EZLN: 28 años de congruencia y lucha ética
Gilberto López y Rivas
Veintiocho años han pasado desde que en las entrañas indígenas de Chiapas se formó la organización política que a partir de 1994 sería conocida como Ejército Zapatista de Liberación Nacional. La rebelión armada del EZLN se fundamentó en la aplicación del artículo 39 constitucional, que a la letra dice: La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo el poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. La Primera declaración de la selva Lacandona (1993) asentaba: “Nuestra lucha se apega al derecho constitucional y es abanderada por la justicia y la igualdad…
Tenemos al pueblo mexicano de nuestra parte, tenemos patria y la bandera tricolor es amada y respetada por los combatientes insurgentes, utilizamos los colores rojo y negro en nuestro uniforme, símbolos del pueblo trabajador en sus luchas de huelga, nuestra bandera lleva las letras EZLN, Ejército Zapatista de Liberación Nacional, y con ella iremos a los combates siempre”. Fue premonitorio, dados los tiempos que vivimos, que en este documento el EZLN advirtiera: “Rechazamos de antemano cualquier intento de desvirtuar la justa causa de nuestra lucha acusándola de narcotráfico, narcoguerrilla, bandidaje u otro calificativo que puedan usar nuestros enemigos”.
Desde su irrupción en los ámbitos políticos nacional e internacional, el EZLN significó una refutación innegable a las ideas que pretendían imponerse después de la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista en torno al “pensamiento único”, el “fin de la historia” y el triunfo definitivo del capitalismo a escala planetaria. También constituyó una de las primeras manifestaciones de lucha revolucionaria contrarias al neoliberalismo, cuyo profeta y ejecutor en México, Carlos Salinas de Gortari, impuso el Tratado de Libre Comercio (TLC) y la contrarreforma del artículo 27 constitucional, que ponía en venta las tierras ejidales y comunales y con ello rompió el “pacto social” al que dio cauce el movimiento armado de 1910 a 1917.
El Ejército Zapatista, como organización clandestina político-militar, hereda tardíamente las siglas de liberación nacional que caracterizaron a numerosos movimientos insurgentes que enraizados en las realidades de nuestra América intentaron instaurar una nación de nuevo tipo, hegemonizada por los sectores explotados, oprimidos, discriminados y libre de las ataduras de la articulación imperialista representada por Estados Unidos. No obstante, su composición mayoritariamente indígena otorgó al EZLN una identidad distinta a otras organizaciones guerrilleras mayoritariamente mestizas, como el FSLN, el FMLN o la propia URNG, en nuestro entorno geográfico centroamericano.
El EZLN estableció una continuidad histórica de las resistencias de los pueblos que conforman México, y se definía así en 1993: “Somos producto de 500 años de luchas: primero contra la esclavitud, en la guerra de Independencia contra España encabezada por los insurgentes, después por evitar ser absorbidos por el expansionismo norteamericano, luego por promulgar nuestra Constitución y expulsar al imperio francés de nuestro suelo, después la dictadura porfirista nos negó la aplicación justa de leyes de Reforma y el pueblo se rebeló formando sus propios líderes, surgieron Villa y Zapata, hombres pobres como nosotros a los que se nos ha negado la preparación más elemental para así poder utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria sin importarles que estemos muriendo de hambre y enfermedades curables, sin importarles que no tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno, ni tierra, ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin tener derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos”.
Si tomamos como criterio actual para definir a la izquierda, como la fuerza política que construye poder popular contra el capitalismo, sin monopolizar la representación ni restar protagonismo a los distintos sectores socio-étnicos que intervienen en ese proceso, el EZLN ha sido una organización extremadamente congruente con uno de sus más caros principios: “Para todos todo, para nosotros nada”, que hace realidad cuando retira a todos sus cuadros político militares de los distintos gobiernos autónomos bajo su hegemonía.
Mandar obedeciendo es una forma diametralmente opuesta al vanguardismo, al burocratismo, a la conformación de castas que hacen del poder gubernamental y la representación popular su modus vivendi y que han devenido maquinarias partidistas electorales que a toda costa pretenden el cargo público para su propio beneficio y enquistarse en una clase política divorciada del pueblo. Institucionales y sistémicas, estas izquierdas no llegan más lejos que la alternancia, y una vez en el gobierno ponen en práctica programas extractivistas, desarrollistas, clientelares, asistenciales, para paliar la cara dura del neoliberalismo pero procurando no alterar en lo más mínimo el dominio estratégico del capital y los poderes facticos que lo sostienen.
A lo largo de esto 28 años, el EZLN ha dado muestra de una extraordinaria capacidad de adaptación e innovación, sin tirar por la borda principio alguno, aportando en temas cruciales como el que dio curso a la Ley Revolucionaria de las Mujeres y su incorporación plena a todos los ámbitos de los procesos autonómicos, educando a las nuevas generaciones en preceptos pedagógicos liberadores, asumiendo la dignidad y la solidaridad como brújula rectora de la convivencia social, el gobierno como servicio, amasando, a su manera, las ancestrales utopías revolucionarias. Felicidades, compañer@s.
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