Oposición y gobierno en Venezuela
Marcos Roitman Rosenmann
La celebración de elecciones primarias en la oposición venezolana supone un paso adelante en la disputa por arrebatar la primera magistratura al presidente Hugo Chávez. La necesidad de concurrir con un candidato único es parte de la estrategia global diseñada por los asesores de la Mesa de Unidad Democrática, consistente en no dilapidar un solo voto. La fuerza y el carisma de Chávez son un handicap en sus deseos. A comienzos de año se hicieron públicas las encuestas donde 61.2 por ciento de la población valora positivamente la gestión del Ejecutivo. Ha sido esta circunstancia adversa el principal motivo para realizar unas elecciones primarias abiertas, sin más límite que estar inscrito en el censo electoral a fecha de 31 de octubre de 2011. Es decir, podían votar potencialmente en números absolutos 17 millones 875 mil personas. Para los convocantes, la Mesa de Unidad Democrática, el proceso se revistió de un contenido plebiscitario con rasgos apoteósicos de referendo. En liza proyectar una visión granítica de la oposición, más allá del ganador coyuntural.
En este contexto no puede pasar desapercibido el color político de los contendientes. La presencia de Pablo Pérez, gobernador de Zulia y militante de Acción Democrática, no era superficial. Pérez representa la vieja guardia, los restos de la Cuarta República y del pacto del punto fijo. (1958-1999). De haber triunfado, la nueva derecha habría sufrido un serio revés en sus intenciones de desplazar definitivamente a los viejos cuadros militantes de AD y Copei.
Los menos comprometidos con el pasado buscaron un candidato cuyo perfil no oliera a derecha. Mimetizados con un discurso centrista, apostaron por Henrique Capriles Radonski, bastión del partido Primero Justicia, a la sazón gobernador del estado de Miranda. Su candidatura se ve como parte de la “regeneración democrática” del país, tan cacareada por la oposición. De sólo 40 años de edad, su puesta de largo política vino de la mano de Rafael Caldera, patriarca de Copei. Y a los 25 años recién cumplidos ocupó la presidencia de la Cámara de Diputados en 1998. Toda una promesa, y no ha defraudado. Aunque su currículo presenta claroscuros que los publicistas de su campaña, los mismos que asesoraron al ex-presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso, prefieren olvidar.
Durante el golpe de Estado de abril de 2002 participó, comandando, el asedio, asalto e invasión de la embajada de Cuba, en busca de asilados. El fracaso de la intentona le supuso entrar en la cárcel, convirtiéndose en uno de los pocos civiles juzgados. Hoy su imagen es la de un hombre moderado, cuyo referente político dice ser el ex presidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva. Hoy, curiosamente, en Venezuela nadie quiere ser de derechas. Todos se declaran de centro, socialdemócratas, socialcristianos, pero nadie se presenta como neoconservador o liberal. Cosas de la vida.
Las primarias dejan muchas conclusiones. La primera supone reconocer el éxito de la convocatoria, nos guste o no. No se puede negar la capacidad de movilización de la treintena de organizaciones opositoras convocantes. Han sido 2 millones 904 mil 710 votos, casi 20 por ciento del censo electoral. El voto duro, militante, pero capaz de insuflar optimismo, en un supuesto, puede romper la hegemonía de Hugo Chávez Frías. Si desagregamos el voto, Henrique Capriles obtuvo un millón 806 mil 860 votos (63.91 por ciento); su competidor, Pablo Pérez, consiguió 867 mil 601 votos, (30.68 por ciento). Los otros tres candidatos quedaron rezagados: María Corina, ex presidenta de la coalición Súmate, logró 3.66 por ciento; Diego Arria, ex gobernador de Caracas y ministro con Carlos Andrés Perez, recibió 1.25 por ciento, y Pablo Medina, adalid del Partido Movimiento Laborista, debió conformarse con 0.5 por ciento de los votos.
Una segunda conclusión tiene que ver con el despliegue realizado por el Consejo Nacional Electoral, que proveyó la infraestructura necesaria y la capacitación de técnicos operativos. Sin su comparecencia hubiese sido imposible llevar a cabo el proceso de primarias. Ello supone el reconocimiento, por parte de la oposición, del Poder Electoral, eliminando cualquier duda sobre su transparencia y el conteo de votos. El fraude desaparece del horizonte y no podrá ser esgrimido en las próximas elecciones presidenciales de octubre de este año o las de gobernador en diciembre de 2012 y de alcaldes en abril de 2013. Sin embargo, en este punto quienes han sembrado dudas han sido los propios miembros del PSUV, poniendo la nota discordante. Algo que contrasta con la valoración emitida por los acompañantes internacionales, unos 60, invitados por el Consejo Nacional Electoral, a lo cual deben sumarse una cincuentena, trasladados por la Mesa de la Unidad Nacional, todos miembros de partidos de la derecha latinoamericana y europea.
Baste señalar que su portavoz fue el chileno Jovino Novoa, ex subsecretario general de Gobierno de Pinochet, hoy senador de la UDI y presidente del Senado, uno de los principales imputados en casos de pedofilia y coprofagia al participar en las fiestas del empresario Claudio Spiniak. A pesar de la diferente catadura moral y ética de unos y otros invitados, dieron los parabienes y subrayaron la fiabilidad en la presentación de datos, y el escrutinio por parte de los funcionarios del CNE. Debemos recordar que en esta ocasión, junto a los cinco candidatos presidenciales, hubo mil 138 aspirantes de la alianza de la Unidad Nacional a cargos de gobernador y alcaldes. Así, la crítica resulta extemporánea, cuando el argumento en sí trata de negar el alto nivel de participación de la oposición. Cuestión diferente es la posible manipulación de tal cifra en manos de la oposición, haciendo una proyección descontextualizada, para concluir que proporcionalmente dichas cifras le dan la victoria.
Una tercera valoración tiene que ver con la participación de las fuerzas armadas, en tanto garantes del proceso de votación en los centros habilitados en el territorio nacional, un total de 3 mil 707. La activación del Plan República ha sido un éxito; ya no se puede tildar de parcialidad a las fuerzas armadas, cuando la oposición le da su confianza y legitima, quitándoles el mote de ser fuerzas “chavistas”. En conclusión, los resultados de estas primarias para presidente no se pueden extrapolar a las dos que le seguirán, las de gobernador y las de alcalde. Seguramente, en ellas al no participar Hugo Chávez como candidato, el resultado puede traer sorpresas y ser un triunfo de la oposición. Por ello es obligado hacer organización, explicar y consolidar el proyecto democrático iniciado en 1998. De lo contrario el futuro es incierto.
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