miércoles, 2 de noviembre de 2011

USAID fachada de la CIA.

USAID: fachada de la CIA
José Steinsleger

Entre las observaciones que las derechas señalan a las izquierdas, figuran las recurrentes y fatigosas repeticiones acerca del rol del imperialismo yanqui en América Latina. En efecto: algunas izquierdas llevan cerca de 200 años diciendo lo mismo, y parecería que es hora de cambiar el discurso.

De hecho, las izquierdas que se rigen por sus chamanes ideológicos de Europa y Estados Unidos lo han cambiado. ¿Para decir qué? No está claro. Pero cuando cometen el desliz de ser objetivas, les cuesta admitir que su discurso es funcional a las injusticias que denuncian.

Sugerencia: conviene insistir. Porque el imperialismo yanqui también repite lo mismo desde hace 200 años: “Los problemas de América Latina no pueden ser resueltos sin Estados Unidos: democracia, desarrollo y un amplio diálogo entre socios son los ejes de nuestra política exterior” (Hillary Clinton, 2009). La secretaria de Estado agregó: “Nos preocupan líderes que son electos imparcial, libre y legítimamente, pero que después empiezan a minar el orden constitucional y democrático, el sector privado, los derechos de los pueblos de ser libres del hostigamiento, represión y participar plenamente en sus sociedades”.

Ya lo ve: desde 1776, los gringos no mueven el dedo del renglón. Y organismos como la Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID, por sus siglas en inglés) está entre los muchos mecanismos de que disponen para plagar “la América de miserias en nombre de la libertad”.

Afortunadamente, periodistas incansables, como el canadiense Jean Guy Allard o la estadunidense Eva Golinger, se han volcado a desmenuzar y explicarnos cómo funciona la USAID en 80 países, y los que en América Latina forman el “eje del mal” porque se niegan a ser socios del “bien”, tal como le gustaría a Washington.

Con base en archivos desclasificados del Departamento de Estado y la CIA, la copiosa información procesada durante años por Allard y Golinger deja pocas dudas: de Irak a Venezuela, la USAID es uno de los mecanismos de inteligencia y desestabilización más activos del mundo.

La USAID tomó forma en la llamada Oficina de Seguridad Pública (OPS), establecida en 1957 por el presidente Dwight Eisenhower con el propósito de entrenar y formar fuerzas policiales en otros países. En 1961 fue creada como una entidad dedicada a la “ayuda humanitaria”, y se convirtió en agencia oficial con el fin de operar en los países con “inclinaciones antidemocráticas”.

De fachada, la USAID subsidia una densa red de instituciones y grupos políticos cuyos objetivos apuntan a reforzar la política exterior, cooperando con los gobiernos receptores en las áreas económica, agrícola, sanitaria, política y “humanitaria”. Sin embargo, documentos desclasificados de la CIA demuestran que millones de dólares de su presupuesto son manejados en operaciones coordinadas por agencias clandestinas.

En realidad, la relación entre la USAID y la CIA no es nueva. En 1974, por ejemplo, el gobierno clausuró una división de la USAID utilizada para entrenar, financiar y armar a más de un millón de policías en América Latina, Asia y Medio Oriente. Pero en 2009, la incorporó a la llamada “Iniciativa Interferencia de Contrainsurgencia”, junto al Departamento de Estado y el Pentágono.

Según Golinger, la USAID cuenta con oficinas de campo en 100 países en desarrollo, y trabaja de manera cercana con organizaciones privadas, grupos indígenas, asociaciones de profesionales, religiosas y otras agencias gubernamentales.

La USAID mantiene relaciones a través de convenios y contratos con más de 3 mil 500 empresas y 300 organizaciones privadas de Estados Unidos, y otorga subsidios a organizaciones internacionales vinculadas a la CIA, tales como Reporteros sin Fronteras y la checa People in Need.

En diciembre 2009, un alto funcionario de la USAID confirmó a The New York Times que la CIA utiliza el nombre de la USAID, sin que la agencia aparezca involucrada directamente en la “donación” de fondos y contratos.

En el caso de Cuba, los programas de la USAID han costado a los contribuyentes 150 millones de dólares en “inversiones” con grupos antigubernamentales y en programas de inteligencia, desde la década de 1990. Con tales antecedentes, el senador John Kerry se preguntó en junio 2010 acerca de la utilidad de estos fondos. Kerry manifestó que el dinero era usado en Cuba para movilizar artificialmente protestas con grupos disidentes “profundamente penetrados, hasta el punto de que el dinero estadunidense está, de hecho, ayudando a financiar los órganos de seguridad del estado cubano”.

El senador denunció entonces el uso de comunicaciones en clave, códigos secretos y seudónimos, y ordenó que se investiguen los numerosos fraudes detectados en los programas. “No hay evidencias de que esos programas ayuden al pueblo cubano”, dijo.

En respuesta, la administración Obama confesó que los “programas por la democracia” han sido utilizados para llamar la atención internacional hacia los activistas que recluta, financia y promociona fuera de Cuba. En la próxima entrega seguimos.

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