A bordo del Titánic
El programa de Rajoy tiene una melodía de ajustes y reformas que sigue la pauta de Berlín
Italia ha echado del Gobierno a sus políticos; ha puesto al frente a un tecnócrata como Mario Monti, excomisario europeo de Mercado Interior y Competencia respetado en Bruselas y en las instituciones financieras; se ha dotado de un Consejo de Ministros cuajado de economistas y gestores; ha puesto en marcha las reformas que le exigía la Unión Europea con grandes elogios de Merkel, y sigue penando en los mercados de deuda con unos intereses a largo plazo que superan la fatídica cota del 7%. Tampoco en Roma hay milagros.
En el caso de España ha sido una marea de votos la que en pocas semanas llevará a Mariano Rajoy a la presidencia del Gobierno con un programa que no por inconcreto deja de tener una melodía de ajustes y reformas que ejecuta al pie de la letra la partitura preferida de Berlín. Se supone que en democracia el mejor aval que puede tener un gobernante es un sólido apoyo popular, sobre todo cuando trata de aplicar unos planes que pueden recibir fuerte contestación social. Pero, lejos de conceder una tregua, los mercados siguen apostando contra la capacidad de nuestro país de hacer frente a la emergencia económica. La deuda a 10 años cotiza al 6,6% de interés, codo a codo con la de Italia. Y entre ambos suman más del 25% del PIB de la eurozona.
Reducir el déficit a cualquier precio ha sido desde mayo de 2010 el mantra impuesto por un directorio europeo en el que Berlín ha silenciado las objeciones cada vez más irrelevantes de París. Algunos políticos y economistas venían advirtiendo desde hace meses sobre el riesgo de estrangulamiento de la economía que acarreaba esta política. Y la profecía se ha cumplido. El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), el lobby de la gran banca mundial, acaba de anticipar para 2012 una caída del 1% de la economía europea. Lo que se traducirá en más deterioro de las finanzas públicas y en una mayor desconfianza ante la deuda soberana.
En este marco recesivo asumirá Rajoy el poder dentro de tres semanas por más que Angela Merkel, tan respetuosa de los procedimientos constitucionales alemanes, apremie públicamente. El calendario que marcan la ley electoral y el reglamento de las Cortes se antoja demasiado largo para situaciones de emergencia que pueden repetirse en el futuro, pero tiene plazos tasados. La liturgia de las consultas del Rey y el proceso de investidura se han convertido de hecho en un obstáculo para que el ganador de las elecciones anticipe sus planes inmediatos y el nombre de sus principales colaboradores. Pero es posible que el parsimonioso Rajoy se sienta cómodo con este tiempo muerto, que dedica sobre todo a entrevistarse con empresarios y banqueros, toda una declaración de intenciones sobre sus prioridades.
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Un señor como Dios manda Las previsiones económicas conocidas anticipan para España un primer semestre en recesión, con aumento del paro, y un ligero repunte en el segundo semestre. Mejorar ese horizonte de crecimiento cero para el conjunto del año y evitar que el desempleo pueda crecer por encima del 23% de la población activa es la prioridad casi única del primer año de Gobierno de Rajoy.
El compromiso más publicitado por el líder del PP durante la interminable campaña electoral ha sido el de cumplir en 2012 el objetivo del 4,4% de déficit comprometido con Europa. Esto supone un recorte presupuestario de unos 17.000 millones de euros, siempre que se cierre este año con un improbable 6%. Hay que sumar una probable caída de ingresos del Tesoro, al menos en el primer semestre, por causa de la recesión.
Si Rajoy hace efectiva su proclamada aversión a subir impuestos, la ecuación no tiene otra incógnita que las partidas a las que va a aplicar el durísimo ajuste necesario para cuadrar las cuentas. La dureza de la crisis ha inyectado en el ánimo colectivo una resignada aceptación de que vienen tiempos duros, pero el desafío de Rajoy es convencer a los ciudadanos de que el reparto del sacrificio es equitativo. En otro caso va a encontrarse con una oleada de estallidos sociales. Las huelgas intermitentes en la educación y la sanidad son un aviso.
Si Rajoy no sube impuestos, la incógnita son las partidas que ajustará para cuadrar las cuentas
El plan anunciado por Mas en Cataluña es toda una hoja de ruta que anticipa, sea cual sea el eufemismo elegido, fórmulas de copago en la sanidad pública, que gestionan las comunidades autónomas y que genera un déficit estructural estimado en más de 15.000 millones. Convencer a la población de que la sanidad universal necesita algún tipo de contribución individual para eliminar abusos exige un esfuerzo pedagógico al que no están habituados nuestros políticos. Y enfeudarse en un conflicto abierto con el colectivo de médicos y sanitarios, que goza del más alto reconocimiento social en España, conduce a una derrota segura.
El colectivo de funcionarios públicos está llamado a nuevos sacrificios, sea a través de la congelación de salarios o de la reducción de complementos, y en todo caso por la reducción de plazas de jubilados que no se cubren. Las diversas capas burocráticas que se duplican o triplican en las administraciones territoriales exigen una reforma integral que va más allá de las urgencias presupuestarias del momento. Rajoy votó en contra de la bajada de sueldos decidida por Zapatero, pero la dureza de la realidad no le deja ningún margen, a sabiendas de que es uno de los colectivos más afines al PP. Una de las primeras decisiones que debe tomar Rajoy nada más instalarse en La Moncloa es qué hacer con los sueldos de los funcionarios y las pensiones. Y en este último caso se ha comprometido a mantener su poder adquisitivo.
El próximo inquilino de La Moncloa ha solemnizado que su primera iniciativa será la ley de estabilidad presupuestaria, con la que, lejos de aliviar el calendario de reducción del déficit como proponía Rubalcaba, tratará de anticipar el límite que la reciente reforma constitucional fijaba para 2018. El sentido común al que tantas veces apela Rajoy le ha llevado a convertir en regla de oro ese viejo principio de administración doméstica de no gastar más de lo que se gana. Y en esto tendrá todos los plácemes de Merkel.
La propuesta del PP de que Europa cubra parte del riesgo inmobiliario de la banca española es un tema a tratar con Merkel
La pregunta del millón ahora es cómo reactivar la economía y crear empleo con una reducción tan drástica del gasto público. Rajoy se propone responder con dos reformas urgentes: la del mercado laboral y la del sistema financiero. La primera incluirá muchas de las demandas de la CEOE que los sindicatos han rechazado en las múltiples e infructuosas rondas de negociación: vinculación de los salarios a mejoras en la productividad, abaratamiento del despido, prioridad de los convenios de empresa, facilidades para la movilidad geográfica, contratos de aprendizaje…
Diversas instancias europeas urgen al presidente electo a abordar con decisión una reforma que flexibilice el mercado laboral, dando por fracasada la que le costó una huelga general a Zapatero. El comisario de Economía, Olli Rehn, le ha echado un cable al señalar que si él fuera un joven español se preguntaría por qué más del 40% de los jóvenes están en paro frente a un 5% en Holanda, y qué es lo que se ha hecho mal desde las instituciones. Con todo, la reforma de las leyes laborales no es un tema pacífico en el debate nacional, por explícitas que sean las directrices europeas.
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