En pos de la revolución ciclista
Iván Restrepo
Recientemente estuvo en México el multifacético David Byrne, al que muchos conocen por haber sido 17 años líder de la banda Talking Heads, o por ser un artista plástico reconocido que tiene tiempo hasta para dirigir películas. Algunos más lo conocen por sus escritos. Precisamente durante su estancia apareció en librerías su octavo libro: Diarios de bicicleta, editado por Sexto Piso con el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Como suele hacerlo, Byrne llegó acompañado de su bicicleta plegable, símbolo de un movimiento urbano que suma adeptos en todo el mundo. Y es que la calidad de vida de una ciudad se mide ahora también por el número de bicicletas que circulan por sus calles. Podría decirse que los años dorados de este medio de transporte están de vuelta, no como en el siglo XIX, cuando era símbolo de desarrollo social, sino con la buena reputación que tuvo durante la primera mitad del pasado siglo.
La salud, el tráfico abrumador y el mejoramiento del espacio público son algunos factores relacionados con el retorno de la bicicleta en los principales centros urbanos. Hoy más de 350 ciudades cuentan con sistemas de bicicletas públicas, mismos que crecen a un ritmo de una o dos ciudades nuevas por semana, lo cual la convierte en uno de los medios de transporte de más rápida expansión.
El norte de Europa sobresale por hacer de la bicicleta un medio de transporte habitual: 60 por ciento en Holanda, Dinamarca, Noruega y Suecia. Ese ejemplo se extendió luego a Francia, Italia, España, Portugal y Estados Unidos. En menor grado, por Brasil, Chile, Argentina, Colombia y, poco a poco, también México. No es exagerado afirmar que como medio de transporte el uso de la bicicleta es una forma de medir la satisfacción ciudadana con su entorno. Ha demostrado tener un efecto positivo e ir de la mano con la inversión urbana, el mejoramiento del ambiente, la seguridad vial, el paisaje y la convivencia ciudadana.
En la ciudad de México, lo que hace cinco años comenzó con la instalación de un módulo de préstamo de bicicletas sobre la ciclovía hoy es una estrategia de movilidad que involucra al sistema público de transporte (metro, metrobús, autobús, trolebús) y al programa gubernamental llamado Ecobici, pensado para cubrir el último de los tres viajes que generalmente realiza una persona en la ciudad para llegar al trabajo, después de haberse bajado del metro, camión, trole, taxi o metrobús.
Aunque diario crece el uso de la bicicleta en el Distrito Federal e incluye la ampliación del programa Ecobici, falta impulsar adecuadamente la infraestructura vial y las áreas para dejar a buen resguardo dicho medio de transporte, así como llevarlo a las delegaciones periféricas, como Iztapalapa, Xochimilco y Tláhuac.
El llamado que hizo un estúpido comentarista del Grupo Imagen, Ángel Verdugo –“¡Láncenles el vehículo de inmediato, aplástenlos!”, muestra el largo camino por recorrer en cuanto a educación vial. Al respecto, las colonias Condesa y Roma son ejemplo de los logros y de lo que falta para hacer de la bici un medio de transporte seguro y masivo. Igual que planear el futuro en términos metropolitanos, pues en los municipios conurbados (pertenecientes a los estados de México, Hidalgo y Morelos) muchos de los viajes se hacen en bicicleta y, como sucede en la mayor parte de la capital del país, aún no disponen de ciclovías ni áreas para dejar las bicis en estaciones del metro, tren suburbano o terminales de camiones.
En México la bicicleta como medio de transporte y sus efectos en la salud y el ambiente llegaron para quedarse. Para que así sea, la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (por conducto de su División de Educación Continua y la Academia de Arquitectura del Paisaje) asesora a diversas ciudades en materia de movilidad en bicicleta.
Además, del 8 de septiembre al 26 de noviembre ofrecerá el primer Diplomado de Infraestructura Ciclista y Bicicletas Públicas, que coordina un reconocido especialista en el tema, Antonio Suárez, Febo. La idea es convertir el diplomado en una nueva disciplina de investigación aplicada, tal como requieren las ciudades donde ahora reinan los coches, pero que con políticas públicas adecuadas llegará la revolución ciclista.
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