viernes, 25 de noviembre de 2011

México. El comodín.

Comodín
Jorge Camil
Para el Diccionario de uso del español actual, “comodín” es un “naipe que puede tomar el valor y hacer las veces de cualquier otro, según la conveniencia del jugador que lo tiene”. Y da un solo ejemplo: “necesitaba un rey pero he cogido un comodín y me sirve igual”. ¿Eso es lo que ha hecho Felipe Calderón? Porque después de cuatro secretarios de Gobernación, y tras las muertes lamentables de Juan Camilo Mouriño y José Francisco Blake Mora, el mandatario necesitaba un rey, con experiencia y credibilidad para dialogar con los partidos políticos, y con autoridad moral para presidir el delicado proceso electoral de 2012. Un interlocutor de nivel con el Ejército, los gobernadores y los otros poderes, para coordinar con firmeza, hoy más que nunca, las tareas electorales y de seguridad nacional, mientras el mandatario se desempeña como presidente del PAN, intentando resucitar un partido maltrecho.

Calderón necesitaba a un Luis Felipe Bravo Mena, que lo ayudara a conjurar la maldición, pero en su lugar echó mano del último “cuate”: el obsecuente Alejandro Poiré, ajonjolí de todos los moles. Hombre incansable, Poiré ha ocupado ocho puestos en esta administración (más de uno por año). Por eso, en el momento de su designación, el mandatario no tuvo problema alguno para cantar sus virtudes: director, comisionado, coordinador, subsecretario, secretario técnico, vocero, dos meses director del Cisen y hoy encargado de Gobernación. Según el mandatario, en el escaso año que fungió como subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos, adquirió “conocimientos en seguridad, política, materia electoral y migratoria”. No lo dijo, pero como tuvo bajo su manto los temas religiosos seguro que sabe rezar el “padre nuestro”.

La decisión puso de manifiesto lo que todos sabíamos: Calderón será su propio secretario de Gobernación. No confía. No delega. Es presidente de partido, su propio secretario de Relaciones Exteriores, encargado de seguridad nacional y jefe de política económica. Sirve de interlocutor solitario con las fuerzas armadas y único enlace con el gobierno de Estados Unidos.

Como vivimos un sexenio de superhombres, el curriculum vitae de Poiré no se queda atrás. Informa que, además de sus múltiples puestos administrativos, ha sido a su corta edad maestro del ITAM, director de la carrera de ciencias políticas, maestro y doctor por Harvard, donde impartió clases hasta 2007. Ha publicado innumerables ensayos en libros y revistas especializadas sobre democratización, opinión pública y partidos políticos, y da conferencias magistrales en universidades de México, Estados Unidos, América Latina y Europa.

¡El día para él tiene más de 24 horas!
El problema es que, a pesar de sus merecimientos, los partidos de oposición desconfían. Cuando le pidieron a Porfirio Muñoz Ledo su opinión, declaró entre bromas: “me sé de memoria los gabinetes de todos los presidentes desde Guadalupe Victoria, pero no los de este sexenio”. ¿Quién lleva la cuenta? El nombramiento de cuatro secretarios de Gobernación (aunque dos hayan sido víctimas de tragedias), y ahora la designación de un comodín, han dejado en la oposición y en los electores la impresión de que ese ministerio, antes piedra angular del sistema, sancta sanctorum del régimen priísta, es hoy un puesto sin facultades decisorias, que simplemente apoya al mandatario.

Durante los gobiernos del PRI era el más codiciado, no solamente porque se reconocía al secretario como jefe incuestionable del gabinete, sino porque de ahí salían los presidentes: Emilio Portes Gil, Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Algunos, como Díaz Ordaz y Echeverría, actuaron como presidentes desde que ingresaron a Gobernación. ¿Quién no recuerda al célebre maestro Jesús Reyes Heroles? ¿El que decía que “en política, la forma es fondo”? ¡Cómo lo necesitamos hoy! Todo cambió con la alternancia.

Enfoque, de Reforma, el domingo pasado publicó un interesante ensayo titulado “Segob: despacho disminuido”. Atribuye el “adelgazamiento” al despojo sufrido en sus funciones por los gobiernos panistas. Entrevistaron a dos ex secretarios priístas, Manuel Bartlett y Francisco Labastida. Este último opinó que “esta secretaría disminuida debilita la gobernabilidad del país”. Para mí el “debilitamiento” comenzó con Carlos Salinas, que delegó todo el poder en José Córdoba Montoya, el omnipotente jefe de la oficina de la presidencia (un chief of staff al estilo gringo).

Para Bartlett, que conoce la secretaría como pocos, el secretario debe ser “príncipe entre pares… podía citar a los demás secretarios y ordenar sus acciones… era el encargado de mantener las relaciones con los poderes, con los gobernadores y con todas las fuerzas políticas y sectores del país”.

El debilitamiento de Gobernación a manos de los gobiernos panistas es entendible. Fue la instancia que negoció con ellos todo el siglo pasado, la entidad que los golpeaba por instrucciones presidenciales, el ministerio que reprimía, perseguía, encarcelaba y controlaba las elecciones. Es lógico que no tengan buenos recuerdos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario