En esta era de la posmodernidad hay nuevas patologías asociadas al desenfreno en el uso de las tecnologias.
Hay un fenómeno que llama la atención de los educadores, que es el caso de los niños y preadolescentes que se niegan asistir a la escuela. Esta fobia escolar podría estar ligada a una angustia de separación de la madre o, incluso, al temor a las burlas o a las críticas por parte de profesores o compañeros, a unmiedo a la presión o a la violencia escolar.
Pero son sobre todo los padres quienes consolidan estos trastornos, instalando al hijo en su rechazo,al organizarles una vida hecha de Internet, de videojuegos, de mascotas y de cursos por correspondencia.
En Japón, cientos de miles de jovenes adolescentes viven encerrados literalmente a piedra y lodo en sus cuartos, sin contacto siquiera con su propia familia pero si con la computadora viven una existencia virtual, de ilusiones. Por temor a enfrentarse con la realidad, estos jóvenes, que en su mayoría oscilan entre los 20 y los 30 años de edad, se refugian en un mundo infantil, virtual.
Su sexualidad se reduce a fantasear con los videojuegos o las películas porno. si acaso salen de su cuarto y se atreven a salir de casa, lo hacen por la noche para ir de compras para evitar todo contacto humano. Este fenómeno social de los jóvenes japoneses no es privativo de ese país asiático, sino que ya está extendido por todo el mundo.
Es fácil engancharse a los chats y a los encuentros en la Internet. Se trata de una conducta adictiva comparable alos de los jugadores patol+ógicos o los compradores compulsivos, que muestran trastornos como la ansiedad, el insomnio y dificultades para concentrarse en caso de abstiencia de la tecnología. Estos ciberadictos son incapaces de refrenar su imperiosa necesidad de "conectarse" y finalmente son arrastrados a permanecer frente a la computadora hasta 24 horas contínuas, algunos usan pañales desechables para adultos para no ir al baño.
Este es el caso de una paciente enferma de ciberdependencia:
"Tras quedar viuda a los 43 años, se inscribió inmediatamente en varias páginas de encuentros. Durante dos años, tras su trabajo, volvía rápido a su casa para poder chatear. Todas las noches salía con desconocidos y, al regreso, se volvía a conectar. A veces, iba directamente a trabajar después de haber pasado la noche en blanco. Por estar conectada se olvidaba de conectarse con su propio cuerpo y no comía ni dormía.
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