Dianética y Fraudeología
Por Benjamín Palacios Hernández
La naturaleza humana es desconcertante: capaz de pasmosas penetraciones científicas, al mismo tiempo hace posible que grandes sectores de la población continúen comulgando con las enormes ruedas del molino de cualquier charlatanería.
Esta aparente contradicción acudió a mi cabeza al leer la dolida carta que el portavoz de la “Iglesia de Scientology” en México dirigió, en el anterior M Semanal, a la directora de la revista. “Por el alcance de esta religión (…) millones de personas en el mundo ahora son más capaces, más inteligentes…”, afirma solemnemente aquél, y se queja del “artículo prejuicioso al que M Semanal le dedicó sendas páginas”, desmintiéndose en el acto a sí mismo pues ninguna persona capaz e inteligente utilizaría el vocablo “sendas” en ese sentido tan sin sentido, y menos aún hablaría de “mentiras” que hace mucho tiempo, sostiene el cienciólogo, fueron “probadas falsas”. Cuando se pruebe que una mentira es verdadera entonces sí habría que echar las campanas a repicar, aunque ello nos introduciría de lleno en el reino de las paradojas; mientras tanto, no hay para qué ocuparse en probar la falsedad de lo que ya es, por definición, falso.
Y hablando de falsedades, ¿qué pensar de una “religión” cuyo Génesis y Antiguo Testamento afirman que hace 75 millones de años un emperador galáctico de nombre Xenu exilió a la Tierra a unos malvados (que ya para entonces los había) llamados “thétanos”, cuyos espíritus aún ahora infectan las psiques de nosotros, los humanos? No es, así, un pecado original, pero sí un mal infeccioso que puede ser “curado”. Según la dianética del profeta Hubbard, “nos podemos liberar de nuestras psicosis si nos enfrentamos a los incidentes traumáticos o engramas que bloquean nuestra mente”.
Esta sanación se logra borrando los traumas de millones de vidas pasadas, taumaturgia que conduce al ser humano a la felicidad al pasar de ese modo a un estado llamado “clear”. ¿Y cómo se logra semejante milagro? Pues muy sencillo: mediante cursos especiales y “sesiones de auditación” con el E-metro (abreviatura de electropsicómetro), definido (¿definido?) por los propios “cienciólogos” como “un instrumento especialmente ideado que ayuda al auditor y al preclear a localizar áreas de angustia o dolor espiritual”.
“El E-metro —aclaran— es un aparato religioso, y sólo lo pueden usar los ministros o quienes se entrenan para serlo”. Y es aquí donde entra el cochino dinero, pues ni ese artilugio (que imagino como aquellos “aparatos científicos” de las películas de El Santo) ni su uso ni las sesiones “sanativas” son de a gratis, no. Algunos cálculos hablan de 500 dólares por hora de “auditaciones”. Otros indican que la “terapia” completa, hasta la “cura”, bien podría costar 80 mil dólares.
De este modo, para beneficio de incautos pudientes, tenemos engramas, auditaciones, clear, preclear, e-metros y tetanes operantes; “cienciología” más antiquísimos soberanos galácticos; una ciencia que no es ciencia y una religión que no es religión, y un profeta presentado como filósofo cuando en su vida pasó de ser un mediocre escritor de ciencia ficción.
En Los hermanos Karamazov Dostoievski dijo: “Hemos corregido Tu obra, y la hemos fundamentado sobre el milagro, el misterio y la autoridad”. Si hubiese conocido a los dianéticos habría añadido: “y sobre el embuste y el dinero”.
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