lunes, 25 de abril de 2011

El Kamasutra televisivo.

El kamasutra televisivo
Por: Santiago Gimeno

¿Es el sexo sucio sólo cuando se hace bien o está bien hecho sólo si es sucio? En las series de televisión, de Roma o Los Soprano a las más recientes Hung, Camelot, Los Borgia o Juego de tronos, cada vez florece más lo de pintar el templo, apretar las tuercas o como lo quieras llamar. Y encima, de un modo explícito. En los 90 Melrose Place nos parecía de lo más vicioso y lascivo, pero el auge de personajes desinhibidos y la libertad de canales como HBO, Showtime o Starz han conseguido que la promiscuidad de Amanda Woodward nos parezca un juego de niños.

La parrilla del cable estadounidense es como una enorme sala "X" apta para todos los públicos. Tenemos el sexo banal y escandaloso entre Nucky Thompson (Steve Buscemi) y Lucy Danziger (Paz de la Huerta) en Boardwalk Empire y también el exagerado y a veces pueril de True Blood y Spartacus. La ficción de Starz, un antes y un después en la representación del fornicio, ha suscitado tanto críticas como alabanzas por su crudeza en las escenas subidas de tono: orgías, voyeurismo, lenguaje descarnado ("Todo se reduce a un par de tetas y a un coño prieto"), desnudos frontales y músculos sudorosos esculpidos a golpe de gimnasio.

Si en el cine cada vez se impone más la tendencia de que lo casto es el nuevo tórrido –sólo hay que ver Crepúsculo–, en televisión se ha pasado de sugerir a escandalizar, y no siempre de forma gratuita. Ahí está Alan Ball, creador del título vampírico encabezado por Anna Paquin, que siempre ha definido como "ridículo" que sus personajes fueran célibes al igual que los de Stephenie Meyer: "Los vampiros son el sexo. No entiendo una historia de vampiros sobre la abstinencia sexual […] Si vemos la base, es el hecho de que crean orificios en el cuello donde antes no había ningún agujero. Es como desvirgar".

Incesto en 'Los Borgia' y en 'Juego de tronos'

Como buenas herederas de la sublime Los Tudor, las recién estrenadas Los Borgia (Showtime) y Camelot (Starz) –ambas con Michael Hirst detrás– prometen dar guerra en medio de fiestas palaciegas, confabulaciones y luchas de poder con el sexo como arma política. En el piloto de Los Borgia, que será estrenada muy pronto en España a través de Cuatro, podemos ver a una curiosa Lucrecia (Holliday Grainger) espiando a su hermano César (François Arnaud) en pleno acto. Pero en caso de seguir la leyenda negra que salpica a la familia de Alejandro VI y la novela La primera familia del crimen de Mario Puzo –sí, el de El Padrino–, la trama subirá todavía más la temperatura y coqueteará con la violación y hasta con el incesto.



Juego de tronos, en Canal + a partir del 9 de mayo tras su esperadísimo estreno en HBO el pasado domingo 17, tampoco olvidará el sexo entre parientes y otros asuntos que no te queremos desvelar. El director Álex de la Iglesia, fanático del mundo creado por George R.R. Martin, ya ha hablado de su sensualidad: "Es terriblemente erótica. No, erótica es una palabra muy antigua. Digamos que es muy cerda. Me excita mucho".

Los últimos escándalos

Aunque el diario británico The Independent haya publicado que las dosis de sexo han disminuido porque "han dejado de ser singulares", lo cierto es que estas cuatro letras –tres en inglés– todavía levantan ampollas. Los últimos escándalos en materia televisiva los han protagonizado, sin ir más lejos, el remake americano de Skins (MTV) y el piloto pendiente de estreno Playboy (NBC). La primera, todavía por confirmar una segunda entrega y con un casting con edades de entre 15 y 19 años, rebajó su tono acusada de violar la ley federal que protege a los menores contra la pornografía. La segunda, mientras tanto, acaba de saltar a la palestra gracias a una información publicada por Variety. Esta afirma que los contratos de las estrellas incorporan una cláusula que les obliga a desnudarse y a representar escenas de alto voltaje.

