A la memoria de Lynn Margulis
Julio Muñoz Rubio
El mundo de la biología evolutiva y de la ciencia en general se encuentra de luto una vez más: la microbióloga estadunidense Lynn Margulis murió el pasado 22 de noviembre, a la edad de 73 años. Su fallecimiento constituye una de las más grandes pérdidas para la biología evolutiva contemporánea.
Lynn Margulis nació en Chicago en 1938 y estudió en la universidad que lleva el nombre de esa ciudad. Fuertemente interesada en cuestiones de genética y biología celular, estudió durante muchos años diversos problemas de las interacciones y procesos hereditarios dentro de las células. En 1971 publicó en la revista Scientific American un histórico artículo en el que resumía el resultado de sus investigaciones hasta ese momento.
Su planteamiento era sorprendentemente innovador: las células llamadas eucariontes, es decir, las poseedoras de organelos como núcleo, mitocondrias, cloroplastos, se habrían originado a partir de un proceso de simbiosis entre distintas especies de procariontes, las cuales, a lo largo de millones de años, desarrollaron su capacidad para cohabitar en el interior de otras, otorgando y recibiendo beneficios entre sí. Con los años, su teoría sería conocida como teoría de la endosimbiosis seriada. Posteriormente, Margulis propondría a estos mecanismos endosimbióticos, calificados como simbiogénesis, como una poderosa fuente productora de variaciones, y central en el proceso de la evolución.
El modelo de simbiogénesis aporta buena cantidad de elementos que enriquecen la teoría evolucionista, paradójicamente por medio de la refutación de algunos de los postulados del darwinismo ortodoxo. Esto ocurre al menos en tres aspectos:
1. La concepción del organismo como agente activo de su propia evolución. El darwinismo ortodoxo expresa que los organismos se adaptan siempre a las condiciones de su medio. Aquellos que posean las características más adecuadas, resultado de variaciones al azar, serán favorecidos por la selección natural para sobrevivir, en tanto los que no lo están, serán desplazados y eventualmente se extinguirán. La selección natural asigna un papel adptativo-pasivo a los organismos. Margulis, con su modelo, renuncia a aceptar que los organismos jueguen ese papel “pasivo” de la evolución. Sin descartar la selección natural como mecanismo de ésta, implícitamente manifiesta que la evolución toda es lo contrario de la pasividad. Los organismos se encuentran en constante actividad; son capaces de construir sus propias condiciones de supervivencia, señalar las líneas de su propio cambio. Así, la naturaleza toda se constituye en un ente dinámico e interactuante en todas sus expresiones.
2. La tesis del papel de la cooperación en la evolución.
De acuerdo con el darwinismo ortodoxo, la competencia es un comportamiento universal del que los seres vivos se valen para luchar por su supervivencia. Esta competencia se origina debido al pretendido desequilibrio entre el crecimiento exponencial de las poblaciones y el crecimiento lineal de los recursos para la supervivencia. Margulis, en cambio, rechaza la existencia de la competencia como forma universal de relación entre los organismos. Hace un énfasis lacónico en el papel central que juega o puede jugar la cooperación entre individuos, incluso de especies diferentes, tanto en los procesos micro como macroevolutivos.
3. Una visión pluralista. Junto con otros evolucionistas, como Stephen Jay Gould, Richard Lewontin, Richard Levins y Susan Oyama, o filósofos de la biología, como John Dupré, Margulis explica la evolución de las especies como un proceso que involucra numerosas dimensiones y niveles ontológicos y explicativos, desde el molecular hasta el de los ecosistemas y la biósfera toda, pasando por los niveles celular, tisular, individual, y poblacional, cuando menos.
Dentro de cada uno de esos niveles ocurren interacciones que se proyectan a los demás niveles, y todos ellos contribuyen a producir la evolución de las especies. El de Margulis es un modelo enriquecedor e integrador que rechaza la pobreza de la explicación genocéntrica, que insatisfactoriamente explica las características de los seres vivos únicamente como resultado de la simple transmisión de información desde los genes y la mutación en éstos como el único mecanismo de la evolución.
Estas contribuciones por sí solas hacen de Lynn Margulis una de las figuras centrales en la biología evolutiva desde la segunda mitad del siglo XX. Mucha de su prolífica producción está redactada en un lenguaje sencillo, accesible a un amplio público y de un estilo apasionado y apasionante, cargada siempre con fascinantes y sólidos argumentos filosóficos holistas y dialécticos. Su muerte ha llegado como un balde de agua fría. El listón lo ha dejado muy alto pero, precisamente por eso, quienes hemos sido formados en su tradición integrativa y con su agudo filo crítico nos sentimos orgullosamente evolucionistas y poderosamente estimulados para seguir su ejemplo.
Muchas gracias, Lynn.
No hay comentarios:
Publicar un comentario