En una sociedad posmoderna basada en la comunicación virtual, parece algo normal buscar relaciones en la Internet. En efecto en la vida real, existen cada vez menos lugares físicos de intercambio social, y, por tanto, de encuentros casuales.
En las grandes ciudades, la gente vive y trabaja muy próximas a otras personas, pero no se tocan, ni conversan, ni se encuentran nunca. Por eso si se desea salir de la red familiar o amistosa que posee cada quien, no queda más alternativa que la Internet.
La soledad no siempre se percibe como tal, porque puede quedar enmascarada por los encuentros, la agitación y las ocupaciones profesionales. Algunas personas , al no soportar el silencio,lo llenan con la radio o la televisión, porque necesitan ese "murmullo" para sentirse acompañados con el ruido.
Son los mismos individuos que, a continuación, telefonearán a alguien o encenderán su computadora para "chatear" toda la noche. Hay un exceso de información que circulan por el aire, para ello existen miles de personas que necesitan recibir noticias en tiempo real en su teléfono móvil. Para ellos , un día sin noticias es algo inconcebible. las informaciones son cada vez más abundantes pero más fraccionadas.
Hay que concentrarlo todo, sobre todo el pensamiento. Por ejemplo, en los debates televisivos, los invitados son instruidos antes para que den respuestas cortas, nunca pueden desarrollar una idea completa, siempre son fracciones de ideas nada más.
En una encuesta reciente se pudo comprobar que los adolescentes pasan un promedio de cuatro horas y media frente a la pantalla , ya fuera la televisión, una computadora o una consola de videojuegos. Se encierran largas horas en su habitación, pero no se sienten solos, porque están !conectados¡. Tienen la sensaciónde estar conectados con el mundo entero: a través de los chats, pueden dar su punto de vista, mostrar sus fotos, difundir sus sonidos, su música...
La sociedad se empeña en hacernos creer que nuestro sentimiento de soledad proviene de un déficit de comunicación y que podríamos engañar a la soledad llenándonos de información, de música, de consumo compulsivo, etc. Nuestra mente se diluye en la sobreinformación, y perdemos todo espíritu crítico y cualquier tipo de sensibilidad hacia el otro. Creemos que nos comunicamos mucho, pero la mayoría de las veces sólo lo hacemos de un modo rápido y superficial. Ahora bien, un intercambio profundo requiere su tiempo.
La mayoría de las veces, no se trata de verdaderas conversaciones entre las personas que viven en el mundo virtual de la comunicación, sino de un simple comentario sobre lo que están haciendo: no están en comunicación con el otro, sino consigo mismos. Cuando no hablan por teléfono móvil, escuchan música, sobre todo los jovencitos.
Las conversaciones o sus simulacros de ellas, a través del teléfono móvil, son regularmente puras superficialidades, cosas vanas e intrascendencias. Los fóbicos sociales, por ejemplo, que temen la relación cara a cara con el otro, pueden, por medio de los chats, hacerse la ilusión de comunicarse sin sentirse amenazados.
Las quimeras de lo virtual nos ponen frente a frente a la Internet con gran entusiasmo. En teoría todo el mundo se puede comunicar con todo el mundo, y esta comunicación funciona cada vez más sobre una base emocional, una pseudointimidad, lo que nos coloca en una posición de transparencia angustiosa y nos vuelve extremadamente sensibles a los comentarios del exterior.
A causa del alejamiento de las relaciones, se ha desarrollado una falsa intimidad, bajo la forma de un exhibicionismo afectivo y confesiones compulsivas para sugerir una proximidad: hay que decirse todo y muy rápido; cuanto menos se conoce al otro, más confidencias se hacen.
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