Lo que es indiscutible es que en el sexo teleseriado lo más importante no es ni el tamaño ni el preservativo. Es la coherencia. Conociendo a Tony Soprano no nos lo imaginamos como un marido devoto y fiel, y tampoco a Hank Moody, el protagonista de Californication (Showtime), sin su gusto trasgresor y pornográfico. Jorge Carrión, autor de Teleshakespeare (Errata Naturae), acierta cuando dice que innovó al mostrar con desparpajo mujeres desnudas, ruptura de tabúes y un trasfondo bukowskiano entre rayas de coca y diálogos ingeniosos.

Quizá uno de los títulos más desconocidos, complejos y profundos –por qué no decirlo– sobre el sexo sea Tell me you love me, una maravilla de HBO que sólo tuvo 10 capítulos. Digamos que era como el In Treatment del sexo. Analizaba a tres parejas en diferentes estadios de la vida y estas, a su vez, confesaban sus problemas de alcoba a una terapeuta interpretada por la magnífica Jane Alexander. Recreaba sin tapujos escenas de sexo oral, eyaculación y masturbación. Se montó tal lío que el director tuvo que admitir que todo era, en realidad, simulado. Si quieres saber más casos, la lista es interminable: El Séquito, Weeds, Sexo en Nueva York, The L word, Shameless –la británica y la americana–, Big Love, Mistresses, Nip/Tuck, Dirt…

El morbo de la elipsis y el caso español

El tira y afloja y la insinuación también pueden ser excitantes. El matrimonio formado por Michelle y Robert King controla los dobles sentidos, las elipsis y las sugerencias en The Good Wife (CBS) como si fueran alumnos de Ernst Lubitsch y Billy Wilder; Matthew Weiner nos ha dejado momentos memorables en Mad Men (AMC), como ese encuentro a lo dolce vita entre Don y Betty Draper, y en Fringe (Fox) hemos tenido que esperar 57 capítulos para que Olivia –la nuestra, no la del otro mundo– le diera un morreo como Dios manda a Peter y se lo llevara escaleras arriba. ¡¡Ya era hora!!



En España, salvo Sin tetas no hay paraíso (Telecinco), Física o Química (Antena 3), Cuestion de sexo (Cuatro) o las elegantes Gran Reserva (TVE) e Hispania (Antena 3), seguimos sin atrevernos. Miguel Sáez, el que fuera coordinador de guión de Sin tetas, opina que sigue siendo un tabú. “Alan Ball pone a sus personajes a follar a diestro y siniestro pero aquí seguimos pensando que es mejor sugerir. No podemos hacer un Californication, pero no porque seamos católicos ni mojigatos. Sencillamente porque notamos el hacha si no tenemos audiencia. Y cuanto más generalista eres, más público tienes”. Lo que sí lamenta el también ex de Al salir de clase (Telecinco) es que a veces sí que se emplee como recurso desesperado para ganar share. Si no te lo crees, piensa en los culillos y los escotes furtivos que has visto en Águila Roja (TVE) o recuerda los desnudos de Álex González y Kira Miró en la ya cancelada Lex (Antena 3).



Manohla Dargis, jefa de críticos cinematográficos en The New York Times, tiene su propia teoría sobre la diferencia que existe hoy entre cine y televisión. Para ella, el neo-puratismo y la vergüenza impide a los realizadores mostrar una relación sexual en la gran pantalla. Últimamente hemos podido ver filmes que desmontan esta teoría, como Cisne negro, Blue Valentine o Amor y otras drogas. S.T. VanAirsdale, crítico del Times y también colaborador en The Huffington Post, contradice a Dargis y expone una nueva hipótesis.

A los espectadores nos cuesta ver esta clase de escenas en el cine no por rubor ni por embarazo, sino por egoísmo. Nos desexualizamos al vernos rodeados, nos preocupa lo que creerá el vecino de nuestra reacción y se nos corta el rollo. “Nos incomoda la idea de compartir nuestra excitación […] La privacidad de nuestros cuartos de estar nos da una especie de inmunidad y así podemos ruborizarnos”. Por eso la televisión gana en centímetros al cine. Aunque sea sólo en la carne que enseña, claro.

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