domingo, 28 de agosto de 2011

Chile: el talón de Aquiles.

EL talón de aquiles del Jaguar
Aunque los índices macroeconómicos de Chile han sido excelentes, producto del modelo heredado del pinochetismo, la falta de distribución ha ocasionado desigualdad social, provocando las protestas que recorren el país


SANTIAGO DE CHILE.— “El jaguar sudamericano”, un apodo que Chile se ganó a pulso en los años 90, cuando el modelo económico impuesto a sangre y fuego por la dictadura de Augusto Pinochet se consolidaba y era legitimado por la Concertación Democrática (CD).

El crecimiento económico sostenido, el acceso de millones de chilenos a bienes de consumo, las privatizaciones y la apertura económica, junto con la ratificación de las permisivas leyes laborales, todo fue avalado como parte del credo neoliberal y, a diferencia de lo que ocurrió en los países vecinos, en Chile esta política tuvo llamativos resultados.

La ecuación fue concreta. Chile emergió de la dictadura respetando las políticas de Estado de ésta. La económica fue la mejor muestra de ello: el sistema educativo del pinochetismo, transfiriendo las escuelas del Estado a los municipios, fue la peor.

Pero los gobiernos de la Concertación ocuparon 20 años el poder de La Moneda, dispuestos a no hacer olas. Ese respetar las Políticas de Estado, se transformó “en un hacer sin nosotros. Había más de tres millones de chilenos que no estábamos en el balance”, explica Mauricio Robles sociólogo. “El modelo chileno”, fue visto en el mundo como un éxito. Vecinos sudamericanos como Bolivia y Argentina, donde todo lo que olía a neoliberalismo fue quemado en la hoguera de las turbas enfurecidas al comenzar el siglo XXI, veían lo que sucedía en Chile con extrañeza.

“Macroeconómicamente, Chile impuso un control de divisas y otros mecanismos que ayudaron a que la economía fuese sólida”, suele recordar el ex ministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre. Esos mecanismos y los altos precios del cobre, una de las pocas joyas estatales en no ser privatizadas, conformaron las claves de ese éxito, que le permitió, en 20 años, reducir la pobreza del 43% al 1.1% que marca la encuesta Casen en la actualidad.

Pero el talón de Aquiles del modelo era la desigualdad social. Los críticos se encargaron de denunciarlo una y otra vez, mientras que los partidarios escondían todos esos “defectos” y aseguraban que Chile era un ejemplo de “alumno modelo en la región”, como el caso del premio Nobel Mario Vargas Llosa. Fue esa conducta ejemplar la que le permitió en 2010 ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), pese a las asignaturas pendientes, y que hoy le permite presumir de haber crecido, en el primer trimestre del año, un 8.4% y de tener una previsión de aumento del PIB para este año de 6.8, aun cuando ya se presentan signos de desaceleración, según el presidente del Banco Central, José Degregorio.

Los pendientes son todos sociales, como lo ha demostrado la crisis de la educación y la huelga del miércoles y jueves que marcó un antes y un después entre los sindicatos y el gobierno del presidente Sebastián Piñera.

“Los índices macroeconómicos son excelentes pero en Chile se viene repitiendo desde hace años una ecuación que se basa en crecimiento económico sin distribución. Ahora eclosiona por dos factores netamente políticos: las grandes expectativas que despertó Piñera y que están incumplidas y la frustración social, que es de vieja data”, explica el analista y profesor de la Universidad de Chile, Guillermo Holzmann.

De hecho, 54.5% de la renta nacional está en poder del 20% de los chilenos más beneficiados. Entre 2006 y 2009 el ingreso de este sector se incrementó 9%, mientras que el del 20% más pobre sólo en 1%, según cifras oficiales.

La frustración de la que habla Holzmann se dibuja en el rostro de Carolina Montes, estudiante de Química y quien se va quedando sin oxígeno financiero para terminar su carrera. También se ve en la cara de Omar Sánchez, empleado de correos que tiene dos hijos en la Universidad y una deuda que va en aumento mes a mes y año a año. Se ve también en los damnificados del terremoto de marzo de 2010 en Chillán, donde la casa y la reconstrucción prometidas aún no llegan y entre las comunidades mapuches en el sur del país, que reclaman por sus tierras.

El martes tuvieron otra victoria sobre el gobierno de Piñera. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) aceptó su denuncia, lo que significa que pueden accionar judicialmente contra el Estado chileno.

Frustración y bronca

Pero no todo es frustración entre los chilenos. También hay bronca.

Como la de los deudores de la tiendas populares La Polar (un símil de Aurrera), cuando en agosto descubrieron que la empresa había aumentado la tasa de interés de sus deudas, sin advertirle a sus clientes, en un 90%.

“El escándalo fue uno de los detonantes del hartazgo de muchos chilenos”, reconoce el ex candidato a la presidencia Marco Enríquez Ominami. Para el analista Luis Israel, esa bronca salió a la calle, en la voz y el cuerpo de los estudiantes, en una protesta que él califica como “postergada”, ya que “las condiciones estaban dadas hace un año pero la Concertación supo trabajar eficazmente para frenarlas. Ahora explotan porque hay un gobierno de derecha, pero el cuestionamiento no es sólo a Piñera sino a toda la clase política”.

Chile es hoy una paradoja.

“Una democracia es sinónimo de igualdad y eso no se dio”, recuerda el politólogo Patricio Navia, para explicar el porqué del descontento en contra de toda la clase política, “aunque no contra la institucionalidad”.

Muchos de los que se beneficiaron de ese crecimiento económico postpinochetista, la nueva clase media chilena, hoy aparecen junto a los sectores más postergados codo a codo en las marchas del descontento, lo que representa una señal de que el tiempo de “justificar a Pinochet y sus políticas que llevó adelante la Concertación están agotadas”, recuerda Holzmann.

De ahí la conflictividad social que recorre a todo Chile y que tiene a Piñera contra las cuerdas y obligado a tomar decisiones de fondo. O apuesta al desgaste de las protestas que erosionan su popularidad o da un golpe de timón y se decide por un mecanismo que no sólo conforme a estudiantes y asalariados, sino a todo un país, a través de reformas institucionales que desde hace 21 años se vienen demorando.

Todo, para no manchar la imagen del jaguar. El mismo que hoy, a golpe de sufridas paradojas, se muestra ya con algunos magullones.






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