Desde la reconciliación con su hija hace unos meses, de la multimillonaria Liliane Bettencourt no se había vuelto a saber nada. La dueña de L'Oréal, que el año pasado se encontró en el centro de un escándalo político-financiero en el que se mezclaron rencores familiares, amistades peligrosas, acusaciones de corrupción política y sospechas de fraude fiscal, ha decidido romper su silencio en Le Figaro. Decidida a pasar página, la segunda mujer más rica del mundo asegura: "Estoy feliz de vivir en paz".
"Tenemos caracteres muy diferentes, pero esto tiene su interés y nos vemos muy a menudo", explica Bettencourt cuando se le pregunta por su relación con su hija, François Meyers-Bettencourt. "Nos hemos reencontrado. Me alegro", añade. Durante las numerosas revelaciones que se hicieron en el caso Bettencourt, salieron a la luz la existencia de cuentas bancarias en Suiza y de una isla en las Seychelles no declaradas al fisco. Preguntada sobre estas acusaciones, la multimillonaria sostiene que todo está ahora en orden. Bettencourt ha cambiado a su gestor, Patrice de Maistre, uno de los protagonistas de la trama en su vertiente fiscal y política, por Pascal Wilhelm. Este nuevo asesor, según Bettencourt, "se encuentra en contacto regular con la administración fiscal y soluciona lo que haya que solucionar".
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