miércoles, 3 de febrero de 2010

en Terapia

Afirmo que la televisión comercial embrutece la mente, y eso lo he podido comprobar en casi todos los países en donde he rolado por el mundo; la televisión es nefasta.

Sin embargo, ahora que estuve en el Distrito Federal, capital mexicana, pudo ver con regocijo una serie estadunidense en el Canal 22, que es una emisora pública al igual que el Canal 11, donde se tratan asuntos propios de la posmodernidad: la renuncia a la maternidad, el descrédito del matrimonio, la infidelidad, las relaciones homosexuales, el enamoramiento de una joven con un hombre mayor; y finalmente, los conflictos existenciales del psicoanalista disparados por sus pacientes.

La serie se llama: en Terapia. Se trasmite de lunes a viernes de nueve a diez de la noche.

Varias cosas me llamaron la atención en esta serie de televisión, de magnifica factura, la actuación soberbia de los actores y los diálogos entre ellos, y la sobriedad de los espacios donde transcurre la acción psicoanalítica, ya sea donde el protagonista de la serie recibe a sus pacientes, como el lugar donde el terapeuta consulta a una psicoanalista que es su supervisora.

Lo importante de esta era posmoderna es, sin lugar a dudas, la psicologización de la vida diaria. Todo pasa por el tamiz de la psicología y el psicoanálisis. Toda familia clase media que se respete, tiene un psicoanalista de cabecera, como antes se disponia de un médico familiar.

No hay problema social, cultural y familiar que no merezca ser tratado y dirigido por un psicólogo o psicoanalista. Estos personajes son los expertos en hallar soluciones a los problemas individuales y colectivos de estas sociedades modernas. Ni los niños se salvan de pasar por un consultorio de psicología o psicoanálisis, básicamente por que la escuela determina que esa criaturita tiene "problemas" de algún tipo que hace necesaria la intervención del especialista; gracias a los maestros los consultorios están repletos de padres de familia angustiados por no ser "competentes" en la crianza de sus hijos. "Hijo problema, igual a padres problema". dice el refrán moderno de los maestros que diagnostican a los niños con la mano en la cintura.

Me parece que esta serie retrata perfectamente bien, esta necesidad de caer en los divanes de los especialistas a la menor insinuación de que algo falla en la conducta del individuo.

La psicología atraviesa a la sociedad de arriba a abajo y horizontalmente también. Nadie se escapa de ello, quien no consulta sus temores y fobias con un experto está fuera de lugar ante su círculo de amistades.

Finalmente, me identifiqué con el psicoanalista protagonista de la serie, porque exhibe nuestras debilidades y angustias ante pacientes que nos provocan desesperación y rechazo. Siempre queremos demostrar al paciente que somos "ecuánimes" y que nada nos altera la paciencia, cuando en el fondo es todo lo contrario.

Cuando me formé como psicoanalista allá en las postrimerías del siglo pasado, leí un ensayo maravilloso acerca del aburrimiento del psicoanalista ante el discurso repetitivo del paciente, que hace que uno se trague todos los bostezos del mundo, con mucho disimulo.

Aplaudo el que aparezca una serie insólita como es "en Terapia", porque permite asomarse al campo vedado de las sesiones en una especie de voyerismo, del cual todos somos fanáticos; siempre queremos hurgar en los entretelones de la vida de nuestros semejantes.

Si desean ustedes saciar su curiosidad sobre lo que ocurre dentro de un marco terapéutico, está es una oportunidad de oro. Las historias son verídicas en cuanto a que exponen problemas reales de individuos como tú y yo.

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