miércoles, 23 de noviembre de 2011

Elvira Lindo se confiesa.

El gastropolígrafo: Elvira Lindo
Por: Mikel López Iturriaga



Elvira Lindo aprendió a cocinar cuando se fue a vivir a Estados Unidos. Antes, su marido, el novelista y ex director del Instituto Cervantes en Nueva York Antonio Muñoz Molina, era el encargado de los guisos, pero las horas de soledad en la Gran Manzana llevaron a la escritora a ponerse el delantal y arrimarse a las cazuelas. Hoy, la creadora de Manolito Gafotas, autora de 'Lo que me queda por vivir', periodista que nos alegra la vida con sus fantásticos artículos, guionista y muchas cosas más, también sabe hacer una pasta. Ésta y otras impactantes revelaciones, entre las que se encuentra la obsesión compulsiva por recoger los platos de la mesa y la afición al Nesquik, se suceden en su sesión de gastropolígrafo.
.¿Cuál es tu placer culpable en el terreno alimentario?

Uf, tengo muchos placeres culpables: la New York Cheese Cake, el pan, los bocadillos, las patatas fritas, la burrata...

¿Quién te enseñó a cocinar?

Mi madre murió cuando yo era casi una niña, así que no fue ella. ¿Quién me enseñó? Pues aunque parezca mentira, Internet. Me fui a la tienda DeEspaña, en el Soho de Nueva York, me compré una paellera y alguien me envió por email mi primera receta. Ahora hago paella todos los domingos. Luego me aficioné a la cocina italiana y creo que hago buenas pastas, y ya seguí diversificando mi menú. Leo blogs, entre otros el tuyo, me llevó el ordenador a la cocina y sigo las pautas. Y luego intercambio recetas con los amigos, claro. Me encanta cocinar para mi familia. Son muy agradecidos, se lo comen todo, y Antonio ha acostumbrado a los chicos a aplaudir a la cocinera. Lo malo de todo esto es que él ya no quiere cocinar.

¿Lo que come es importante a la hora de definir un personaje en un libro?

Sí, claro, yo me imagino desde la ropa que lleva, la decoración de su casa, el barrio, y por tanto, lo que come. No hace falta que lo escriba, con saberlo yo es suficiente.

¿Qué es lo más extraño que has comido?

Creo que la comida más extraña para mi paladar que he comido es la etíope. Comen una especie de pan llamado injera, una pasta plana sobre la que sirven la carne y la verdura. Está hecha con harina y otro elemento fermentado (no recuerdo el nombre). El aspecto es como el de una superficie lunar, es rara al tacto y más rara al paladar, medio agria. Yo como de casi todo, pero no pude con ello. Durante los 15 días de mi viaje por Etiopía haciendo un reportaje sobre el comercio justo comí pasta con tomate.

Hace poco hablabas de los móviles en los restaurantes en un artículo. ¿Alguna otra costumbre que te irrite sobremanera?

Que la gente no repare en la comida, que coma sin apreciar lo que el cocinero ha preparado, y ya no te cuento si tienes invitados en casa y se ponen a hablar y no te agradecen lo que les has puesto delante del plato. A Antonio eso le da mucha rabia, y sin cortarse ni un pelo, ha interrumpido más de una vez a una visita que de inmediato se había lanzado a hablar de política (por ejemplo), diciendo, por ejemplo: "Qué rico que te ha quedado esto, Elvi, cómo se nota que te has pasado la mañana en la cocina".

¿Hay algo incorrecto que tú suelas hacer en la mesa?

Sí, como soy muy nerviosa no puedo evitar empezar a recoger los platos. Cuando era adolescente mi padre me echaba la bronca y ahora Antonio se aferra al plato y a la copa para que le deje acabar en paz.

Llegas a casa cansada y te tumbas en el sofá delante de la tele. ¿Cuál es tu maridaje ideal de programa más cena?

Sólo hacemos tv-dinner si queremos ver alguna serie especial, película o documental, que ponen a las nueve, o sea, no se trata de ver la tele indiscriminadamente. Mi cena televisiva ideal, por ejemplo, sería viendo la quinta temporada de Mad Men y comiendo una de las ensaladas de mi marido, que las hace espectaculares. Muy bien aliñadas. Hay una, a la que llamamos "la sempiterna", porque la comemos constantemente, consistente en tomate, queso de Burgos, una buena ventresca y ajetes, que sería perfecta. Eso, un poquillo embutido que compramos en una salumería cercana a casa (porque en Nueva York no tenemos jamón del nuestro) y un buen vaso de vino.

