Anemia
Arnoldo Kraus
Anemia no es lo que dicen ni los diccionarios médicos ni el diccionario de la Real Academia Española. Los amantes de las definiciones suelen referirse a la anemia, palabras más o menos, como: La disminución en la concentración de hemoglobina y número de eritrocitos en la sangre”, cuyas consecuencias resultan en “la imposibilidad de surtir oxígeno adecuadamente a los tejidos”. La merma en el transporte de oxígeno por la disminución de la hemoglobina, disminuye la capacidad física e intelectual de los afectados y suele asociarse a mala alimentación y a enfermedades “propias” de la pobreza, características del tercer mundo, de la mala gestión y de los hurtos de sus políticos, los de México, entre ellos.
Cuando se cavila en la anemia la globalización ha fracasado y seguirá fracasando. La prevalencia mundial de anemia es de 25 por ciento (una de cada cuatro personas en el mundo la padece); de ese porcentaje, 293 millones son niños en edad prescolar, 56 millones son mujeres embarazadas y 468 millones son mujeres en edad reproductiva. Esas (espantosas) cifras demuestran la gravedad del embollo. La anemia es un problema endémico de gran magnitud cuyas consecuencias pueden ser devastadoras para quienes la padecen (endemia: “proceso patológico, usualmente infeccioso, presente por tiempo prolongado en una zona geográfica”).
La razón principal de la anemia en niños es ser hijos de madres anémicas, las cuáles, a su vez, pertenecen a los estratos socioeconómicos más desfavorecidos y con menor escolaridad. Concluir que la anemia es un marcador de pobreza es correcto: entre menor educación y más desventajas económicas, mayor probabilidad de padecerla, de que el círculo patológico se perpetúe, y, Perogrullo dixit, de ser habitante de un país donde la miseria sea el resultado de la triada clásica de la clase política: corrupción, impunidad y hurtos desmesurados.
Un paréntesis sin paréntesis: Felipe Calderón ha repetido, ufano, orgulloso, al igual que los equipos de la Secretaria de Salud, que en México se ha alcanzado la cobertura absoluta en salud gracias al Seguro Popular y representaciones afines. Falta saber si la familia Calderón y si la familia Secretaría de Salud se atienden en el Seguro Popular, si es o no eficaz y si contamos con estudios confiables sobre la prevalencia de la anemia en regiones, digamos, al azar, como la sierra de Guerrero, las poblaciones indígenas de Chiapas o Oaxaca o el desierto de Zacatecas.
La anemia es un marcador de pobreza y de ineficacia política. Los números lo explican. En los países ricos la prevalencia de anemia es de 9 por ciento; en los pobres es de 43 por ciento. El círculo vicioso es claro y perverso.
La anemia aumenta la morbilidad, disminuye la productividad de los afectados, reduce su capacidad laboral y se asocia y/o es consecuencia de muchas enfermedades infecciosas propias de la pobreza. La anemia no es un problema de salud pública por serendipia, la razón son los políticos: 1.62 mil millones de personas en el mundo sufren anemia. La mayoría de ellos, lo dicta la experiencia, lo confirma la inepcia de muchos políticos, seguirán enquistados en el círculo de la anemia: su pobreza no sólo será igual sino que seguramente se profundizará, como en México.
Algunas de las causas por las cuales se perpetúan las anemias, son las mismas razones por las cuáles es válido afirmar que la mayoría de los gobiernos, por comisión u omisión, han fallado. Los de los países ricos por no combatir en la naciones pobres enfermedades propias de la pobreza: tuberculosis, paludismo, leishmaniasis, sida; los gobiernos de los países pobres por su incapacidad para solventar problemas fáciles de resolver: deficiencias de hierro, de vitaminas B12 y A y de ácido fólico. Los gobiernos de los países ricos y pobres son responsables, además, de las muertes de 591 mil mujeres por problemas perinatales asociados a anemia. Esos decesos, y sus consecuencias, incapacidad para trabajar o desarrollarse intelectualmente, producen, además, enormes daños económicos a quienes la padecen y a su comunidad.
La anemia, las anemias, reflejan desigualdades entre países ricos y pobres, y diferencias sociales dentro de una nación. La mayoría de ellas, sobre todo las secundarias a carencias vitamínicas, se pueden resolver invirtiendo pequeñas cantidades de dinero. Lo mismo sucede con las enfermedades de la pobreza: tratarlas o prevenirlas cuesta menos que curarlas. Anemia no es lo que dicen los diccionarios: es falta de voluntad, torpeza y mínimo compromiso, todas ellas, tríada también típica de nuestros políticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario