El tejido que quema calorías es la grasa beige y está en su cuerpo
Investigadores estadounidenses describen unas nuevas células adiposas que adelgazan
La forma de activarlas es más sencilla de lo que se creía
Jaime Prats
Valencia
12 JUL 2012 - 21:04 CET49
El hallazgo de la grasa parda, capaz de quemar calorías y reducir los
depósitos de grasa mala responsables del sobrepeso, supuso todo un
descubrimiento. Y despertó la esperanza de contar con una nueva vía para
combatir la epidemia de obesidad que se está extendiendo por todo el
mundo. La revista Cell ha publicado este jueves en su edición digital
un artículo que describe la existencia en adultos de una clase distinta
de grasa buena, que también tiene la facultad de quemar calorías como
la parda, bautizada como grasa beige. Y que cuenta con una importante
ventaja respecto a su hermana, la grasa parda. “Se puede inducir su
actividad de forma más sencilla, por lo que tiene mucho mayor interés
como objetivo terapéutico para combatir la obesidad”, explica Francesc
Villarroya, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la
Universidad de Barcelona, y uno de los mayores expertos en la materia en
España.
La actividad investigadora en torno a la grasa parda o marrón está en plena ebullición desde que se describiera en 2009 su presencia en personas adultas. Hasta entonces se consideraba que este tejido lo tenían solo los bebés para mantener la temperatura corporal. El hecho de que se encontrara en etapas más avanzadas del desarrollo, en la edad adulta, abría las puertas a su uso para combatir la obesidad y disparaba su atractivo entre científicos y laboratorios. Pero para ello faltaba describir —primero— y saber usar a voluntad —después—, los mecanismos por los que la grasa parda se activa y consume los depósitos de grasa blanca, los denostados michelines.
El estudio que recoge Cell, dirigido por Bruce Spiegelman, del Dana Faber Cancer Institute,
aporta importantes pistas sobre, al menos, uno de sus mecanismos de
activación, que pasa por la hormona irisina. Pero, además, introduce un
cambio de concepto total. Sostiene que, en realidad, lo que se halló en
2009 en adultos por tres grupos de investigadores no era la grasa parda
de los recién nacidos sino otra, la beige.
Para ello, ha recurrido a comparar los perfiles genéticos de ambos tejidos, y ha llegado a la conclusión de que son distintos. Los dos tipos de células grasas tienen la facultad de quemar reservas de lípidos y cuentan con una presencia abundante de mitocondrias los orgánulos que aportan energía a la célula y que dan el tono pardo a este tejido.
Entre otras diferencias, mientras la grasa parda expresa altos niveles de termogenina (UCP1), una proteína que necesitan las mitocondrias para quemar calorías y generar calor, la grasa beige suele expresarla en menor medida.
Además, existe otra diferencia fundamental. Los bebés nacen con esta grasa buena (la parda), mientras que en adultos, la aparición de la grasa beige se puede inducir. En este aspecto reside la importancia para el uso clínico del nuevo tejido descubierto: reacciona con relativa facilidad a determinados estímulos como el frío o algunas hormonas (por ejemplo la irisina), que incrementan la expresión de termogenina, poniendo en marcha el motor celular del consumo de calorías. Y todo ello con una efectividad similar al de la grasa parda de los bebés, según destaca el estudio. Por ello, sería mucho más fácil de usar.
Activar las propiedades adelgazantes mediante la exposición al frío no parece una opción razonable. Por eso, las miradas se dirigen hacia las hormonas sobre las que existe evidencia de que despiertan la actividad adelgazante de la grasa beige. Spiegelman ha apostado por la irisina.
En enero, el grupo del investigador estadounidense ya publicó que esta hormona se genera en los músculos en respuesta al ejercicio y estimula la acción adelgazante de la grasa buena. Ahora, en el trabajo cuyo avance publica la edición electrónica de Cell, Spielgman sostiene que esta molécula es la llave de contacto que estimula a la grasa blanca a producir grasa beige (cuyos precursores estarían en forma latente en el interior de los depósitos lípidos). La irisina serviría para estimular la aparición de la grasa buena en la mala, y combatir a esta última.
