En esta sociedad posmoderna no basta solamente con ser un buen consumidor de objetos y servicios, además se debe ser un gran seductor obligadamente. Ya sea para buscar un empleo o una pareja, es necesario tener una "buena" imagen. Es necesario ser atractivo, estar en forma (atlético, pues), sonriente, feliz, relajado. Si uno no reune esas características, al menos hay que aparentarlo, so pena de pasar por un mediocre.
La felicidad es un mandato social, como si no ser feliz fuera síntoma de fracaso personal. Todos corren tras eso que llaman la felicidad, tratan de atrapar una quimera, un sueño, una ilusión. La mayoría de las personas ponen la felicidad como una meta futura: "cuando yo me case, cuando tenga mi primer hijo, cuando me gradúe, cuando compre un auto", etcétera.
Casi nadie vive el presente, donde la felicidad puede pasar desapercibida, porque los individuos están más atentos a lo que sucede en su entorno que en su propio interior. La felicidad la equiparan casi siempre con cosas o hechos extraordinarios, insólitos, sorprendentes; ignorándo que la felicidad siempre es presente y fugaz, y por lo regular algo muy sencillo de alcanzar.
Triunfar en la vida profesional con el riesgo de perder el empleo, triunfar en la pareja con las posibles rupturas que acompañan a las relaciones humanas, educar correctamente a hijos que hacen lo que se les da su regalada gana, todo ello es fuente de dudas y de inquietud, es algo que es necesario fingir u ocultar a los demás. Se vive de apariencias, todos aspiran a ser grandes actores o actrices para actuar ante su entorno social, sin mostrar fisuras o debilidades de algun tipo.
Muchos piensan que son una basura humana si no son los mejores y los más bellos del mundo, y la modernidad los incita a creer en su propia omnipotencia: los progresos de la medicina permiten tener hijos cuando a uno se le antoja, la cirugía estética puede reparar la decrepitud del cuerpo y del rostro, se puede lograr un mayor rendimiento laboral o deportivo ingiriendo sustancias psicotrópicas, y, gracias a la Internet, se espera encontrar a quien nos aportará nuestro porvenir soñado.
Las consignas de nuestra sociedad actual son: "Tienes que ser bello(a), rico(a) y eficiente", han convertido el fracaso y las deficiencias personales en algo insoportable. Los varones que nos llegan a la consulta psicoanalítica, vienen preocupados por las dificultades ligadas a la impotencia o a la eyaculación precoz, sienten que no están a la altura, que es demasiada la presión sobre sus hombros.
Los hombres actuales son víctimas de una enfermedad de la responsabilidad, que les parece excesiva, enlas que predomina la impotencia en todo sentido. Muchos de ellos tiene que acudir a sustancias psicoactivas para "dar el ancho" ante la vida o ante ellas. Algunos toman unos cocteles vitamínicos al levantarse, o incluso, si la jornada se anuncia larga y complicada, tomaran excitantes de larga duración; luego al regresar a casa por la noche se toman un trago de alcohol para relajarse, y, finalmente,un somnífero para conciliar el sueño. Otros necesitan tomar un estimulante para aliviar la falta de erección, y eso puedo ocurrir diariamente.
Se observa un brote de patologías adictivas, incluyendo el exceso de actividad deportiva, además de buscar sensaciones placenteras a través del alcohol, el juego, las drogas, el sexo o algunas prácticas perversas en la relaciones de pareja.
Y al menor desafallecimiento, se recurren a los ansiolíticos o a los antidepresivos.
Decía Freud: "la vida tal comomo nos ha sido impuesta es demasiado dura para nosotros; nos inflige demasiados dolores, depcepciones y tareas insolubles".
Para poder soportar la vida moderna, no se puede prescindir de remedios sedativos. Estos remedios son de tres tipos: las diversiones (deportes de alto riesgo) que permiten ignorar nuestras miserias, las satisfacciones sustitutivas que las disminuyen y las drogas que nos vuelven insensibles al entorno.
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