Por: Santiago Solari
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Una vez más salió este grupo de futbolistas a imponer su estilo. En esta ocasión, en la Supercopa europea, en el resbaladizo césped monegasco. Con intensidad, pero con soltura; concentrado, pero liviano. No dando por sentado nada de lo conseguido, pero, al tiempo, consciente de su superioridad. El Barcelona llega a estas citas sin regodearse en el tesoro acumulado. Consciente de lo que, de nuevo, se juega.
Un equipo que ha encontrado a los mejores intérpretes para aplicar sus ideas, pero que antes ha tenido la precaución de tener ideas a las que buscar intérpretes... Este Barça es una equilibrada conjunción entre la libertad individual y el compromiso táctico colectivo. Cada jugada es una declaración en la que se lee la fe de los futbolistas en lo que hacen. Ejecutan con plena confianza los mecanismos y las variaciones que al ya largamente arraigado estilo ha ido agregando Pep Guardiola para enriquecerlo.
Las salidas cortas en el comienzo de las jugadas, incluso ante la presión adversaria, son quizás el ejemplo más contundente de confianza en las propias condiciones. La inserción de Xavi entre los centrales, que se abren como un resorte a orillas del área grande, coloca a los laterales en posiciones ofensivas cuando Valdés todavía tiene la pelota en los pies.
Los movimientos horizontales en la posesión, a través del juego corto y medio, se estructuran con triangulaciones verticales que depositan el balón en la otra banda utilizando recorridos que dificultan la presión rival y facilitan la disposición para profundizar. Cuando la pelota supera el mediocampo y los triángulos encuentran a Xavi o Iniesta como vértices bajos, Villa y Pedro, con un ojo en el pie del lanzador y otro en la última línea enemiga, coquetean con el fuera de juego y piden la profundidad. Doble amenaza que, además, desprende a Messi de los centrales y le permite enlazar con holgura.
A los 35 minutos el Barcelona ya tenía el 70 % de la posesión y cuadruplicaba al Oporto en la cantidad de pases. No solo el Barca tiene incorporada su partitura de antemano, sino que, además, afina su instrumento en el transcurso del partido. Tras una salida larga de Helton, a los 37 minutos, los delanteros del Oporto apretaron hasta llegar a Valdés, arrastrando al resto de los bloques con ellos. Valdés, Abidal y Xavi triangularon en el área desairando la presión y, en menos de 14 segundos y sin dejar de tocar el césped, el balón se encontraba en el área contraria en poder de Alves.
El ahogo que produce la presión en falso y el consiguiente regreso de los bloques afectó directamente al Oporto, que, tras recuperar ese balón, no tuvo fuerza para desplegar sus filas nuevamente. El pase atrás de Guarín en el gol de Messi es un claro error individual, pero se produce por la falta de movilidad del equipo portugués para generar posibilidades en la salida tras el esfuerzo en vacío de la presión fallida.
La segunda parte repitió argumento con pequeños matices. El Oporto intentó exigir a Valdés con tiros desde fuera del área y el Barça improvisó alguna salida larga. El dominio y el control no se inmutaron. Solo en saques de esquina superaba el Oporto al Barça cuando Alexis Sánchez reemplazó a Villa y Busquets mandó a Abidal al lateral tras sustituir a Adriano. El partido únicamente corrió riesgo para el Barça en el minuto 78, cuando Abidal dobló su error en la salida derribando a Guarín en un lance que empañó la hasta entonces muy buena labor del árbitro.
Cesc ingresó a 10 minutos del final para corroborar, en pocas intervenciones y con gol incluido, que su fichaje responde a factores que superan lo futbolístico. Con la misma intención que los arqueólogos griegos cuando reclaman al Museo Británico algunos fragmentos de la Acrópolis, el Barça recupera con Cesc un pedacito de su estilo que estaba en manos inglesas. Se asegura calidad y se garantiza competencia a la altura del grupo.
El Barca gana su segundo trofeo de los seis que le ofrece el año y se muestra con cuerda para rato. Aunque el Madrid, fiero y punzante como demostró en La Romareda, le disputará hasta el final tres de ellos.
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