En un mundo de apariencias como en el que vivimos los habitantes del mundo del siglo XXI, en la parte occidental, culturalmente hablando, lo que importa no es lo que se es, sino lo que aparentamos. Esto conlleva a la trivialización de la perversión: en todos los ámbitos se consolida la tendencia a tratar al otro como un objeto del que uno se sirve mientras sea útil, y que se desecha cuando ya no interesa.
Actualmente asistimos en los consultorios a la constatación de las patologías narcisistas, porque este tipo de personalidades muestran una hiperadaptación al mundo moderno. Este fenómeno lo ocasiona la empresa económica y su trato a sus empleados. Lanzan a todos en una lucha por la vida, que en realidad es una lucha contra los demás, todos son virtualmente enemigos que hay que eliminar.
Estos individuos son sumamente impulsivos, muy activos; carecen de interioridad y sus relaciones son lúdicas y superficiales. Estos individuos cultivan una superficialidad que los protege en las relaciones afectivas y les permite evitar cualquier tipo de compromiso íntimo. Buscan un sentido en la vida y trata a toda costa, incluso atropellando a los demás, de llenar su vacío interior.
Los pacientes actuales se quejan en el consultorio de la dureza de la vida externa. En lugar de expresar una pregunta acerca del origen de su sufrimiento, nos piden más bien que reparemos "su máquina psíquica", para que funcione mejor. en el plano psíquico, se han vuelto insensibles, se quejan de un sentimiento permanente de vacío interior que no tratan de analizar: simplemente quieren una receta mágica para arreglar tal cosa.
La importancia concedida a la imagen del sujeto lleva consigo una fragilidad narcisista que provoca en algunos un desmoronamiento ala menor crítica recibida. Cada vez más personas se sienten rechazadas o incomprendidas por el mundo, y cualquier crítica se vive como una agresión brutal.
Es su fragilidad narcisista lo que impide que un individuo perverso perciba al otro como un sujeto, y pueda compadecerse de su sufrimiento. Y es también lo que empuja a muchos a afirmarse acosando a los demás, a sus subalternos, amargándoles la vida.
Aun cuando no todos los individuos narcisistas son perversos, es fácil de comprobar una trivialización de los comportamientos perversos: se concede cada vez menos importancia al otro y se eluden las responsabilidades. Si surgen problemas, nadie se juzga a sí mismo: atribuyen su responsabilidad a otros.
Los antiguos conceptos y valores referidos a la amistad, el amor, la solidaridad, la comunidad y la ayuda mútua, ya casi nadie los práctica por obsoletos.
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