Yo quiero, yo puedo”
Por Arnoldo Kraus
“Yo quiero, yo puedo” es el motto del Instituto Mexicano de Investigación de Familia y Población (Imifap). Pobreza. Cómo romper el ciclo a partir del desarrollo humano (Editorial Limusa, 2011) es uno de los hijos predilectos, en forma de libro, de Susan Pick y Jenna Sirkin, la primera, fundadora y presidenta de Imifap; la segunda, investigadora en temas de salud.
Las autoras demuestran cómo los programas “Yo quiero, yo puedo” son un arma invaluable; por medio de “Yo quiero, yo puedo” se instrumentan acciones y estrategias diseñadas para que los sectores más vulnerables de la sociedad escojan, hasta donde sea posible, las vías para mejorar sus vidas. Dotar a la población de la información pertinente, bajo el cobijo de la libertad y la autonomía, es el leitmotiv de la asociación y la base de “Yo quiero, yo puedo”. El libro resume la ardua y constante labor de Imifap. Luchar contra la pobreza es la meta. Sin pretenderlo, el texto expone, sotto voce, las razones por las cuales, en muchos países pobres, México a la vanguardia, los políticos contravienen el “Yo quiero, yo puedo” por alguna de sus plegarias matutinas: “Yo no quiero, yo no puedo”, o “Yo no puedo porque yo no quiero”.
Los políticos necesitan de la pobreza. Incontables discursos e innumerables promesas lidian con el tema. Dentro del léxico político latinoamericano, pobreza es una de las palabras más repetidas, más necesarias, y más queridas. Parecería que nombrarla fuese necesario para oficiar, no tanto para erradicarla, sino para afirmar que saben de su existencia. Pobreza. Cómo romper el ciclo a partir del desarrollo humano retrata los sinsabores de nuestra nación y expone la inoperancia de las acciones gubernamentales. Mientras que más de cincuenta millones de mexicanos pobres son víctimas del desdoro de la política nacional, en las 415 páginas del libro se explican algunos programas para menguar la fatalidad y la humillación propias de la miseria.
El libro invita. Tres son sus pilares: teoría, testimonios y programas. La teoría, siempre acompañada por numerosas referencias, explica algunas de las posibles vías para disminuir la pobreza. Los incontables testimonios cuentan, en palabras llanas y claras, las “vivencias reales” de la teoría. Los programas “Yo quiero, yo puedo… prevenir embarazos”, “Yo quiero, yo puedo… prevenir la violencia”, “Yo quiero, yo puedo… aprender a ser mamá y papá”, inter alia, son el corazón de Imifap; por medio de esos programas, teoría y testimonios se encuentran. Salud, empoderamiento, capacidad humana, normas socioculturales, autonomía, falta de libertad, barreras sicológicas y Amartya Sen son, entre una miríada, algunos de los temas. La suma de ellos deviene un mosaico cuyas teselas son disecadas y luego ensambladas.
La propuesta de Pick y Sirkin es contundente: empoderar a las personas para transformar “Yo quiero, yo puedo” en realidad. “La influencia de la desigualdad económica –escriben Pick y Sirkin– y del escaso acceso sicológico es especialmente evidente cuando lo servicios dirigidos al desarrollo no logran llegar a sus poblaciones meta. La existencia de oportunidades no es suficiente: la persona debe percibir que puede acceder a éstas”. En el mismo contexto, dicen las autoras, “cuando los efectos sicológicos de la pobreza y la desigualdad no se atienden, es común que los programas de desarrollo reporten bajos niveles de utilización y de participación…”, ya que “es necesario entender y tener los elementos emocionales y cognitivos para reconocer las oportunidades del contexto como un derecho y no como un privilegio”.
En síntesis: Empoderar.
Para alcanzar el empoderamiento y comprender el valor de las oportunidades, las autoras diseñaron el Marco para facilitar el empoderamiento, el cual, a su vez, proviene de los programas “Yo quiero, yo puedo”. Empoderar a los pobres es fundamental. En los países en vías de desarrollo los pobres carecen de libertad y de autonomía, lo cual, a su vez, Perogrullo dixit, socava las posibilidades de llevar una vida digna e impide acceder al mundo contemporáneo. Los testimonios siguientes ilustran.
Mujer adulta, del Distrito Federal: “Sí, estamos cansadas de tantos hijos. Pero eso es lo que Dios quiere para nosotras”. Mujer de mediana edad, de Jalisco: “Si le demuestras placer te verá como una prostituta; si no, te dejará por otra mujer”. Mujer de mediana edad, empleada doméstica, de Jalisco: “Me da pena decir lo que creo porque yo no soy rica. Solamente la gente blanca y rica tiene el derecho a decir lo que piensa y lo que necesita”. Mujer guatemalteca: “Yo no entiendo nada de lo que dice el doctor, sólo me regaña y siento como si me ladrara, así que prefiero no ir a verlo”. En síntesis: minusvalía y falta de empoderamiento.
Fortalecer la autonomía, significar la voz, permitir el disenso y fomentar la libertad son elementos indispensables de la vida y para la vida. Sin esas cualidades es difícil construir una existencia digna; sin ellas el empoderamiento no es factible. Desde, e incluso antes del útero, los pobres carecen de esos atributos. Pick y Sirkin explican cómo las personas pueden mejorar sus condiciones de vida; muestran, asimismo, las razones por las cuales los programas y las políticas públicas de nuestro país fracasan porque no promueven el desarrollo humano. Fracasan también por no prestar atención a la agencia personal, que de acuerdo a las autoras es el “Proceso y estado en que una persona toma decisiones informadas y motivadas intrínsecamente de una manera autónoma”.
Pick y Sirkin tienen razón: los pobres tendrán oportunidades sólo si se fortalecen su empoderamiento y su agencia personal.
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