Quien no se doblegue a la coacción de la comunicación habrá de renunciar al orgullo de estar siempre a la altura de la época, estar "in", y en la cúspide del movimiento social.
Ya casi es un privilegio no tener que conectarse a La Red, lo mismo que ver solamente lo que está cerca, en lugar de la Tele-Visión, es decir de la visión a distancia. Hemos de covertirnos de nuevo, en buenos vecinos de las cosas más cercanas y entrañables.
¿Pero no están de moda estas maniobras de exoneración, de reflexión sobre las cosas más cercanas? ¿No está en vías de regresión el tipo de hombre que se complica las cosas, que se deja cargar con saber y responsabilidad? Nuestra civilización, en la que crece la participación de los "singulares", ¿no se está transformando en una sociedad de consumidores finales, que desligados de la cadena de generaciones, sólo se cuidan de sí mismos?
La tendencia de moda es quitarse los trastos de la vida. Se nos recomienda tirar por la borda el lastre material y espiritual. Esa recomendación presupone que los trastos viejos que se amontonan en el hogar y que impiden la normal circulación corresponden a una saturación espiritual, a un lastre de irresoluciones y saber que nos impide tomar la vida con buen ánimo en nuestras manos.
A primera vista parece como que si lo que se pusiera en el centro fuera el desarrollo del individuo. Pero se trata de un individuo construido según el modelo del consumidor consciente de sí mismo, que, seguro de su gusto, sabe escoger entre una rica oferta y se esfuerza por poner fronteras a la dependencia respecto de los hombres y las cosas.
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