¿Qué opinión te merece la cocina tecno-emocional de Ferran Adrià y sus discípulos? ¿Te van las esferificaciones o eres más de gazpacho y tortilla de patatas?

A mí Ferran Adrià me cae bien porque, a pesar de que yo he hecho algunos comentarios irónicos sobre su comida, siempre lo ha encajado muy bien y con mucha menos arrogancia que sus rendidos admiradores. Eso sí, a mí no me gustan las comidas que duran tanto. Es que no van con mi carácter. De una cena que dura dos horas me levanto hecha polvo, destrozada, me impaciento, siento pesadez de estómago y la cabeza modorra. No sirvo para esa experiencia. Tengo el estómago delicado y aunque me gusta comer prefiero la frugalidad y la ligereza.

Tampoco me apasiona que me interrumpan continuamente para contarme de qué van los platos, quiero que la intimidad no sea interrumpida a cada momento. ¿Y quieres que te confiese una cosa? A partir de una cierta calidad tengo la impresión de que el exceso de precio es un camelo. Hay un restaurante japonés buenísimo en mi barrio de NY que no sé que le tiene que envidiar al NOBU. Y además no tienes que reservar con dos de meses de antelación, que es una cosa que no soporto.

¿Cuál ha sido la peor comida de tu vida?

Pues las del comedor del colegio cuando era chica. Era muy tiquismiquis y muchas cosas me daban asco: el huevo, el ajo, lo verde... Mi madre se sentía culpable por tener que dejarme en el colegio que por la tarde me compensaba con algo de comida saludable: ¡dos donuts!

Manolito Gafotas ya es mayor y se mete a cocinero. ¿Cómo es su restaurante?

Pues Manolito sería básico pero excelente. Un buen tortillero, por ejemplo, o tortillista. Y croquetero, sería el mejor croquetista de Madrid.

¿Te imaginas la vida siendo vegana?

No, y eso que me encantan las verduras, pero de alguna manera creo que las obsesiones en la dieta se convierten en una especie de religión, y detesto la vida con tantas reglas y tan contraria al hedonismo.

¿Cola-Cao o Nesquik? Desarrolle la respuesta.

He esperado toda una vida para que me hicieran esta pregunta. Mi hermana y yo tomábamos Nesquik, nos gustaba más porque no hacía grumos. Mis hermanos tomaban Colacao porque les gustaban los grumos. No sé si con esto abro una herida que estaba a punto de cerrarse.

¿Hay algún momento gastronómico de un libro, película o serie que se te haya quedado grabado en la memoria?

Las uvas del Lazarillo; el cocido de Lhardy que se toma el joven protagonista de El dueño del secreto, de Muñoz Molina; los pollos que corta Kate Winslet en la serie Mildred Pierce; los bocadillos del inspector Maigret de Simenon; la pasta que le preparaba Carmela a Toni Soprano; las tartas de frambuesa o manzana que tomaban en Los Cinco y que me resultaban tan exóticas cuando era pequeña...

¿Qué bebes cuando estás un poco de bajón?

¡Vino! Si estoy en un japonés, sake.

¿Alguna receta fácil que puedas compartir con nosotros?

Hago el tradicional atún encebollado pero le añado, además de cebolla tradicional, la cebollita francesa, que es maravillosa y le da un toque dulzón. Hago también muchas pastas. Por ejemplo, tengo mucho éxito con una pasta de butifarra y brócoli. Creo, humildemente, que me la he inventado yo. Aquí va.



PASTA CON BRÉCOL, CALABACÍN Y BUTIFARRA DE ELVIRA LINDO

1. Frío ajos cortados en grande. Les añado un brécol, sólo las florecillas, sin tallos, unos cuanto ajetes cortados pequeñitos y un calabacín pequeño. Cuando empieza a estar blandito le añado dos o tres tomates. Lo hago todo lentamente y moviendo todo el tiempo para que quede sabroso.

2. En otra sartén sofrío la butifarra cortada en dados y cuando ya está frita le añado un chorrito de vino blanco. Suelo elegir macarrones grandotes para esta receta. No los venden en cualquier parte. Yo los compro en la tienda italiana que hay en la calle Fernando VI de Madrid.

3. Cuando están los macarrones le echo dos cucharaditas del agua de la cocción a la salsa y le añado la butifarra a la verdura. Vierto toda la salsa en una fuente grande y ahí echo la pasta. La remuevo mucho, pero mucho mucho, para que los macarrones se empapen bien con la salsa.

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