Rosa Rosich cumple hoy 100 años cargada de alegría y vitalidad
"No he estado nunca enferma; volved cuando celebre los 200 años", bromea
Catalunya dobla la cifra de centenarios en una década Rosa Rosich Boada (Montblanc, 1911) soplará hoy 100 velas junto a sus tres hijos, tres nietos y cinco bisnietos. Antes, celebrarán una misa en su honor, recibirá la visita del alcalde, comerá junto a su familia en un restaurante y le colgarán la medalla centenaria que concede la Generalitat. "Yo no soy nadie importante, he trabajado toda mi vida", avisa. Sonriente, coqueta, enérgica y vital, la Rosa de la Gallina –así la conocen todos en Montblanc y comarca– dio ayer un repaso a su vida. "Nunca he estado enferma, gracias a Dios", destaca.
Sentada con las piernas cruzadas, elegante, observando una foto de cuando era una niña de seis años, esta bisabuela centenaria bromea sobre su longevidad. "Me gusta mucho el dulce, por eso estoy tan bien conservada", sostiene con una generosa sonrisa. "No pudo cuidarse, tuvo que trabajar mucho", explica su hija Magdalena.
Su hijo Josep destaca que su madre nunca se enfada ni se enfadó con nadie, que siempre tiene a punto una palabra amable, que quizás este es su gran secreto. Una de sus amigas, durante años clienta de la tienda de pollos, gallinas y huevos de Rosa, habla de la cumpleañera con entusiasmo. "Es una bellísima persona", sentencia.
En sus manos, la señora Rosich sostiene una fotografía con todos sus bisnietos. "La familia, eso es lo que me ha dado más felicidad", responde convencida. En 100 años, esta montblanquina con pedigrí ha vivido también momentos aciagos. "Mi padre murió en el exilio, en Toulouse, en el año 1949, no tuvo tiempo de regresar a Catalunya", dice entristecida. La madre de Rosa falleció cuando ella tenía tan sólo cinco años. "Murió en el año de la gripe, con sólo 27 años", relata.
Con la mente aún clara y buena salud, la bisabuela centenaria recuerda al detalle sus inicios como vendedora de gallinas. "A diez pesetas cada una", cuenta. Primero las vendió en la plaza Major de Montblanc, durante 15 años, y después hasta que se jubiló en una tienda propia, en los bajos de su casa. Un oficio que ha convertido a Rosa en un personaje popular en Montblanc. "Y en toda la comarca, era la que vendía más huevos y gallinas de todo el pueblo", asegura Montserrat Martorell, vecina, antigua clienta y amiga. "Es presumida y risueña, siempre como un espejo", añade.
Rosa, que enviudó diez años atrás, no tenía ayer ni idea de que hoy sería la gran homenajeada. "No le hemos dicho nada, se hubiera puesto muy nerviosa", explican sus familiares. "¿Por qué me hacen fotografías?", dice sonriente. A saber lo que dirá hoy cuando la directora de los servicios territoriales del Departament de Benestar Social i Família cuelgue de su cuello una medalla de plata personalizada, de parte del conseller del ramo.
Ayer, aún tranquila, se despidió recitando el fragmento de una poesía que tenía costumbre de pronunciar de adolescente. "Volved cuando celebre los 200 años", acaba ironizando.
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