "sex-shop al que se puede visitar a cualquier hora del día y de la noche. A veces es tal la adicción al sexo que inclusive en horas de trabajo algunos se conectan con las páginas de pornografía.
Ninguna de estas mutaciones sociales, que son más obvias en países ricos, que empujan a una forma de soledad sumergida en lo virtual se puede entender sin considerar con mayor precisión el marco global que ya hemos mencionado: en de la representación dominante de una sociedad de la abundancia en la que prima el individuo, el consumo y el hipernarcisismo.
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