La ciencia del disparate
Las investigaciones extravagantes se multiplican en verano, a menudo animadas por intereses comerciales
Coja un bolígrafo y tome nota. Aquí va la receta para que sus días sean mejores. Ante todo, por la mañana, debería usted prepararse un café. Su aroma contribuye a un despertar más agradable, según el Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología avanzada de Tsukuba (Japón). Una vez llegado al trabajo es altamente recomendable que trate mal a sus compañeros y saque pecho. Su cartera se lo agradecerá: los arrogantes cobran hasta un 18,31% más, o así lo afirma el Mendoza College of Business de la Universidad de Notre Dame (EE UU). De tanto mirar por encima del hombro, habrá sido un día cansado. No se preocupe: antes de irse a la cama solo le queda un último esfuerzo. Hay que cambiar la bombilla de su cuarto: New Scientist le advierte de que una luz roja o naranja es la mayor aliada del sueño.
Una universidad de EE UU sostiene que cobran más los empleados altaneros
Los estudios citados tienen un elemento en común: han sido publicados en los meses estivales de los últimos dos años. "Se les llama serpientes de verano porque se cuelan en esa temporada. Una de las razones es el interés de las empresas en sacar estudios que defiendan una tesis que les favorezca", asegura Javier Armentia, divulgador científico, director del Planetario de Pamplona y expresidente de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Científico.
Por ejemplo, el autor de un conocido estudio que en 2008 sostenía que en épocas de crisis aumenta el consumo de pintalabios era Leonard Lauder, presidente de la marca de cosméticos Estée Lauder. Javier Domingo, director de marketing de Meetic, una empresa que intenta ayudar a sus nueve millones de usuarios a encontrar la pareja ideal, añade otra clave de lectura: "En los meses estivales solemos encontrar más recepción por parte de los medios".
Lo seductor que puede resultar un cocinillas (último informe de Meetic), la secuencia más triste de la historia del cine (el final de Campeón), los gritos calculados de las mujeres durante el acto sexual, la tendencia de los porteros a tirarse a la derecha en una tanda de penaltis en la que su equipo vaya perdiendo... Todos estos asuntos son merecedores de una investigación cuando el sol pega y nos volvemos algo más estúpidos, como sostiene precisamente otro estudio, publicado por el Daily Telegraph. "En verano el público está más dispuesto a leer temas ligeros", afirma Marc Abrahams, editor del Anuario de las búsquedas improbables.
Abrahams distingue entre investigaciones veraniegas inútiles y otras que, además de sacar una sonrisa, cuentan con fundamentos científicos sólidos. Entre los segundos se escoge cada año el premio Ig Nobel, en una gala de la que Abrahams es creador y presentador. Un ejemplo, en 1999 el doctor Len Fisher obtuvo el Ig Nobel de la Física por calcular la manera y la inclinación ideal para mojar un bizcocho en el té sin que se ablandara demasiado rápido y una cucharita tuviese que rescatar sus restos del fondo de la taza.
"Tal vez contribuyó a que la gente entendiera que la física está por todos lados", afirma convencido Abrahams. "Si el resultado de una investigación causa risas, es más probable que te acuerdes de ello", continúa el estadounidense. La sonrisa es una de las armas que tienen los bulos para convencer al lector. Y no es la única. "La inmediatez de las redes sociales favorece la difusión rápida de un estudio, sea o no verídico", afirma Armentia. Eso pasó a principios de mes con una investigación, supuestamente llevaba a cabo por la agencia AptiQuant, cuyo titular era Los usuarios de Internet Explorer tienen un coeficiente intelectual más bajo que los de los demás navegadores. Hasta la BBC y la CNN se dejaron arrastrar por el huracán de tuits.
Armentia asegura además que algunas simples estrategias comerciales de las empresas pueden contribuir al efecto de una investigación sobre la sociedad. "Un informe que trate algún tema sensible, como las radiaciones de los móviles, tiene más posibilidades de prosperar. Otra técnica es usar cifras que parecen fruto de cálculos escrupulosos: el 42,37% o el 52, 56%", defiende Armentia. ¿A qué puede agarrarse el lector para defenderse?
"Hay que mirar quién está detrás y qué interés tiene. El sentido común también ayuda a rechazar tesis disparatadas. Preguntar a un experto de ese ámbito es otra solución", argumenta el divulgador español. Abrahams lo aclara con un símil: "Es como llegar a una plaza llena de gente. No basta con preguntar solo a una mujer cualquiera para saber qué está pasando". Aunque si la señora en cuestión tuviera unas caderas muy marcadas se le podría hacer más caso: son más inteligentes, al menos según un estudio de la Universidad de Pittsburgh publicado, vaya casualidad, este verano.
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