"En los últimos tres años se han descrito otras tres moléculas con este mismo efecto estimulante en la grasa buena", explica Villaroya. Por ejemplo la hormona FG21, que se produce en el hígado como respuesta a la ingesta de grasa. “Pero una cosa es demostrar su eficacia fisiológicamente, y otra farmacológicamente”. En ello están Spiegelman y muchos otros colegas. En busca del fármaco adelgazante que active la grasa buena.
La actividad investigadora en torno a la grasa parda o marrón está en plena ebullición desde que se describiera en 2009 su presencia en personas adultas. Hasta entonces se consideraba que este tejido lo tenían solo los bebés para mantener la temperatura corporal. El hecho de que se encontrara en etapas más avanzadas del desarrollo, en la edad adulta, abría las puertas a su uso para combatir la obesidad y disparaba su atractivo entre científicos y laboratorios. Pero para ello faltaba describir —primero— y saber usar a voluntad —después—, los mecanismos por los que la grasa parda se activa y consume los depósitos de grasa blanca, los denostados michelines.
Un tercer tipo de célula grasa
- Hasta el momento se sabía que existía un tipo de grasa, la parda, que consumía calorías y combatía los depósitos de lípidos. Hace décadas que se conocía su existencia en roedores. Algo más tarde se descubrió en bebés y en 2009 varios investigadores anunciaron que también estaba en presente en el cuerpo de los adultos.
- Bruce Spiegelman sostiene en el trabajo publicado en Cell que en adultos no hay grasa parda, sino un tercer tipo de célula grasa diferente de las otras dos denominada beige.
- La grasa beige también adelgaza. Pero mientras en los bebés las células adiposas buenas surgen del músculo, en adultos lo hacen de los propios depósitos de la grasa mala, donde se encuentran los precursores de la grasa beige.
- El equipo de Spiegelman describe en el mismo trabajo que una hormona denominada irisina provoca la aparición de grasa beige en la grasa blanca, al activar las formas latentes de este tejido adiposo bueno.
- Otras investigaciones han comporbado el mismo efecto con el frío u otras hormonas, como la FG21, que se produce en el hígado.
Para ello, ha recurrido a comparar los perfiles genéticos de ambos tejidos, y ha llegado a la conclusión de que son distintos. Los dos tipos de células grasas tienen la facultad de quemar reservas de lípidos y cuentan con una presencia abundante de mitocondrias los orgánulos que aportan energía a la célula y que dan el tono pardo a este tejido.
Entre otras diferencias, mientras la grasa parda expresa altos niveles de termogenina (UCP1), una proteína que necesitan las mitocondrias para quemar calorías y generar calor, la grasa beige suele expresarla en menor medida.
Además, existe otra diferencia fundamental. Los bebés nacen con esta grasa buena (la parda), mientras que en adultos, la aparición de la grasa beige se puede inducir. En este aspecto reside la importancia para el uso clínico del nuevo tejido descubierto: reacciona con relativa facilidad a determinados estímulos como el frío o algunas hormonas (por ejemplo la irisina), que incrementan la expresión de termogenina, poniendo en marcha el motor celular del consumo de calorías. Y todo ello con una efectividad similar al de la grasa parda de los bebés, según destaca el estudio. Por ello, sería mucho más fácil de usar.
Activar las propiedades adelgazantes mediante la exposición al frío no parece una opción razonable. Por eso, las miradas se dirigen hacia las hormonas sobre las que existe evidencia de que despiertan la actividad adelgazante de la grasa beige. Spiegelman ha apostado por la irisina.
En enero, el grupo del investigador estadounidense ya publicó que esta hormona se genera en los músculos en respuesta al ejercicio y estimula la acción adelgazante de la grasa buena. Ahora, en el trabajo cuyo avance publica la edición electrónica de Cell, Spielgman sostiene que esta molécula es la llave de contacto que estimula a la grasa blanca a producir grasa beige (cuyos precursores estarían en forma latente en el interior de los depósitos lípidos). La irisina serviría para estimular la aparición de la grasa buena en la mala, y combatir a esta última.
"En los últimos tres años se han descrito otras tres moléculas con este mismo efecto estimulante en la grasa buena", explica Villaroya. Por ejemplo la hormona FG21, que se produce en el hígado como respuesta a la ingesta de grasa. “Pero una cosa es demostrar su eficacia fisiológicamente, y otra farmacológicamente”. En ello están Spiegelman y muchos otros colegas. En busca del fármaco adelgazante que active la grasa buena.
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