La inesperada derivada del 'caso Assange'
El caso Assange ha tenido “una derivada inesperada, ha abierto un
debate (en Suecia) sobre el sexo consensuado”, me decía hace unos días
en una cafetería de la Universidad de Estocolmo Pal Wrange, un profesor
de derecho internacional público que acababa de explicarme los muchos escenarios posibles y los poco o nada probables
del embrollo político-diplomático-judicial. Y sí, a mi regreso me he
visto inmersa en muchas discusiones informales en las que queda patente
cuán distintas son las percepciones entre gentes incluso del mismo país o
idéntico sexo. Salvo que viva en Marte o
Saturno, sabe sin duda que el fundador de Wikileaks es sospechoso de violación y otros delitos sexuales denunciados por dos suecas. Él lo niega e insiste en que todo fue consentido.
“Definir violación, o intentarlo, es
asegurarse el inicio de una disputa”. Así empieza un completísimo
artículo en el que la revista The Economist de esta semana repasa
cómo varían las leyes y las percepciones sobre el asunto en el
mundo. ¿Se acuerdan cuando la violación en el matrimonio no era
delito en países europeos? Los hechos y las denuncias contra Assange
ocurrieron en Suecia. Si una pregunta por la calle en Estocolmo,
nadie debate si hubo o no delito. Recalcan que será el juez
quien lo diga. Pero si una pregunta en Madrid, proliferan las
sospechas de que las denunciantes juegan sucio.
Conviene recordar, de todos modos, que
una violación no es siempre un delito perpetrado sobre una desconocida
con gran violencia en un callejón oscuro. Lo recordaba Claes Borgström,
el abogado de las dos denunciantes de Assange, en su bufete del centro
de Estocolmo: “Lo más frecuente es que ocurra entre conocidos, en un
dormitorio, en una casa, rara vez hay testigos”. Por eso es a menudo un
delito tan difícil de probar. A menudo es palabra contra palabra. Y se
debe probar “más allá de cualquier duda razonable”, como cualquier
delito, precisaba el que fue ombudsman de la igualdad de género sueco entre 2000 y 2007.
Juristas suecos han salido en tromba a defender que sus leyes sobre delitos sexuales son similares a las del entorno, menos duras, por ejemplo, que las británicas. Así las define el Código Penal español. “No seré condenado por violación si se me rompe el condón durante el acto sexual. Pero, como en muchos otros países, puedo ser condenado por violación si practico el sexo con alguien que está dormido o inconsciente”, escribió el profesor sueco de derecho Marten Schultz abordando dos de las situaciones que supuestamente se dieron entre Assange y las entonces activistas de Wikileaks.
Han pasado dos años de lo que sea que ocurriera en Suecia. El juez tiene la palabra, insisto. El caso Wikileaks se ha convertido en el caso Assange. Y gracias a ello y a algunos republicanos de Estados Unidos el debate sobre las agresiones sexuales está de actualidad. Si sirve para que las víctimas se animen a denunciar y los tribunales dicten justicia, habrá merecido la pena.
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