viernes, 22 de abril de 2011

La Diva Turca/cuento corto.

El día que llegó a México la estrella de moda del cine turco de los años 80, el alboroto fue mayúsculo; venía a filmar una película en la selva chiapaneca. La prensa de espectáculos y la televisión se hicieron presentes en el aeropuerto Benito Juárez de la ciudad de México. Al día siguiente todo el mundo estaba enterado dela noticia, se encontraba en el país, nada menos que Lya Lejtik.

Ella era una mujer exótica para los estándares de belleza latina. Era muy alta, cerca del metro ochenta de estatura, cabellera negra, larga y rizada natural. Ojos negros y grandes, pechos monumentales, también naturales; un cuerpo escultural y una sonrisa cautivadora.

Fuera de su programa de actividades vinculadas con el cine y las entrevistas y sesiones de fotografía; ella se interesó por conocer el Museo Nacional de Antropología, en el Bosque de Chapultepec.

Lya deseaba conocer la cultura Maya antes de partir a Chiapas a la filmación de su película de aventuras con los Lacandones; en realidad el guión cinematográfico era pésimo y solo querían destacar la belleza de Lya y los atractivos turísticos de las selvas mexicanas.

La visita guiada que se le preparó a la estrella turca, fue planeada y coordinada por un antropólogo de la Sección de Etnografía del propio museo. Este joven antropólogo había conocido perfectamente la selva chiapaneca y la montaña guatemalteca, por sus andanzas en aquellos rumbos por allá de los años 60s. Además, hablaba correctamente el inglés y el francés, idiomas que hablaba Lya.

La visita a las salas de la cultura Maya del museo, maravillaron a la actriz por la grandiosidad de esa civilización americana. Ella algo sabía del tema de los indios mexicanos, en particular había leído sobre Los Lacandones. Mientras el antropólogo disertaba ampliamente sobre los Mayas, Lya no dejaba de mirarlo y sonreírle también. Hacía muchas preguntas con auténtica curiosidad.

El joven antropólogo le propuso a Lya almorzar juntos en el restaurante elegante del museo de antropología, lo cual fue una osadía de su parte, porque el salario que devengaba no le alcanzaba para esos lujos. Al final, ella pagó la comida en señal de agradecimiento, él había hablado con el gerente para que le fiara los alimentos ese día.

Lya antes de partir a Chiapas a la filmación, le pidió al antropólogo que la acompañara a visitar las pirámides de Teotihuacán, aun disponía de cinco días para conocer algunos sitios de interes cultural. Juntos fueron al Zócalo y al Centro histórico y almorzaron en el Hortel de La Ciudad de México, el de los bellos vitrales en el techo. La prensa de espectáculos los seguían por todos lados y tomaban placas de ella, pero se interrogaban acerca de quien era él. En los diarios de aquella época quedan registros de esa visita de Lya.

Una madrugada partieron rumbo a Teotihuacán en un auto que ella alquiló en el aeropuerto, para dejarlo de nuevo ahí y luego partir a Chiapas. Se impresionó demasiado con las pirámides teotihuacanas. Se quiso subir a la del Sol y también a la de la Luna. conversaron y rieron todo el tiempo, sin tregua alguna, como si el tiempo fuera oro. En el restaurante del sitio arqueológico, ella le prometió al antropólogo buscarlo a su regreso un mes después. Quería conocer Acapulco y tomarse un descanso antes de volver a Turquía.

El antropólogo soñaba con conocer Estambul, e ir a Acapulco con ella. Era un sueño que pronto se haría realidad para envidia de sus compañeros del museo. todo ocurrió tal cual fue imaginado pero primero fueron a Acapulco y luego a Estambul, meses después.

La película de Lya fue un fracaso, era malísima, lo único rescatable eran los paisajes selváticos y algunas apariciones de los lacandones en su estado natural. Eso lo supo por ella antes de que él viajara a Estambul.

El antropólogo para poder ir a Acapulco con la actriz turca, tuvo que pedir permiso en el trabajo y no querían autorizarle esos días, porque acaba de regeresar de vacaciones. Y tuvo que pedir dinero prestado entre sus amigos, que eran igual de pobres que él, eran estudiantes y antropólogos recién graduados.

Fue una verdadera Luna de Miel con Lya, inesperada pero impactante. Ellos se enamoraron al extremo de pensar en un matrimonio cercano, sin embargo Lya tenía novio allá y él una novia francesa con la que se casó después.

El viaje a Estambul fue sensacional porque Lya recibió al antropólogo y a su esposa francesa en su departamento, todo fue cordialidad y trato civilizado; ella se hizo presente con su nuevo novio, otro actor conocido de allá.

La amistad que nació entre los cuatro fue fantástica, Lya simpatizo con Michelle y él con Omar.

La carrera cinematográfica de Lya continuó en ascenso, nunca se casó con nadie, solo tuvo amantes; tampoco tuvo hijos, no los deseo jamás. Fue feliz, adorada por su gran público, hizo fortuna con el cine y con sus amantes ricos.

Su esplendorosa belleza se conservó intacta muchas décadas, sin intervención del bisturí.

Hace menos de un mes, Lya escribió desesperadamente al Facebook del antropólogo, y el mensaje decía simplemente: Tengo una enfermedad incurable, ayúdame, por favor.

De Lya no queda ni la sombra de lo que fue, según pudo constatar el antropólogo por Skype.

Los recuerdos se agolparon en su mente: Museo de Antropología, Zócalo, Teotihuacán, Acapulco, Estambul...

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