Los mandamientos incómodos de Fernando Vallejo
Javier Aranda Luna
Fernando Vallejo no necesita ser miembro de algún colegio de prestigio o de alguna academia de mármol para animar la mesa de la cultura. Sin presupuesto público, sin coreografías burocráticas, sólo con sus recursos, aprovecha cualquier oportunidad para hacerlo. Y vaya que anima la mesa de la cultura y no sólo con buenas novelas y magníficos ensayos. Por momentos no sólo anima la mesa de la cultura sino la cimbra, como deberían hacer otros con más recursos y menos ánimo.
Vallejo es un indignado solitario desde hace tiempo y promete serlo durante muchos años más.
Le indigna la crueldad contra los animales con sistema nervioso complejo. Esos semejantes a nosotros sufren cuando son maltratados. Le indigna la muerte brutal en los rastros y los criaderos de pollos que nacen y mueren en jaulas minúsculas donde no se mueven y se destrozan a picotazos sin haber conocido la luz del sol.
Por esa indignación donó el monto del Premio Rómulo Gallegos para la Asociación Mil patitas que ayuda y protege a perros callejeros. Por eso donará el premio que le otorgó la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara a dos asociaciones que protegen animales. A diferencia de otros intelectuales pomposos y con discursos tan llenos de matices que les permiten practicar el arte del camaleón, el arte de no decir nada, en Vallejo su decir es un hacer.
También le indigna la Iglesia como institución, la de los sepulcros blanqueados, la de la doble moral que señala con el dedo flamígero la paja en el ojo de los otros y trata de ocultar las vigas que dan cuenta de su pasado criminal, la que ha convertido en santos a delincuentes y terroristas como San Cirilo de Alejandría que con una horda de 500 monjes violó, descuartizó y lanzó al fuego los despojos de Hipatia, una mujer según Sócrates que había logrado tales conocimientos en ciencia y literatura que sobrepasaba en mucho a los filósofos de su tiempo.
No es una casual que Fernando Vallejo haya escrito La puta de Babilonia, un ensayo agudo y lleno de ironía sobre la historia criminal de la Iglesia. El cristianismo, apunta Vallejo, ha derramado la sangre de hombres y animales durante mil 700 años y creó la institución más monstruosa de la humanidad: la Inquisición. Aunque esa institución duró siete siglos, la secta que administró su horror aún existe: la de los dominicos, y eso, nos dice el escritor, resulta indignante.
El incómodo Vallejo, el indignado, al recibir el premio de la FIL hizo públicos sus tres mandamientos (“diez son muchos”):
1. No te reproduzcas, que no tienes derecho. Nadie te lo dio. 2. Respeta a los animales que tengan un sistema nervioso complejo, y 3. No votes.
Su llamado a no votar es para no dejarse engañar por los “bribones de la democracia, y recuerda siempre que no hay servidores públicos sino aprovechadores públicos. Escoger al malo para evitar al peor, es inmoral”.
Acostumbrado a escribir y decir lo que piensa Vallejo arremetió con todo y contra todos. Contra el PRI y la Iglesia católica, contra Fox y Calderón a quien consideró indigno del puesto que ocupa.
Quizá una lección que nos dio Vallejo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara sea que la crítica debe ser un ejercicio constante y sonante. Que hay momentos como los que vivimos donde no cabe el matiz para la acrobacia de sobrevivencia en la nómina ni las buenas maneras con los que saquean y corrompen, destruyen e hipotecan un futuro que no les corresponde. Da gusto que este nuevo mexicano y colombiano de siempre, este inteligentísimo indignado a perpetuidad ejerza todos sus derechos y diga lo que dice.
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