Cuentos malvados
Cuentos malvados. Páginas de espuma, España, 2010, 141 pp. Dividido en siete partes, este libro contiene noventa y nueve microrrelatos de una autora reconocida por su originalidad y capacidad de fabulación, como se evidencia en este muestrario de miedo y humor negro.
La lluvia caía fuera y la melancolía dentro. Empujó el taburete con los pies y se ahorcó. Entonces la melancolía dejó sitio al agua, el agua lo invadió todo y lo hallaron flotando en la habitación llena de lluvia, con una cuerda alrededor del cuello como amarra.
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Cayó del cielo con un ala de plumas blanca rota. Los niños le ayudaron a levantarse, lo rodearon mientras lo observaban con admiración y luego lo apedrearon hasta que murió.
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Entonces las estrellas cayeron, el trueno aulló con todo su horror, la tierra se rajó de parte a parte y los mares engulleron las orillas y la arena. Y las voces, silenciosas hasta entonces, sentadas y atentas al espectáculo, rompieron a aplaudir y vitorear. Cada año se superaban.
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Las mariposas se acercan y yo escondo mi cabeza entre las manos, aterrada, con el aleteo insidioso y multicolor en mis oídos cansados, apretada contra el muro; y sé que no hay escapatoria, que las mariposas están ahí y no se irán, y que tras eso ya no hay nada más.
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Era tan guapo, tan inocente, despertaba tanta lástima tras haber perdido a sus padres en aquel pavoroso incendio, su trauma era tan grande que a los que le adoptaron ni se les ocurrió prohibirle que jugara con cerillas. A sus padres tampoco se les había pasado por la cabeza.
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La segunda vez que se bañó en sangre de doncellas su piel se volvió nácar joven. Con la conciencia intranquila pidió al obispo que bendijese su próximo baño. El obispo agitó el hisopo: el agua bendita cayó en la sangre, e inmediatamente hirvió de gusanos que devoraron a la condesa.
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Dentro del laberinto, el monstruo esperaba inquieto: tras siete años, su tributo llegaba. Siete jóvenes y siete doncellas. Una de las muchachas era una niña con grandes ojos asustados. La calmó, jugó con ella. La devoró mientras dormía. Le gustaba guardar el postre para el final.
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