El chándal del terror
El uniforme olímpico puede causar en los atletas un daño psicológico devastador
Por si eran pocas y leves las desgracias de la prima de riesgo, los
recortes económicos a la buena de Dios (que no como Dios manda) y la
corrupción que se ha enseñoreado del país, la firma ruso-italiana Bosco
Sports acaba de perpetrar una infamia estética en la equipación del
equipo olímpico español. Lo que se aprecia en las fotografías y visten
los modelos desborda cualquier ensayo sobre lo deforme de Umberto Eco o
Karl Rosenkranz. El chándal, de rojo sucio, viene recorrido por un
dibujo de amarillo enfermo en forma de gargantilla. Es el chándal que se
pondría Belén Esteban para retransmitir un incendio. El polo pinta
nódulos geométricos de colores que no figuran en pantone alguno; solo un
adicto veterano al LSD con gafas de sol soportaría mirarlo de frente.
Las zapatillas rematan la faena con los mismos colorines arrastrados
sobre textiles de derribo. El conjunto araña la pupila, causa acidez de
estómago y estimula la sorna ciudadana en Twitter, donde el mensaje
menos corrosivo señala que, más que para luchar por el oro, los
deportistas españoles van vestidos para robar cobre.
Hay que felicitar al diseñador de Bosco Sports, porque ha sabido encontrar colores que la naturaleza, por vergüenza o precaución, ha ocultado durante millones de años. La felicitación hay que extenderla a los asesores del Comité Olímpico Español: fueron capaces de visionar los bocetos y las prendas rematadas (nunca mejor dicho) sin sufrir desmayos ni desprendimientos de retina. Puestos en lo peor, hasta es posible que, en comparación con otros países, cuyos atletas vestirán de Boss, Armani o Calvin Klein, los españoles susciten una merecida piedad y reciban limosnas, que bien vendrán para pagar la deuda. El reverso tenebroso del uniforme es el daño psicológico devastador que puede producir en los atletas y la resistencia de los telespectadores a conectar la tele por no sufrir un choque visual.
Si una denuncia ante el Tribunal de Derechos Humanos no lo remedia, la equipación olímpica diseñada por el sastre de los Powers Rangers nos acompañará hasta los Juegos de Río, en 2016. Lo dice el contrato con Bosco Sports. Ojalá el ajuste de Rajoy tenga éxito, la economía española vuelva a crecer y el país pueda pagar el rescate de los atletas secuestrados en el uniforme fatal.
Hay que felicitar al diseñador de Bosco Sports, porque ha sabido encontrar colores que la naturaleza, por vergüenza o precaución, ha ocultado durante millones de años. La felicitación hay que extenderla a los asesores del Comité Olímpico Español: fueron capaces de visionar los bocetos y las prendas rematadas (nunca mejor dicho) sin sufrir desmayos ni desprendimientos de retina. Puestos en lo peor, hasta es posible que, en comparación con otros países, cuyos atletas vestirán de Boss, Armani o Calvin Klein, los españoles susciten una merecida piedad y reciban limosnas, que bien vendrán para pagar la deuda. El reverso tenebroso del uniforme es el daño psicológico devastador que puede producir en los atletas y la resistencia de los telespectadores a conectar la tele por no sufrir un choque visual.
Si una denuncia ante el Tribunal de Derechos Humanos no lo remedia, la equipación olímpica diseñada por el sastre de los Powers Rangers nos acompañará hasta los Juegos de Río, en 2016. Lo dice el contrato con Bosco Sports. Ojalá el ajuste de Rajoy tenga éxito, la economía española vuelva a crecer y el país pueda pagar el rescate de los atletas secuestrados en el uniforme fatal.
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