sábado, 16 de abril de 2011

El misterio de los crímenes

Si lo dejan en la calle es para pensárselo. Es para vender la casa y marcharse de aquí". Carmen -nombre falso- hace un gesto con las manos en busca de comprensión. Tiene una casa en la tranquila urbanización Jardins de l'Imperi, en Els Pallaresos (Tarragona) y no para de darle vueltas a la cabeza.

Nunca imaginó que Ramón Laso, uno de sus vecinos, iba a ingresar en prisión por los indicios que, según la juez, le apuntan como autor del asesinato u homicidio de su compañera, Julia Lamas, portera de una finca, y su cuñado, Maurici Font, un celador del hospital Joan XXIII, desaparecidos en Tarragona el 27 de marzo de 2009.

Laso fue condenado a 57 años en 1993 por haber matado a su esposa e hijo

La investigación cree que quería emparejarse con su cuñada
Laso fue detenido hace 11 días y la noticia cayó como una bomba. Llueve sobre mojado: en 1993, fue condenado a 57 años por matar en 1988 a su mujer -tenía una amante y quiso librarse de ella- y, nueve meses después, a su hijo, de seis, para cobrar tres millones del seguro.

En 1999, gozaba de libertad provisional gracias a la remisión de condena. Laso, que trabajaba en una funeraria en Amposta, disfrazó los dos crímenes: el de su mujer, simulando un suicidio en las vías del tren y el del niño con un accidente de tráfico. Ahora no hay cadáveres pero si un misterio inquietante. El caso está bajo secreto de sumario y la juez medita traspasarlo a un juez de violencia doméstica.

Alarmados por el historial que acaban súbitamente de conocer y por lo rápido que salió en libertad, los vecinos miran al huerto que tiene Laso en un nudo de autopistas y en donde esperan que se encuentre algo algún día. "¡Nos decía: 'si pasáis por ahí, os mato!", relata Antonio, un vecino de Riu Clar fijando su mirada en el bar La Parada. Laso lo abrió en enero con Margarita, una paraguaya con la que se acababa de casar. Era nuevo en el barrio, pero aseguran, como en los guiones de novela negra, que era un tipo normal que no levantó sospechas. Tampoco para los dueños de su antiguo bar, que le dejaron sillas y mesas para la boda: "Nunca dio pie a explicar nada de su vida".

Pero sí dejó indicios y, según la juez, un riesgo de fuga al temer una detención. Tenía dinero en metálico en su chalé que está en venta y ya trasladaba enseres a través de una casa de mudanzas de Paraguay. "Sólo quería irse mes y medio allí vacaciones", le defiende Jaume, un prejubilado que le ayudaba a cambio de algún desayuno y cena. Pero a los clientes les confesaba que quería dejar ya el local porque su mujer tenía problemas en un brazo y se sentía solo.

La juez, el fiscal y los mossos han estrechado el cerco porque no creen que Julia y Mauri se fugaran. Él sufría una diabetes severa, con larga baja laboral, depresivo y una fuerte relación de dependencia de su mujer, Mercedes, hermana de Julia. En el hospital aún recuerdan cómo el celador adoraba a la auxiliar de enfermería y que no paró hasta que se casó con ella hace 30 años.

Los indicios pesan: la última vez que se vio a Julia fue subiendo a la furgoneta de Laso; Font no ha vuelto al médico a pedir insulina -solo se consigue con receta- y no han usado sus móviles ni tocado sus cuentas. El tiempo se ha congelado. Y queda otra pista: un periodista recibió una llamada de un tal Mauri diciendo que ya estaba curado y le dejaran en paz.

Las pesquisas de los repetidores de telefonía revelaron que se hizo desde Morella (Castellón), la misma zona donde estaba Laso porque fue a ver allí al hijo de Julia. Los investigadores sospechan que este exchófer de ambulancia y exchatarrero de Najar -de ambos empleos fue despedido- quería deshacerse de sus familiares para emparejarse con Mercedes por la que se sentía atraído. La misma semana de autos le pidió a Mauri que fuera a ayudarle al huerto.

Paqui, que conocía a Julia desde hacía 20 años, tiene un quiosco de prensa y colgada la foto de los dos cuñados: "No la pienso quitar. Vi cómo se subía a la furgoneta de Ramón". El portero de la casa de al lado abunda: "La vi por la mañana y a las 19.30 Laso fue a tirar la basura y me contó que ella se encontraba mal. Y hasta ahora". Las historias de Amposta y la de Tarragona se separan 20 años pero tienen una similitud inquietante: en las dos Laso tuvo una actitud tan glacial que soliviantó a las familias, que promovieron la investigación y contrataron detectives para agilizarla.

El fallo de 1993 no ahorra episodios macabros: en 1988, tras encontrarse el cuerpo decapitado de su mujer, Laso cogió en la funeraria la cabeza por el cabello provocando el desmayo de su suegro. Y tras enterrar a su hijo fue a cobrar el seguro: "Lo del niño es mío; lo de mi mujer, no", dijo a su amante. En este nuevo caso, mostró indiferencia cuando le comunicó a Mercedes la supuesta fuga. Días después, se propuso como sustituto de Julia.

La vida sigue y Margarita Estela, la mujer de Laso, estuvo el martes limpiando el bar. "Tengo que vivir", dijo resuelta mientras se apresuraba a coger el autobús. "Mi familia no sabe nada. No quiero preocuparla. He ido a la cárcel pero no hemos hablado de nada". Laso le había hecho un seguro de vida. Mientras, nunca habían visto tanto cámara en Els Pallaresos, donde Carmen espera que su vecino no salga de prisión. La búsqueda de los dos cuerpos, dicen fuentes judiciales, no puede tardar.


"No llegarás a viejo"
En 2007 y 2008, Laso conducía una ambulancia en Reus y Tarragona. La empresa contrató a un detective para que investigara a sus empleados, entre ellos a Laso, en horario de trabajo. El investigador, que pide el anonimato, descubrió una infracción y la empresa lo despidió. Meses después, el detective estaba sentado en una terraza y Laso se le acercó con voz tranquila y serena. "Me dijo: 'Tú no llegarás a viejo. ¿Tú eres el hijo de puta que jode a los trabajadores? Lo que yo te diga: no te vas a jubilar". El detective cuenta que le reiteró la amenaza tres o cuatro veces con frialdad así que empezó a investigar.

"Por mi trabajo, yo he recibido 200 amenazas y aquello no era normal. Así conocí lo del doble crimen y me lo tomé en serio y le denuncié", relata. La juez, que condenó a Laso por injurias, ni siquiera conocía su pasado. "Estaba integrado, hacía una vida normal, un psicópata es un encantador de serpientes", describe el detective, que añade: "Laso, de manera primitiva, estudió en la mejor universidad del mundo: la prisión. Allí se aprende que si no hay cuerpo no hay crimen".

Cuatro víctimas
- Dolores Camacho, de 25 años, murió el 9 de junio de 1988. La sentencia probó que el acusado la estranguló y simuló un suicidio en unas vías de tren.

- Daniel Laso Camacho, el hijo de Ramón, de seis años, falleció el 2 de marzo de 1989 en un accidente de tráfico. Fue asesinato.

- Maurici Font y Julia Lamas desaparecieron el 27 de marzo de 2009. La juez María Ángeles García imputa a Laso indicios de un delito de homicidio o asesinato contra esas dos personas.

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